Se hacía eco Religión en Libertad de la jugosa entrevista con Remi Brague a propósito del Corán aparecida en la revista francesa La Nef.
La cuestión ha saltado a las primeras páginas a raíz de la publicación de una monumental obra colectiva editada por Editions du Cerf y titulada El Corán de los historiadores, en la que veintisiete especialistas estudian el libro sagrado del islam como un objeto histórico, esto es, su formación, composición y canon, su entorno geográfico y lingüístico, los hechos arqueológicos y etnográficos que lo enmarcan, etc.
Algo inaudito pues el Islam defiende que el Corán preexiste a la historia, está más allá del tiempo y es directamente obra divina: desciende de los cielos a Mahoma, quien lo recibe de manos del ángel Gabriel. Una pretensión que es imposible de sostener a la luz de los cada vez más numerosos estudios que demuestran que, por el contrario, estamos ante una obra humana.
Además de la entrevista a Brague, que recomiendo leer, La Nef dedica una serie de artículos a lo que es un interesantísimo dossier sobre el tema. Por centrarme en algunos de los aspectos que más me han llamado la atención, señalaré que:
- Aunque el Islam afirma que el Corán está escrito “en lengua árabe clara”, preservada “de toda alteración”, la realidad es que se han detectado la presencia de vocablos ajenos al árabe, provenientes del siríaco, el hebreo, el griego, el persa y otras lenguas, vinculadas a ciertos conceptos presentes en el judaísmo, el arrianismo, el nestorianismo, el maniqueísmo y el zoroastrismo de tiempos de Mahoma.
- A pesar de la importancia decisiva atribuida por los musulmanes a Mahoma, el fundador del Islam solo es nombrado en cuatro ocasiones en el Corán. El relato de su vida proviene pues de transmisiones orales y tardías, de dudosa fiabilidad.
- De hecho, la mención más antigua que tenemos de Mahoma, inscrita en una moneda árabe-sasánida, es del año 685, más de medio siglo después de su supuesta muerte en 632, y no fue hasta 692, sesenta años después de su desaparición, que la apelación a Mahoma aparece como formando parte de la shahada, la profesión de fe islámica (“No hay más dios que el Dios y Mahoma es su profeta”). Fue el califa Abdel Malik (685-705) quien hizo inscribir el nombre de Mahoma en el mosaico que adorna la Cúpula Dorada en Jerusalén.
- Sería también, a tenor de las últimas investigaciones, Abdel Malik quien habría establecido el Corán oficial (destruyendo todas las copias que diferían de éste) y no Utmán, uno de sus predecesores (644-656), tal y como pretende el sunismo. La atribución a Utman es posterior, en un momento de guerra civil con los partidarios de Alí (que daría lugar al chiismo) y con una motivación de legitimación para una de las partes en liza.
La obra, en tres tomos, vale 89 euros, por lo que es probable que tarde un poco en leerla. Mientras tanto, podemos ir degustando algunos de los interesantes y clarificadores aspectos que se abordan en ella.