Y lo hacemos, como ya dije en el primer artículo, desde la serenidad y el profundo respeto a todos los que se sientan afectados por estas circunstancias de la naturaleza. Por consiguiente no estamos con la escopeta cargada contra nadie al hablar de estos temas. Invito a los lectores que han tenido la deferencia de entrar en este blog ha tomarse las cosas con serenidad, ya que estamos en plan de dialogo, y no de acusación. Generalmente los deseos homosexuales arrancan de situaciones depresivas que se padecen en la juventud debido a complejos, soledad, frustraciones, inseguridad en la identidad sexual. Y todo ello se opone a la esperanza. La esperanza se pierde cuando se piensa que uno es fatalmente así y no tiene remedio. No puede caer el homosexual en un pesimismo pensando que su caso no tiene solución. Hay esperanza cuando se intenta superar las dificultades, los complejos y se huye de las ofertas que una sociedad depravada hace continuamente en este campo, en el que quedan atrapados tantos niños y jóvenes por culpa de viejos verdes sin conciencia, o enfermos crónicos del sentimiento. Dice nuestro experto que la homosexualidad no es hereditaria. Hay situaciones familiares y hábitos educativos que favorecen la tendencia homosexual. A los chicos les influye muy negativamente la conocida madre superprotectora y dominante; o un padre distante o poco viril, o que le dedica más tiempo y afecto a los otros hermanos. No favorece en nada una educación afectiva adecuada en este sentido: el que la madre o el padre no se sientan contentos con sus propias condiciones de mujer o de hombre. También se da el caso de los padres que tratan a las hijas como si fueran chicos porque eso es lo que deseaban tener, o al contrario.