En un programa de análisis político en 13TV intervino el Sr. Hernández Mancha, el que fuera presidente de Alianza popular. Lo escuché con atención porque disfruta de una dialéctica muy ilustrada. Demostró saber historia, economía y política. Pero en su amplia intervención soltó una frase que me dejó perplejo. Alguien le preguntó sobre la retirada del proyecto de reforma de la ley del aborto por parte del PP. Se mostró favorable a la decisión del Presidente del Gobierno, y apuntó el motivo con esta frase: “No se trata de ganar el cielo sino las elecciones”.

                Esto lo explica todo. Lo importante es –para ellos- ganar las elecciones. El cielo puede esperar. Ganar las elecciones, aún a costa de vender el alma al diablo. ¿Qué tipo de ideología es esta que no le importa negar los principios más elementales  con tal de no perder  poder? ¿Cuáles son sus fines?  Cuando abandonamos al hombre a su suerte, y solo nos interesa de él su voto, estamos traicionando a la humanidad.  Decía A. Mignolet: Si nuestra civilización se derrumba, es porque ha querido forjar hombres que no fueran más que hombres, y no hijos de Dios.

                Cuando al hombre se le priva de la visión sobrenatural, de los valores trascendentes, se queda huérfano y perdido en un mundo loco. Y el ser humano privado de la visión de lo alto, termina revelándose contra todo lo que no sea bienestar material. Lo que cuenta  entonces es el hoy y aquí. Los hombres tienen una extraña propensión a guardar rencor contra Dios por sus propias faltas y a atribuirle a él las desastrosas consecuencias de las mismas (J. Ancelet).

                Nuestra sociedad está siendo invadida por un tsunami peligrosísimo que amenaza arrancar de raíz los cimientos de nuestra existencia. Y una construcción sin cimientos ya sabemos cuál es su futuro. Si el cielo no me interesa ganarlo, ¿en qué negocio estamos? ¿Cuál es la meta de nuestra vida? ¿Tener más dinero, más poder…?  Así nos va. Toda la corrupción que estamos contemplando nace de ahí. La historia reciente de la humanidad tiene mucho que enseñarnos sobre  el tema, pero nos queremos pensar, ni ver, ni escuchar… Seguimos tropezando en las mismas piedras. Nada hay tan sagrado y tan delicado como el alma de un hombre; nada hay que se arrugue con tanta facilidad (Elisabeth Leseur).

                Cuando nuestra codicia nos pone delante el caramelo del poder, arrinconamos el alma, abandonamos a Dios, y nos dejamos seducir por el canto de las sirenas que nos ofrecen la gloria personal. Esta es la tentación de la política, así lo ha sido siempre. Y lo peor es que esta tentación tan fuerte ha costado la vida a millones de personas (exterminios, abortos, violencia, guerras…). ¿Y no aprendemos?

                Sr. Hernández Mancha, no se puede jugar con barajas trucadas. El Cielo y los votos pueden ser incompatibles. Yo prefiero quedarme con el cielo que es lo que va a durar eternamente. El poder es transitorio. Ahí están en los cementerios todos los que fueron grandes en su momento.   

Juan García Inza

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