Se le llama “el Arbol de la Virgen” a un árbol existente en Egipto, en el que, según quiere la tradición, se habría detenido en su “Huida a Egipto” la Sagrada Familia, aunque como se ve, con una especial atención a la figura de la Virgen María. De hecho, el nombre del lugar en el que se venera, Al Matareya, podría provenir etimológicamente hablando del latín “mater”, madre, referido, claro está, a María.
El árbol de la Virgen María de Al-Matareya, en el norte de la gran capital egipcia de El Cairo, es un lugar de peregrinación de los cristianos coptos, pero también, curiosamente, de los musulmanes, que no sólo profesan, como muchos sabrán, una gran devoción por la Virgen María, sino que incluso recogen en el Corán la misma tradición que da razón de ser al árbol del que hoy hablamos, como tendremos ocasión de ver.
El historiador islámico del s. XV Taqi al-Din Ahmad ibn ‘Ali ben ‘Abd al-Qadir ben Muhammad al-Maqrizi, más conocido como al-Maqrizi, menciona que la Sagrada Familia desembarcó cerca de Ain Shams, y que descansó en al-Matareya, junto a un manantial en el que María lavó las ropas del Niño. La Iglesia copta egipcia conmemora el hecho cada 1 de junio.
El que se tiene por el árbol original (que con toda probabilidad no sería, tampoco, el primero) se echó a perder en 1656, pero de él se extrajo un esqueje del que surgió un segundo, y luego un tercero, y luego un cuarto, que es el que contemplamos hoy. Junto a él existe una iglesia, la llamada iglesia del Árbol María, a la que peregrinan muchas mujeres con dificultades para concebir.
Cuenta la tradición que durante la campaña napoleónica de Egipto, los soldados franceses padecieron una desagradable enfermedad cutánea de la que curaron con la savia del árbol, dejando por ello muchos de ellos su nombre escrito en sus ramas.
La Huida a Egipto es un episodio del que en los evangelios, sólo nos habla San Mateo. Lo hace en estos términos:
“Cuando ellos se retiraron, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estáte allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle.» Él se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto; y estuvo allí hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliera lo dicho por el Señor por medio del profeta: 'De Egipto llamé a mi hijo”'. (Mt. 1, 13-15)
Uno de esos apócrifos que con tanto colorido adorna la infancia de Jesús, el llamado Pseudo Mateo, que podría datar del s. VI, narrando la huída de Jesús a Egipto, nos cuenta:
“Aconteció que al tercer día de camino, María se sintió fatigada por la canícula del desierto. Y viendo una palmera le dijo a José: “Quisiera descansar un poco a la sombra de ella”. José a toda prisa la condujo hasta la palmera y la hizo descender del jumento. Y cuando María se sentó, miró hacia la copa de la palmera y la vio llena de frutos, y le dijo a José: “Me gustaría, si fuera posible, tomar algún fruto de esta palmera”. Mas José le respondió: “Me admira el que digas esto, viendo lo alta que está la palmera, y el que pienses comer de sus frutos”. “A mí me admira más la escasez de agua, pues ya se acabó la que llevábamos en los odres y no queda más para saciarnos nosotros y abrevar los jumentos”.
Entonces el niño Jesús, que plácidamente reposaba en el regazo de su madre, dijo a la palmera: “agáchate árbol, y con tus frutos da algún refrigerio a mi madre”. Y a estas palabras inclinó la palmera su penacho hasta las plantas de María, pudiendo así recoger todo el fruto que necesitaban para saciarse”. (PsMt. 20, 1-2).
El relato conoce tanta fortuna entre los habitantes de las tierras en las que se produjo el ministerio de Jesús y sus adyacentes, que en el ámbito islámico, el mismísimo Corán recoge esta alusión, sin duda alguna inspirada en el Pseudo Mateo, en la que un Jesús que registra una presencia insospechadamente amplia en el Corán, se dirige a su madre en estos términos:
“¡No estés triste! Tu Señor ha puesto a tus pies un arroyuelo. ¡Sacude hacia ti el tronco de la palmera y ésta hará caer sobre ti dátiles frescos, maduros! ¿Come pues, bebe y alégrate! Y si ves a algún mortal di: “He hecho voto de silencio al Compasivo. No voy a hablar pues, hoy con nadie” (C. 19, 24-26).
Si bien, no debe pasar desapercibido que mientras esta tradición que recogen apócrifos y Corán el árbol es una palmera, el llamado “árbol de la Virgen” es, sin embargo, un sicomoro.
El santuario del Arbol de la Virgen forma parte de toda una amplia e intensa tradición existente entre los cristianos coptos de lo que fue la presencia de la Sagrada Familia en Egipto. Una tradición copta habla de una aparición mariana en la que María revela su itinerario egipcio al Papa copto Teófilo entre los siglos IV y V. Con motivo de la celebración del bimilenario de la llegada de la Familia al país, se acometen unas obras de mantenimiento y embellecimiento, y el actual patriarca de la Iglesia Copta, Shenouda III, aprobó un mapa oficial del itinerario de la Familia por el país del Nilo.
En cuanto a la Iglesia Copta, es una iglesia muy antigua, que no se halla en comunión con Roma, tiene su propio Papa, Teodoro II en la actualidad, y profesa el monofisismo, es decir, la creencia en una única naturaleza de Jesús, aunque las diferencias cristológicas con Roma tienden a desvanecerse.
La comunidad copta supera los 50 millones de personas, establecidas principalmente en Etiopía, (unos 38 millones), donde constituyen la mayoría, y Egipto (unos 12 millones), donde constituyen una minoría muy importante, y de hecho, la comunidad más antigua en el país, anterior a la llegada de los árabes musulmanes a partir del s. VII, los verdaderos "egipcios faraónicos" por decirlo de una manera muy gráfica. Existe también una pequeña comunidad copta, unos 250.000 fieles, en comunión con Roma.
Que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos.
©L.A.
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