Artículo publicado en el Diario Ideal, edición de Jaén, el 10 de julio de 2011.

Ayer recibía cristiana sepultura un sacerdote, don José Araque Quesada, párroco de San Pablo de la ciudad de Úbeda. En el mes de
diciembre pasado celebró los cincuenta años del ingreso en el Seminario Menor de Baeza. Fue una reunión cordial y fraterna de todos los que
entraron, siendo niños, deseando ser curas algún día.


El amigo y compañero fallecido vino al mundo en el pueblo de , donde ayer fue enterrado, estuvo siempre junto al cura que por
aquellos años regía aquella feligresía. Junto a él sintió la llamada del Señor para ser sacerdote. Estudió en Baeza, Jaén y en de Teología de Cartuja, en Granada.


Fue ordenado de presbítero en el año 1973 en de Jaén, por el entonces obispo don Miguel Peinado, quien lo envió, como primer
cargo, de coadjutor a la parroquia de San Bartolomé, de Jaén, cuando era párroco don Antonio Ceballos, actual obispo de Cádiz.


Más tarde pasó como párroco de Carchelejo, y luego Santisteban del Puerto. Desde allí llegó a regir la feligresía de Santa María del
Valle, en Jaén, donde introdujo la devoción a del Collado, patrona de Santisteban, a petición de un grupo de fieles nacidos en el
pueblo del Condado.


Volvió a tomar las maletas camino de Marmolejo, la ciudad del balneario, donde dejó una honda huella, que un sucesor ha dejado
escrito en un libro para memoria de todo aquel pueblo. Partió a San Pablo, en la capital de los Cerros, donde le ha tocado
una etapa muy importante de su vida: la apertura al culto de la iglesia de Santa María de los Reales Alcázares, tras más de treinta años
cerrada por obras en su mantenimiento. Aquella jornada ha quedado clavada en la historia de la ciudad de Úbeda.


Atrás dejó el cierre al culto de la iglesia de San Pedro, y, en la hora de su muerte, se había quedado con San Pablo nada más, tras ser
nombrado un rector de la iglesia de Santa María hace unos días.


Descanse en paz el gran compañero y amigo don José Araque Quesada, a quien conocí cuando ingresamos una tarde de otoño en Baeza llamados por
Dios a ser sus servidores en el ministerio sacerdotal. Juntos, dentro del mismo curso, hicimos los estudios y fuimos ordenados sacerdotes.
Quiera Dios que esté gozando de su presencia por toda la eternidad.


Los que todavía quedamos aquí rezamos para que su alma descanse en paz, esa paz que trasmitía su sencillez de cura cercano al pueblo, tal como
pueden testimoniar todos los que han sido pastoreados por un buen sacerdote como don José Araque Quesada.

Tomás de la Torre Lendínez