“Voy a enviaros al profeta Elías antes de que llegue el día de Yahvé, grande y terrible. Él reconciliará a los padres con los hijos y a los hijos con los padres, y así no vendré a castigar la tierra con el anatema”
(Malaquías 3:23-24)
INTRODUCCION
Elías fe uno de los más grandes profetas del Antiguo Testamento y, sin embargo, también uno de los menos conocidos. Elías no dispone de un libro propio en la Biblia, sino que toda su obra está contenida principalmente en el 1er. y 2º. Libros de Reyes.
En este trabajo se intentará conocer mejor la figura de Elías, pero antes de ello veamos cuál es el llamado que los distintos profetas recibieron de Dios.
EL PROFETA Y SU LLAMADO
Los israelitas se habían convertido en nación después de haber sido redimidos de la esclavitud de Egipto. Se les había dado una Ley, por lo que estaban comprometidos a una vida de obediencia a Dios y a una religión que constantemente les recordaba su dependencia del perdón y de la misericordia de Dios.
Pero constantemente fallaban en cuanto a sus promesas hacia Dios. Debido al culto a los ídolos, la guerra civil, la inmoralidad y la satisfacción de sí mismos, la nación necesitaba que se le recordara una y otra vez el punto central de su existencia.
Y por ello Dios hizo un llamado a los profetas, verdaderos hombres de Dios, para invitar al pueblo a que retornara a Dios y a sus caminos, ya que la Ley de Dios había dejado de ser una fuerza eficaz que moldeara a los hombres y a la sociedad. La intención de los profetas era más bien sacar al pueblo de las falsas prioridades e insistir en la exigencia primordial de Dios de que su pueblo debe obedecer sus mandamientos y vivir sus normas.
Los profetas eran esencialmente hombres a los que Dios escogía para acercarles a Él. El llamamiento del profeta no era hereditario, como lo era el del sacerdote. Y Dios escogía a sus profetas de entre muchos estratos de la vida.
El verdadero profeta afirmaba tener el privilegio de estar en el ‘secreto’ del Señor, palabra que transmite tanto la idea de consulta como la de intimidad con Dios. El término ‘profeta’ significa ‘llamado por Dios’, con la consiguiente tarea de proclamar el mensaje de Dios a los hombres. El llamado de Dios no es una invitación, sino un nombramiento: ‘Pero Yahvé me tomó de detrás del rebaño, y Yahvé me dijo: Ve y profetiza a mi pueblo Israel’ (Amós 7:15).
La gloria culminante de los profetas del Antiguo Testamento es que Dios les permitió y les capacitó para ver, desde mucho antes, la esplendidez de la gran persona que vendrá: el Señor Jesús, quien puso el sello a sus profecías como Palabra de Dios para los hombres. ¿Y qué mayor incentivo podríamos tener nosotros para conocer los mensajes de los profetas, sino la afirmación misma de Jesús de que sin ellos no podemos entenderle a Él, pero que con ellos podemos conocerle y predicar sobre Él a todo el mundo? Él les dijo: ‘¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso para entrar así en su gloria? Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras’ (Lucas 24:25-27).
EL PROFETA ELIAS
‘Elías’ es la forma helenizada del nombre hebreo ‘Eliyahú’, que literalmente significa ‘Dios es Yahvé’. Fue un profeta relevante que vivió en el siglo IX a.C. y nació en Tishbé, por lo cual se le conoce también como ‘el tisbita’. De él habla la Biblia en los capítulos 17 al 21 del 1er. Libro de Reyes, y los capítulos 1 y 2 del 2º. Libro de Reyes.
El ministerio profético de Elías comienza en la época del reinado de Ajab (874 al 853 a.C.), en donde anuncia que como castigo por haber abandonado la religión verdadera, vendrá sobre la nación un verano de tres años seguidos, por lo que, efectivamente, dejó de llover durante 36 meses, por lo que el hambre y la sed hicieron estragos entre la población. Por orden divina, Elías se retiró a vivir a una cueva junto a una fuente de agua. Cuando la fuente se secó, Dios le ordenó que se fuera a vivir a una ciudad fenicia de nombre Sarepta, que estaba localizada entre Sidón y Tiro, junto a la actual Sarafand, en Siria.
Elías vestía pobremente con una tosca piel de camello y una correa, tal como vestiría en siglos posteriores Juan el Bautista. De hecho, el propio Jesús ya hizo referencia a Juan el Bautista y a Elías en dos ocasiones en la Biblia:
.- ‘Entonces, ¿a qué salisteis? ¿A ver un profeta? Sí, os digo, y más que un profeta. Este es de quien está escrito: He aquí que yo envío un mensajero delante de ti, que preparará tu camino por delante de ti. Y, si queréis admitirlo, él (Juan el Bautista) es Elías, el que iba a venir. El que tenga oídos que oiga’ (Mateo 11:9-10 y 11:14-15).
.- ‘¿Por qué, pues, dicen los escribas que Elías debe venir primero? Respondió Él: ciertamente, Elías vino ya, pero no le reconocieron sino que hicieron con él cuanto quisieron. Así también el Hijo del hombre tendrá que padecer de parte de ellos. Entonces los discípulos entendieron que se refería a Juan el Bautista’ (Mateo 10:13).
La importancia de Elías fue fundamental. Ha sido señalado con toda claridad en el libro de Malaquías como el profeta que había de preceder al Mesías, tanto en su primera venida como en la Parusía (Malaquías 3:23-24).
Avisado por Dios que iba a ser llevado al cielo, Elías nombró como sucesor suyo a Eliseo, quien le pidió un último favor: que le transmitiera lo más importante de su espíritu, o sea, que le pasara sus poderes y sus cualidades proféticas, a lo cual Elías le respondió que si Eliseo le viera mientras subía al cielo, se le concedería lo que había pedido. Después llegó un carro de fuego, llevándose a Elías al cielo. Eliseo le vio subiendo entre las nubes, y recibió con ello las cualidades y poderes de Elías (2º. de Reyes 2:11).
Debemos recordar también el pasaje bíblico de la Transfiguración (Marcos 9:4), donde se muestra a Elías y a Moisés hablando con Jesús, en presencia de tres de sus discípulos: Pedro, Santiago y Juan.
En la tradición judía, Elías es esperado aún en los hogares en las festividades de la Pascua, y se le reserva un asiento en la mesa.
ELIAS Y EL REY AJAB
La vida religiosa de Israel alcanzó su punto más bajo en el reinado de 22 años del rey Ajab. Él y su perversa esposa, Jezabel de Tiro, introdujeron el culto pagano del dios fenicio Baal. Ante esta crítica situación, Dios envió a Elías, el mayor de los profetas.
Se adoraba a Baal como dios de los fenómenos atmosféricos. En consecuencia, Dios hace la demostración de que sólo Él tiene poder sobre el sol y la lluvia. Y cuida a Elías en el propio país de Baal, en Serepta, cerca de Sidón.
Después de tres años en los que Jezabel ha hecho lo posible para eliminar el culto al Dios de Israel, Elías llega allá con un reto: Baal debía producir fuego tan fácilmente como lluvia. Y el resultado de la contienda demuestra que Dios es Dios y de que Baal es impotente. Incluso así, y a la vista del resultado, no hubo una reforma religiosa profunda y duradera.
Pero toda euforia pasa. Tensiones espirituales y físicas dejan a Elías en depresión, temor y desengaño. Jezabel sigue con mano castigadora. Elías huye hacia el sur, en pleno desierto, y se queda en el Sinaí, en el Monte Horeb. En el lugar en donde Dios se dio a conocer a Moisés, le habla a Elías en medio del silencio. Se ocupa de su autocompasión, le restaura el sentido de proporción, y le muestra el camino a seguir.
Entonces es cuando Elías nombra como su sucesor a Eliseo, llamado a convertirse en profeta, por medio de la acción simbólica de Elías al echarle su propio manto alrededor de Elías.
ELIAS EN LOS LIBROS DE REYES
Es imposible intentar encerrar en estas pocas páginas la personalidad y la obra del profeta Elías. Leyendo las pocas páginas en la Biblia donde se nos habla de él (1º. de Reyes 17,19 y 21 – 2º de Reyes 1-2) podemos intentar descubrir sus rasgos principales:
.- El hombre ante Dios: Aparece con frecuencia la expresión ‘el Señor a quien sirvo’ o ‘ante el que estoy’. Elías no comparte con nadie su culto, aunque sí trata de convertir al pagano, y quiere que el pueblo haga lo mismo.
.- Llevado por el Espíritu Santo: Un servidor del rey Ajab dijo a Elías: ‘Cuando me aleje de ti el espíritu de Yahvé te llevará a donde yo no sepa’. De ahí es de donde procede la fuerza del alma de Elías y su libertad interior; del Espíritu de Dios.
.- Fe sin divisiones: Cuando el sacrificio del monte Carmelo, Elías intenta a forzar al pueblo a elegir entre el Dios vivo y personal, o bien a Baal. Elías creía si ver, y porque Dios se lo pide anuncia la llegada de la lluvia, pero sin verla venir (1º Reyes 18:41 y siguientes).
.- Intimidad con Dios: Su visión de Dios (1º Reyes 19), al igual que la de Moisés (Éxodo 33:18 y siguientes), es el modelo de vida mística. En su oración, al igual que Moisés, Elías no cae en efusiones místicas, sino que le habla a Dios de su misión.
.- Defensor de los pobres: Ante el rey y los poderosos, Elías siempre defiende al pobre (1º Reyes 21).
.- Su universalismo: Como Elías cree en Dios sin divisiones y se deja conducir por el Espíritu Santo, es libre para tratar con los paganos (1º. Reyes 17), pero también les pide una fe incondicional (1º Reyes 17:13).
CONCLUSION
En un momento en que la invasión del cultismo pagano hacía peligrar la religión de Yahvé, Elías se alza como el campeón del verdadero Dios y logra, en la cumbre del Monte Carmelo, una brillante victoria sobre los profetas de Baal (1º. Reyes 18).
Elías, defensor de la fe, lo es también de la moral, y fulmina la condenación divina contra Ajab. Su misterioso fin (2º. Reyes 2:1-18), envuelve en un halo su figura, la cual no ha dejado de agrandarse en la tradición judía.
Su mensaje atañe tanto el presente como el futuro, pero como intérprete de Dios, se halla por encima del tiempo. Sin embargo, como el profeta Elías no era más que un instrumento de Dios, el mensaje que transmitió puede rebasar las circunstancias en que se haya pronunciado, quedando envuelto en el misterio hasta que el porvenir lo haga explícito realizándolo.
‘… y convertirá al Señor, su Dios, a muchos de los hijos de Israel, e irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos y a los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto’
(Lucas 1:16-17)