Este mes junio celebramos especialmente el Sagrado Corazón de Jesús y conviene reflexionar sobre este símbolo que nos ha regalado Dios para reunirnos en torno a Cristo. El símbolo del Sagrado Corazón de Jesús se popularizó con las visiones de Santa Margarita de Alacoque a mitad del siglo XVII, pero se pueden encontrar representaciones mucho más antiguas. Es decir, siempre ha estado con nosotros. Cristo nunca nos ha dejado. En la Solemnidad que celebramos este viernes 11, podemos empezar a ser consciente del inmenso regalo que Dios nos ha hecho.
Las manifestaciones del Sagrado Corazón de Cristo han sido abundantes, aunque hasta que se manifestó a Santa Margarita de Alacoque, estuviese velado o en segundo plano. Hoy en día necesitamos reencontrarnos con el sentido de las manifestaciones sagradas. El pietismo romántico nos ha llevado a despreciar toda la sabiduría y dones que contienen y que Dios nos regala. ¿Qué nos dice el Sagrado Corazón? ¿Qué sentido tiene el Sagrado Corazón de Cristo? ¿Cómo nos acompaña Cristo? Leamos algunos pasajes de los Evangelios:
Mateo 28:20 “... y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”
Mateo 18:20 “Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”
Este Misterio de la presencia de Cristo entre nosotros se revela, siempre de forma velada, a través del Sagrado Corazón de Jesús. Podemos acercarnos a su comprensión gracias a las revelaciones recibidas por diversos santos. Entre estas revelaciones, es interesante la recibida de San Juan Evangelista por Santa Gertrudis la Grande (s. XIII - XIV). La Santa le preguntó por qué no habían escrito nada sobre el corazón de Cristo hasta el momento. San Juan le respondió: «Mi misión era anunciar a la Iglesia naciente la doctrina del Verbo increado de Dios Padre; pero, por lo que se refiere a este Corazón Sagrado, Dios se reservó hacerlo conocer en los últimos tiempos, cuando el mundo comenzase a caer en la decrepitud, para reavivar la llama de la caridad ya enfriada»
Esta es una revelación privada, aunque esté reconocida por la Iglesia. Como toda revelación privada, tenemos que ser conscientes que no puede ir más allá de lo revelado por Dios, aunque nos ayude a hacer más comprensible lo revelado. Esto pueden leerlo en el punto 67 del Catecismo de la Iglesia Católica.
No creo que nadie pueda negar que vivimos un profundo momento de enfriamiento de la fe, esperanza y caridad. Fe, esperanza y caridad que dan consistencia a la unidad que tanto necesitamos entre nosotros. ¿Cuántos enfrentamientos internos estamos viviendo? ¿Cuánto dolor estamos viviendo por no ser comunidad en Cristo? Quizás Cristo no se haga presente porque no somos capaces de reunirnos en su Nombre. ¿Nos reunimos en su Nombre o en nombre de nuestras ideologías, estéticas e intereses humanos? El Sagrado Corazón de Jesús nos llama a reunirnos en Nombre de Cristo.
En las letanías, al Corazón de Jesús se le representa por diversos nombres: «Templo santo de Dios», «Tabernáculo del Altísimo», «Casa de Dios y Puerta del Cielo», «Hoguera ardiente de caridad», «Santuario de la Justicia y del Amor», «Rey y Centro de todos los corazones», «Corazón donde reside la Plenitud de la Divinidad», «Fuente de vida y de santidad», «Corazón cuya plenitud se derrama sobre nosotros», «Corazón en el que se encuentran todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia». En todos estos nombres puede ver que es centro, fuente y luz, que nos llama a unirnos y reunirnos en Él.
Recordemos lo que se indica en los Hechos de los Apóstoles de las primeras comunidades cristianas:
La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma. Nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo era en común entre ellos (Hch 4, 32).
Los cristianos tenían “un solo corazón y una sola alma”. El corazón que les unía era el Sagrado Corazón de Cristo, porque se reunían en su Nombre y todo era común entre ellos.
Entonces ¿Qué celebramos este viernes 11 de junio? Celebramos la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. La deberíamos celebrar no sólo como una devoción más, casi olvidada. Deberíamos de hacer lo posible para salirnos de una presencia puramente emotiva, sino como la viva y constante presencia del Logos, la Verdad, entre nosotros. Recordemos que el Corazón de Jesús guarda los tesoros de sabiduría y ciencia. No celebramos algo que le pasó a Santa Margarita de Alacoque o a Santa Gertrudis, entre muchos santos. Celebramos que Cristo está presente y nos ofrece su mano en medio de la tormenta eclesial que vivimos. Nos dice que separados en Él nada podemos hacer Él (Jn 15,5). Nos dice que si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican (Sl 127, 1). Nos dice que sólo Él es Camino, Verdad y Vida y que nadie llega al Padre, sino por Él (Jn 14, 6). Nos dice que no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios (Mt 4, 4).
Así podríamos repetir todo el Evangelio. Evangelio que es Buena Noticia desde su primera letra, hasta el final. ¿Por qué? Porque todo el Evangelio señala a Cristo como sentido de todo y de todos. Aunque decir esto conlleve ser despreciado y repudiado por el mundo y las ideologías. No podemos callarlo. No es posible dejar de ver en el Sagrado Corazón de Jesús la alegría de quien es salvado cuando siente que se hunde en las tempestuosas aguas del mundo y siente que se ahoga.
En esta Solemnidad, intentemos descalzarnos ante la Zarza Ardiente y esperar que el Señor hable a nuestro ser.