Hablamos de mil y una tonterías que pierden actualidad en semanas, cuando no días (prueben a leer un periódico de hace unos meses y entenderán a qué me refiero) y mientras tanto ocurren cosas que lo cambian todo. Alguien escribió aquello de que la próxima revolución no será anunciada en los periódicos ni retransmitida en las televisiones. Pues bien, la aprobación en el Parlamento de Cataluña de la Ley “antihomófoba” que en su nombre afirma que es “para la erradicación de la homofobia, la lesbofobia y la transfobia” es de una gravedad inaudita, es uno de esos sucesos revolucionarios que cambian el mundo en que vivimos. Por desgracia, este cambio no es para bien; y es que la nueva ley implica menos libertad, más imposición, más totalitarismo.
La ley es una amenaza real y muy peligrosa para nuestra libertad. La nota emitida por E-cristians resume perfectamente los peligros que de ella emanan. Me gustaría glosar algunos de ellos:
1. La inversión de carga de la prueba es quizás el punto que, de forma más evidente, marca un cambio de paradigma, el abandono del llamado Estado de Derecho para entrar de lleno en un Estado totalitario. En efecto, con la ley en la mano es el denunciado quien tiene que probar su inocencia. Adiós presunción de inocencia. Bienvenido 1984.
2. Estamos ante una ley que no va contra la discriminación, sino que cruza esa línea y se lanza a la apología, promoción y fomento de la homosexualidad. Hemos pasado de un Estado “confesional” relativista (ya saben que eso del Estado neutro no existe) a otro Estado “confesional” homosexualista. La promoción de la homosexualidad pasa a ser principio rector y fundamento del Estado y “eliminar los estereotipos negativos” será uno de sus objetivos, para los que se dota de instrumentos que pasan por encima de la legalidad hasta ahora establecida.
3. Esta ley crea dos clases de colectivos: los nuevos privilegiados, principalmente activistas y organizaciones homosexualistas, que reciben un trato especial por parte del Estado y que gozan de unos derechos que se nos niega al resto de los mortales, y una nueva clase de parias, aquellos que no sostenemos el discurso homosexualista y que, con la ley en la mano, nos pueden aplicar importantes sanciones hasta conseguir reeducarnos, al más puro estilo maoísta, o al menos callarnos. ¿Y todavía hay quien se atreve a hablarnos de igualdad?
4. No hace falta decir que esta ley totalitaria aplasta el derecho de los padres a que sus hijos reciban una educación acorde a su moral, la libertad de expresión y la libertad religiosa. La nota de E-cristians lo explica a la perfección con un ejemplo: "yo trabajo codo con codo con un musulmán, puedo incluso rezar con él, y por descontado y siempre rezar por él, pero en ningún caso puedo aceptar que obliguen a mi sociedad, a sus medios de comunicación, a nuestras escuelas a ser adoctrinados en el Islam y a valorarlo siempre positivamente, porque de lo contrario seré acusado de islamofobia. Pues es exactamente lo mismo con la homosexualidad y bisexualidad"
5. El papel del gobierno de CiU, y en concreto de Artur Mas, es revelador y muy significativo. Convergencia no sólo ha apoyado con entusiasmo la ley (la ponente, convergente, afirmó que esta ley daba sentido a su labor política), sino que ha engañado a las numerosas asociaciones que se oponían a la misma. Mas prometió votar en contra de la inversión de carga de la prueba, llevar la ley al Consejo de Garantías Estatutarias y presentar una ley general contra todo tipo de discriminación. Mas no ha cumplido su palabra, no ha cumplido con su compromiso (parece que sólo mantiene sus compromisos si son con Junqueras), ha mentido a sus interlocutores y les ha engañado lamentablemente. Malos tiempos estos cuando, lo acabamos de ver con el incumplimiento de Rajoy en materia de aborto, los políticos se dedican a engañar a sus votantes y distraerlos con otros temas pensando que nos olvidaremos de sus mentiras. Algunos estamos decididos a que no nos tomen el pelo nunca más. Por otra parte, decía que era significativo pues Convergencia vuelve a ser la introductora en nuestro país de nuevas medidas legislativas de reingeniería social con efectos muy negativos en nuestra sociedad. Ocurrió ya con las parejas de hecho, precursora de los matrimonios entre personas del mismo sexo (que le valió entonces a Jordi Pujol la reprimenda de Juan Pablo II) y volvió a ocurrir con la proclamación de la ideología de género como principio rector en el nuevo Estatut. Si uno mira a las últimas tres décadas, es imposible ignorar el protagonismo de Convergencia en la labor de socavar todo aquello que subsiste de la civilización judeocristiana.
No pretendemos exagerar, pero es difícil no ver la gravedad de esta ley. Una ley delirante como lo prueba un sencillo experimento: prueben a sustituir “homosexual, lesbiana y transexual” por otro colectivo susceptible de ser discriminado (gitanos, mujeres, pobres…) y verán lo disparatado del asunto.
Una última reflexión: en teoría gastamos mucho dinero, empezando por la educación y siguiendo por los medios de comunicación y campañas institucionales, para eliminar todo tipo de discriminación e intolerancia, y sin embargo no paran de aparecer nuevas “fobias”. Yo me había quedado con lo de “homofobia”, pero gracias a esta ley he descubierto la “lesbofobia” y la “transfobia” (por cierto, ¿cómo llamaremos a la fobia a los alimentos transgénicos? ¿Transfobia también? Todo es un poco confuso). Ahora sólo falta que otro colectivo subrepresentado, sometido a estereotipos vejatorios e ignorado por las subvenciones públicas sea no sólo protegido, sino promovido por el Estado. Nos referimos, claro está, al colectivo de varones heterosexuales blancos.