Sacrificio viene del latín…, Sacro facere es  decir, hacer sagrado algo. Pero aunque este era el significado inicial, el tiempo ha ido haciendo aplicación del término sacrificar a otras actividades humanas, no religiosas. En el sentido originario, que es el que aquí nos interesa, sacrificar es ofrecer algo a Dios por razón de amor hacia Dios. Hacer un sacrificio, es realizar algo que  cuesta trabajo, o de alguna forma nos causa perjuicio y que se hace por amor a Dios. El sacrificio es un término genérico, en realidad la mortificación es una especial clase de sacrificio, por lo que son muchas las clases de sacrificio que se pueden realizar, desde la simpleza de cederle el puesto a alguien al subir o bajar en el ascensor, hasta aceptar el ser torturado y sacrificado dando testimonio de amor a Cristo y por Cristo morir mártir.

Santo Tomás de Aquino decía: “…, todo lo que es ofrecido a Dios, con miras a elevar el espíritu del hombre a Dios puede llamarse sacrificio”. Y también escribe Santo Tomás, diciéndonos: “Cuando se ofrecían, dones materiales, pan, incienso, la acción sagrada se denominaba oblación. Los otros sacrificios constituían en seres vivos. El que se ofrecía en reconciliación con Dios, es el holocausto, así llamado porque todo se consumaba en honor de Dios. Es el sacrificio por excelencia”. Aparte de la mortificación, que es una forma muy concreta de sacrificarse, existe otras varias formas de sacrificio, cómo es la ofrenda, u oblación, el holocausto y otras. La parte de la misa denominada ofertorio, en sí, es una ofrenda al Señor. En cuando el holocausto, este es un sacrificio, en el que el objeto de la ofrenda, siempre que se consuma en fuego.

            Existen sacrificios buscados y aceptados por amor y no buscados pero aceptados por amor a Dios. Los sacrificios se llevan con garbo y alegría si el fin vale la pena. Nunca el Señor nos dijo que el camino de nuestra santificación fuese un camino de rosas. Todo lo contrario, bien claro fue cuando dijo: “…, si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”. (Mt 16,24). El Señor, nos ofrece un camino de sacrificios y a fin de que nos fuesen más livianas las cargas de estos sacrificios tal como nos dejó dicho: “Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallareis descanso para vuestras almas, pues mi yugo es blando y mi carga ligera”.(Mt 11,29). Son otras varias las aseveraciones y normas, las que el Señor nos dejó reseñadas, para recorrer el camino espiritual, y este camino no es posible recorrerlo sino se pasa por el sacrificio y la oración.

En el Catecismo de la Iglesia católica en el parágrafo 2015. Se nos dice:"El camino de la perfección pasa por la cruz. No hay santidad sin renuncia y sin combate espiritual (cf. 2Tm. 4). El progreso espiritual implica la ascesis y la mortificación que conducen gradualmente a vivir en la paz y el gozo de las bienaventuranzas: El que asciende no cesa nunca de ir de comienzo en comienzo mediante comienzos que no tienen fin, jamás el que asciende deja de desear lo que ya conoce (S. Gregorio de Nisa, hom. in Cant. 8)”. En el Kempis se nos dice: “Prepárate para sufrir con paciencia más que para gozar de consuelos, y más para llevar la cruz que para la alegría”.  Y más adelante y en relación con nuestra capacidad de  sufrimiento el Kempis también nos dice: “Pero esto no procede de la virtud del hombre, sino de la gracia de Cristo, que puede y obra tales prodigios en la carne frágil; pues la lleva hasta el punto de hacerla emprender y amar con fervor de espíritu lo que siempre aborrece y rehúye por naturaleza”.

En el camino de nuestra salvación lo importante es amar  al Señor, el amor es el todo en nuestra vida espiritual, no es posible alcanzar a Dios, que es amor y solo amor, sin amarle. San Agustín decía: “Donde reina el amor no hay dolor, y de haberlo, se ama”.  San Francisco de Sales, manifestaba que en lo referente al sacrificio hay que hacerlo todo por amor y nada por la fuerza. Y Santa Teresa de Calcuta decía que el amor es siempre sacrificio. Y esto es así, porque una de las características del amor es la asemejanza, el querer imitar al amado, y ello implica cambiar y en el cambio siempre hay sacrificio y se sufre.Para expresar su amor por Dios, sus amantes no pueden encontrar un modo más adecuado que el del sufrimiento. Blosio nos decía: “Si no puedes ofrecer un sacrificio perfecto, al menos ofrece buena voluntad. Ofrece con espíritu humilde buena intención y ya no tendrá el demonio de que calumniarte ni de qué burlarse de ti”  Y San Josemaría Escrivá decía: Que el sacrificio era necesario, “…, porque en la vida de Cristo el Calvario precedió a la Resurrección y a la Pentecostés, y ese mismo proceso debe de reproducirse en la vida de cada cristiano”.

Nada hay tan ligado al sacrificio como soportar nuestra propia cruz. Porque todos tenemos nuestra cruz particular y nada nos hace tan parecidos al Señor como llevar su cruz. La cruz nos produce sufrimiento y es necesario sacrificarse, porque sin cruz ni existe nadie. El obispo Fulton Sheen, en su libro “Vida de Cristo”, escribe que: “El Señor a sus discípulos…, ahora les advertía que tendrían también ellos una cruz, si realmente eran discípulos suyos. Carecer de cruz haría a uno sospechoso de carecer de la marca indeleble de pertenecer a su rebaño”.  Amemos nuestra cruz y amémosla apasionadamente, abracémonos a ella, porque cuanto más amor pongamos en este abrazo, más dulce se nos hará el sufrimiento que ella puede proporcionarnos. Es más, este sufrimiento puede, por razón de amor, llegar a convertirse en un goce deseado. Más de un santo a este extremo, ellos han llegado, y nosotros ¿porque no?

Para alcanzar esta meta, gracias divinas no nos van a faltar, el problema es sencillamente tener la voluntad de llegar a esta meta, que a nadie se le cierra el camino. Y ya se sabe que en el hombre: Querer es poder, el deseo y la perseverancia en el deseo, siempre dan frutos insospechados y maravillosos. En todo caso, escribía San Alfonso Maria de Ligorio, “…para las almas que aman ardientemente a Jesucristo, los dolores e ignominias, tornase suaves y deleitables. Quien padece amando a Dios, dobla la ganancia para el paraíso”. Aquí, en la tierra, amar es padecer. El verdadero amor a Dios y a Cristo es engendrado en la cruz y sólo bajo la cruz criado y llevado a la perfección. El que no quiere sufrir, no ama. Y el que no ama es imposible que alcance la vida eterna.¡

Dios Padre, no tiene otras miras sobre el hombre que un proyecto de amor y de salvación. Ahora bien (y aquí reside el misterio), este proyecto del Padre no elimina directa ni totalmente el sufrimiento, en este mundo. Lo asume para transformarlo en vida y en victoria. El sufrimiento en sí, es un misterio, y la única respuesta que Jesús ha dado al misterio del sufrimiento es su solidaridad inquebrantable con los hombres que aman al Señor. Y ese es también el camino que nos ha mostrado a nosotros. Y nos da ejemplo, haciéndonos comprender el tremendo valor del sufrimiento soportado por amor a Dios que puede ser incluso más meritorio y más útil para la salvación del mundo que lo puedan ser las inefables alegrías de una profunda vida de oración contemplativa.

A los ojos de Dios el sufrimiento posee una seducción absolutamente incomprensible para nosotros, sin la cual, ciertamente, Él no habría elegido la cruz para salvarnos. Hay ciertamente un misterio indecible, establecido por Dios mismo, que quiere que el sufrimiento tenga valor en unión con el de Cristo. La conclusión salta a la vista, si Jesús redimió al mundo aceptando silenciosamente el dolor, todo cristiano que se asocie a ese dolor con su propio sufrimiento participa del carácter redentor de Jesús. Redime junto a Jesús.

       Una gran tribulación, hace crecer al hombre en madurez más de cinco años de crecimiento normal. Se oyen con frecuencia estos comentarios: ¡cómo ha cambiado fulano! ¡Cuánto ha madurado! ¡Es que le ha tocado sufrir mucho!

Si te detienes un momento, miras atrás en tu vida y reflexionas un poco, descubrirás que tantos acontecimientos dolorosos de tu pasado que en su momento te parecieron desgracias, hoy al cabo de diez años, estás comprobando que te han traído mucha bendición, desprendimiento y libertad interior. Al cabo de los años, han resultado ser, no desgracias, sino hechos providenciales de la vida. La inmensa mayoría de las grandes transformaciones que yo he conocido en mi vida han partido siempre de una gran tribulación. Tribulación, sacrificio y sufrimiento, son tres elementos que en la vida del hombre, generalmente se presentan unidos

            Los sacrificios sea encontrado sin haber sido buscarlo, pero aceptado y el que es buscado y desde luego aceptado, siempre producen en la persona un acercamientos a Dios. Los trabajos a penas abrazadas por Dios, son como preciosas perlas, que cuanto mayores, son más preciosos y mayor amor causan en quien las recibe, para con quien se las da; así las penas dadas y recibidas de la criatura de Dios, cuanto mayores, eran mejores y mayor amor causaban para con Él. “Si resulta que el sufrimiento es bueno, ¿no deberíamos de perseguirlo en lugar de evitarlo? Mi respuesta a esta pregunta, escribe Carl Lewis, es que el sufrimiento no es bueno en sí mismo. Lo verdaderamente bueno para el afligido en cualquier situación dolorosa, es la sumisión a la voluntad de Dios, cuando acepta el sufrimiento”.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.

  1. Libro. DEL SUFRIMIENTO A LA FELICIDAD.- www.readontime.com/isbn=8460999858
  2. Libro. LA HUELLA DE DIOS. Isbn.- www.readontime.com/isbn=9788461164523
  3. Libro. CONVERSACIONES CON MI ÁNGEL.- www.readontime.com/isbn=9788461179190
  4. Libro. DEL MÁS ACÁ AL MÁS ALLÁ.- www.readontime.com/isbn=9788461154913
  5. Libro. RELACIONARSE CON DIOS.- www.readontime.com/isbn=v
  6. Libro. LOS DESEOS HUMANOS.- www.readontime.com/isbn=9788461316298

 

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