Una vez pasado el calentón que muchos votantes del PP se han llevado, llega el momento de mesurar las reflexiones. Aunque la traición, la burla a la que los votantes del PP han sido sometidos públicamente haya sido de nota, sí que me gustaría mostrar un lado positivo de todo esto, y es que muchas personas de bien, a las que les preocupan una serie de valores y principios, empiezan a despertar de la anestesia electoral en la que viven desde hace un tiempo.
Lo de que el PP no es un partido Provida no es nada nuevo, aunque a algunos les haya pillado de nuevas. En su sentir y en su identidad, manifestados en su actuar, los políticos del PP llevan 18 años enseñando la patita, y en su sentir y en su identidad, manifestados en su actuar, no se puede decir otra cosa que ni sienten ni piensan ni tienen conciencia de que haya que proteger nuestra vida humana en el vientre materno desde nuestra concepción. Permitidme hacer una pequeña memoria histórica para exponerlo.
En el año 1985 gobernaba con mayoría abrumadora el PSOE de Felipe Gonzalez. Tan solo hacía diez años que se había muerto Franco y la ´ley del péndulo´ colaboró en la transición a llevar todo lo posible al extremo contrario de lo que se había vivido en España los anteriores cuarenta años, desterrando obviamente lo malo, pero también lo que hubiera de bueno.
El PSOE, mediante una Ley Orgánica, y sin buscar consenso ninguno con nadie —como procede al gozar de mayoría absoluta, pues el consenso te lo han dado las urnas— reformó el Código Penal, despenalizando el delito de aborto en tres supuestos: (1) Violación. (2) Peligro para la salud física o psíquica de la madre. (3) Presunción de taras físicas graves del feto.
La débil oposición parlamentaria de aquellos años estaba formada aún por los partidos de Centro y por los orígenes del PP, liderados por la extinta Alianza Popular de Manuel Fraga.
Fueron años de intenso debate en el que la causa Provida, encarnada en el catolicismo tradicional, no supo argumentar con razón las razones del providismo. Casi siempre señalando y culpabilizando a la embarazada, casi siempre argumentando principios religiosos que, siendo veraces, no tiene por qué ser compartidos por quienes no los profesan, y entrando en el barro por el argumento científico pero dejando de lado el social. La verdad es que en una sociedad madura y honesta hubiese bastado con proponer que un embrión humano es un ser humano vivo en desarrollo con su ADN perfectamente diferenciado de todos los demás seres vivos, y de todos los demás seres humanos, pero a ese mismo ser humano, ya adulto, no le basta con eso, y los partidarios del aborto cargaron sus argumentos con el mecanismo de la lágrima y los casos extremos, es decir, entrando en la conciencia social por la vía del corazón en vez de por la de la cabeza. Así, los partidarios del aborto en aquellos años, llevaron el debate siempre a casos extremos para legislar también los que no son extremos: a lo anormal le dieron el rango de norma.
Así pasó. Por el supuesto despenalizador de peligro para la salud psíquica de la madre se ejecutaron en España, durante décadas, el 97% de los abortos, algo sencillo de justificar ante la ley cuando el peritaje psicológico de las mujeres embarazadas dependía de los propios centros abortistas. Yo mismo he llegado a ver con mis ojos, tenido en mis manos, informes psicológicos de un centro abortista, en blanco pero firmados por el médico.
Los años fueron pasando y el reconvertido centro derecha español siguió perdiendo elecciones. 1986, 1989, 1993… La sociedad española se fue ´europeizando´, para mucho más bien que para mal, al mismo tiempo que los nuevas generaciones de cristianos, los hijos de los católicos del franquismo, nos fuimos empezando a empapar de una tibieza más fruto de la acomodada situación en que habíamos vivido la Iglesia durante cuarenta años, que de la falta de interés de nuestros padres. Sencillamente, éramos una generación de católicos nacida y educada para vivir mandando, acostumbrada a dar demasiadas cosas por supuestas. El problema está que el hábitat natural de la Iglesia no es una poltrona, sino la cruz. Llegó un momento en que, nosotros, individuos hijos de una generación católica, no sabíamos ni quienes éramos, ni quienes queríamos ser, ni quienes habíamos sido.
Este desconcierto religioso del que hemos sido víctimas en Occidente —y en España como caso particular— los católicos de a pie, empapó todas las esferas públicas. Me explico. En España, toda la gente de mi generación está bautizada, y mucha de ella ha sido educada en colegios católicos. Es decir, que su problema no es que no se les haya evangelizado. Saben perfectamente la vida de Jesús, han hecho la Comunión, y seguramente se hayan casado por la Iglesia con esos insuficientes cursos matrimoniales de por medio. Sin embargo, la inmensa mayoría de esta generación católica en lo cultural, no está en la Iglesia, y no lo es en lo vivencial, pues la semilla de su fe se sembró como elemento cultual pero no vivencial, sin experimentar ese "encuentro personal con Cristo " que todo lo cambia, del que uno sale dispuesto a vivir su propia fe en Cristo, al que ha conocido en persona, y no de oídas.
Uno de esos ámbitos a los que llegó este desconcierto, mezclado con el progreso económico y el bien vivir, fue el político, llegando también a ese centro derecha español, sucesor del nacional catolicismo que nos engendró pensando que todo nos lo arreglaría Papá Estado por la gracia de Dios. Y resulta que la vida, ya no era así.
En algún momento dado, y sin ser algo premeditado, sino más bien como fruto de ese empape de la cultura presente, en el PP se decidió que el aborto no iba a ser una causa de debate. Se aceptaba la legislación vigente de 1985 y se pactó con el PSOE que mientras los de derechas no recortarían esa ley, los de izquierdas no la ampliarían. Se había llegado al tan jaleado ´consenso´, pero se había pactado con el Diablo legitimando de alguna manera la muerte de inocentes. Fue una pena, pero fue así.
No se anunció esta toma de posiciones ni se habló de ella, y si la causa Provida se mantuvo en los ya entrados años 90 en España con cierta actividad, fue gracias a un héroe de leyenda llamado Jesús Poveda, y a todos los que con él enarbolaron una causa que, estando perdida, no ha dejado de salvar algunas que otras vidas. Casi nada, oiga. Salvar vidas.
En 1996, el PP de Aznar ganó las elecciones generales con un pequeñísimo margen que le obligó a pactar para gobernar.
Los votantes provida del PP, que ya no eran ni de lejos todos los votantes del PP, excusamos al Gobierno su inactividad en materia de aborto en la obligación de pactar. Yo entonces, con 19 años, acepté pulpo como animal de compañía. Al fin y al cabo, no había conocido otra cosa en casi toda mi vida que un gobierno explícitamente abortista, y guardaba la esperanza de que cuando el PP obtuviese una mayoría absoluta, derogase la Ley del Aborto de 1985.
En 2000 llegó esa mayoría absoluta. Recuedo llamar por teléfono a mi padre para celebrarlo. Estaba emocionado.
En 2002, con seis meses en el cargo, la entonces Ministra de Sanidad, hoy de Fomento, Ana Pastor, del Gobierno del PP con mayoría absoluta, promueve y aprueba en España la dispensación y comercialización de la llamada Píldora del Día Después.
La PDD es un fármaco que, en caso de que tras un coito se haya producido concepción, impide al embrión humano anidar en el útero materno, siendo expulsado al exterior y siendo por tanto abortado. Por decirlo de alguna manera, esta acción que pasó bastante desapercibido en cuanto a su repercusión, fue de hecho una ampliación más a la Ley del Aborto, dado que ampliaba las opciones y vías de abortar. Sí, en estados muy iniciales del embarazo. Sí, incluso cuando aún no se sabía si había embarazo sino en un ´por si acaso´. Sí, sin técnicas invasivas y sin imágenes de órganos y extremidades destrozadas. Pero lo que hace esta pastilla que nos coló el PP, no es prevenir una concepción. No es un anticonceptivo, sino que lo que hace, insisto, es impedir el anidamiento de un embrión ya concebido y con apenas unas horas de vida. Una vez que se ha consumado la concepción, atacar ese embrión humano es abortar un embrión humano. Recuerdo cómo, haciendo un trabajo de investigación sobre esto, la encargada de un centro de salud de guardia me contaba que los sábados por la noche, las jóvenes madrileñas las consumían "como lacasitos".
Ahí, en ese 2002, yo hice una reflexión. En política tiene que haber unos mínimos morales y éticos, y en mi caso, que por aquel entonces estaba fuera de la Iglesia y lo que dijeran los curas me daba bastante igual, esa línea la marcaba la defensa de la vida. No hace falta ser Sherlock Holmes para dilucidar que alguien que ataca la vida, o que no la defiende en su estado embrionario, no podrá defenderla, llegado el momento, en los demás estados de su desarrollo ni en otros ámbitos de su curso. Ni en estado adulto, ni estado adolescente, ni en estado terminal… Ni en la Economía, ni en la Defensa, ni en el Trabajo… ni en nada. El político que hace tal cosa por acción u omisión, es merecedor de sospecha de venderse llegado el momento, fuera el interés que mediase, al mejor postor. Aborto, eutanasia, matrimonio, o lo que sea…
Así que llegaron las siguientes elecciones y llegó mi desconsuelo. Fueron las Municipales y Autonómicas de 2003. Yo, sin afiliarme, fui en las listas de un partido minoritario cuyo nombre llevaba a chanza para mucha gente, pero que para mí, representaba lo que más necesita España para reconstruir una sociedad que está mucho más enferma en lo moral y en lo ético de lo que lo económico nos deja ver. Se llamaba Partido Familia y Vida.
Pedí el voto para FyV entre mis amigos y en mi familia. Burlas a parte, que las hubo, lo peor fueron las críticas abiertas y directas culpabilizando mi actitud como semilla de división entre los partidarios de la vida. En resumen, el argumento que no pocos me tiraron a la cara era que dado que FyV no iba a sacar muchos votos, estábamos dividiendo al PP y restándole votos, facilitando la victoria de los que sí que eran abortistas de verdad. Aprendí también que lo de los partidos políticos es parecido a los equipos de fútbol. Por más que yo argumentase que el PP no hacía nada en defensa de la vida, daba igual. Era como cuando discuto de fútbol con mi mujer, que es del Atleti, y le digo que se haga del Madrid porque tiene diez Copas de Europa y el Atleti no tiene ninguna. La da igual. Cómo a los del PP entonces, solo que en el Atleti no matan a nadie.
Ponían en mi tejado la pelota de la pérdida de votos del PP, cuando en realidad, el culpable de que el PP hubiese perdido mi voto y el de otros pocos, no era yo, sino el PP. Ahí aprendí la importancia de la propiedad del voto. Mi voto es mío, como tu voto es tuyo, y no es del PP ni de nadie. El PP o el partido que sea se lo tiene que ganar con sudor, trabajo, autenticidad y compromiso. Mi voto no se vende ni se regala porque es mi conciencia en el Parlamento Público, mi voz para gobernar, y si me aprietas, incluso la voz de los sin voz. Yo jamás le quité votos al PP porque esos votos nunca le han pertenecido al PP. Fue el PP el que perdió mi confianza para darles el que es mi voto.
Conocí entonces el concepto del miedo electoral. El llamado "mal menor", ese argumento que dice que es mejor votar a alguien que lo hace mal, con tal de que no gobierne alguien que lo hace peor. Estoy de acuerdo, hasta cierto punto. Me podría valer en la Economía, en el Trabajo, en las leyes de tráfico y en la ley antitabaco. De hecho, en materia de aborto resultaba ya que el mal menor era el PSOE, pues en tiempos de PSOE no se había abortado tanto como se ha hecho en tiempos de PP, que ya es de psiquiátrico.
Como digo, mi línea la marcaba un bien que está por encima de los demás, que era la defensa de la vida, y el PP seguía siendo un partido, de hecho, abortista, pues no solo el número de abortos aumentaba ante su parsimonia durante su gobierno, con la mirada aturdida o despistada de los millones católicos de España que le seguían votando, sino que además, como he dicho, legisló a favor de la PDD. Y ojo. En este caso tan flagrante en lo que lo que se dirime es la vida humana de un inocente, no existe un mal menor y otro mayor, dado que un "mal menor", ya es el Mal en sí mismo. Allí donde hay un "mal menor", hay ausencia completa de Bien.
Me he dejado en el tintero una cosa importante. En aquel primer gobierno de Aznar, el de 1996, hubo una mujer que se mostró dispuesta a terminar con el aborto. Isabel Tocino, a la que le dieron una cartera menor, la de Medio Ambiente, y a la que dejaron a los pies de los caballos en el asunto del vertido de residuos en Doñana, aquel de la empresa Bolidén, y por la que la oposición partió la cara a la ministra sin que nadie o casi nadie del Gobierno la defendiera. Caía mal porque en cada Consejo de Ministros, semana tras semana, ponía encima de la mesa el asunto del aborto. Se fue, porque siempre fue mucho más señora que hombres lo fueron sus compañeros.
En 2003 FyV sacó menos votos de los que hubiese sacado yo en un concurso de misses; en Madrid ganó el PP tras el "pucherazo" de Tamayo; en España el número de abortos aumentaba a diario al mismo ritmo que el nivel económico y adquisitivo de los españoles. Recordad: España va bien. Me refiero a los españoles ya nacidos, que seguíamos a lo nuestro. Lo de los no nacidos seguía siendo una puñetera lotería en la que el premio era nacer, o no.
Mientras mi actividad política era solo testimonial, con el ánimo de apoyar a una iniciativa que defendía la vida desde el inicio, comencé una militancia activa en el movimiento provida en la que sí que me involucré de corazón.
Hice una amistad estrecha con el Dr. Jesús Poveda, fundador del movimiento Provida en España, todo un personaje. He vivido con él anécdotas feas, anécdotas bonitas, y también de las que son una mezcla de las dos. Una de las cosas que contaré orgulloso a mis hijos es aquella vez que me detuvieron en la puerta de un centro abortista por sentarme a la puerta un 28 de diciembre. No es nada agradable sentir tus manos atadas a la espalda con las esposas, ni esperar durante una hora metido en una lechera de la policía mientras la gente te mira desde la calle. Tampoco me gustó sentarme en un banquillo de Plaza Castilla para responder a las preguntas de un juez. Aunque siendo todo eso una experiencia desagradable… ¡Joder, me encantó! No por lo que era, sino por qué lo era. Se lo contaré a mis hijos, ya lo creo que se lo contaré. Poveda y yo salimos inocentes porque el poli dijo no reconocernos. También era Provida.
Poveda y otros providas insignes como María Echanove —lleva más de cien vidas salvadas en su mochila— me enseñaron muchos de los intríngulis del tema del aborto en España. Pero también aprendí de algunos médicos abortistas que me contaron cosas que me sirvieron para quitarme la venda de la inocencia que aún me tapaba los ojos. Si echamos cuentas de los abortos que se ejecutan en la Dator cada día, no te sorprende saber que muchos católicos de Misa de domingo y votantes del PP, con vidas aparentemente ejemplares, llevaban allí a abortar a sus hijas o a sus amantes. No les señalo, no les culpo, no les juzgo. Lo que digo es que en un mundo en el que es tan fácil abortar, siendo el ser humano como es, en ese momento me dejó de extrañar que no "solo" abortaran los que por entonces eran "los malos", sino que muchos de los que abortaban eran de "los buenos". Estamos hablando de una media en estos años de unos cien mil abortos anuales. Hice el siguiente cálculo. Si en España mueren por accidente de tráfico algo menos de cinco mil personas por año, y todos conocemos a alguien, más o menos cercano, que ha fallecido en accidente de coche, haciendo una regla de tres te sale que conocemos a veinte veces más personas que, o han abortado, o se han involucrado en un aborto. Lo que pasa que a ti no te lo han contado. Empecé a ver entonces la realidad del aborto con mucha más presencia que los accidente de tráfico.
Recuerdo haber hecho horas de guardia ante la puertas de la Dator, el mayor abortorio de España. Ahí aprendí que en un par de horas de una mañana de miércoles entran cerca de 20 chicas. También que cuando más negocio hacen es los domingos. La razón es muy sencilla. Si una mujer se va a sacar una muela o a otra consulta médica, en el trabajo se coge el día libre. Pero si lo que va a hacer es abortar, hacerlo el domingo es lo más discreto. A cuatrocientos o quinientos euros y muchas veces sin factura. Bueno, aunque a veces las hacían y las tiraban a la basura. Os lo cuento.
En 2005 llegaron a mis manos un puñado de facturas de esa clínica. Las había recogido un activista de los cubos de basura que sacan por la noche. Tenían los nombres y apellidos de las mujeres que habían abortado así como su DNI, el número de semanas de gestación, el precio por el aborto... Alguna tenía restos de sangre por la amalgama de gasas sucias y otras cosas que había en esa basura. Aquella colección de papeles eran la muestra de la tienda de los horrores más auténtica que yo había visto en mi vida, y sobre todo, un desprecio a la dignidad y al dolor de esas mujeres. Llegué a hablar con alguna de ellas, pero no quiso poner denuncia. Cuando una mujer aborta, lo esconde de tal manera en el fondo de su memoria que ni con esas lo quiere sacar. Algo malo tendrá todo esto, digo yo.
Publicamos aquello en el desaparecido Semanario Alba. Lo fuerte es que me costó horrores publicarlo incluso allí. Al final los publicamos casi pidiendo perdón y pasó absolutamente desapercibido. No hubo eco, ni reacciones, ni nada, y yo no podía hacer mucho más. Era un simple redactor que demasiado tenía con sacar tres o cuatro temas cada semana. Alguien me reprochó después por qué no haberlo movido más. Yo le dije: "Lo he investigado, lo he publicado, he puesto mi nombre en esa información. ¿Qué mas quieres que haga?". Me agotaba esa inoperancia, esa parálisis del personal ante algo tan flagrante.
Sin embargo, en Alba, tuvimos la mejor y más grata experiencia que pudimos tener, algo que también pasó desapercibido para todos, menos para nosotros. Contamos la historia de cómo un matrimonio siguió adelante con un embarazo de riesgo. Fotos, declaraciones, estadísticas... Un buen trabajo sin mucho recorrido, pensábamos.
Un año después supimos que esas páginas las guardaba en su cajón una ginecóloga de Galicia, que cada vez que una paciente le pedía ayuda para abortar, ella se las enseñaba, y que había servido para salvar catorce vidas. Cuando un año después te enteras de algo así, te haces capaz de escribir sin parar durante toda tu vida.
Vuelvo a 2002. Pasaron los años y yo seguí apoyando a FyV hasta que les perdí la vista. Llegó en todo esto mi conversión en 2006, mi verdadera conversión, y lo vi todo mucho más claro aún.
En las sucesivas elecciones ya no pedí el voto para nadie. No porque me hubiesen partido suficientemente la cara con el asunto, sino porque no le dedicaba tiempo a los políticos. Lo que no hice nunca es volver a votar al PP. Hubo un año que voté al PADE, y otro a alguna otra formación provida. Luego, con el hastío al que los políticos de este país nos están castigando entre corruptelas y gastos innecesarios, llegué a votar en blanco en las últimas elecciones generales. No queriendo dejar de votar, quería manifestar que mi voto no se lo había ganado nadie. Y ya directamente, en las últimas Europeas, dediqué el domingo a mi familia y al Señor, y no perdí el tiempo en ir votar y apoyar un sistema que está haciendo rico a tanto caradura.
Tan solo manejé una opción, que fue la de VOX, pero que aún por entonces no se había manifestado con claridad sobre el tema de la defensa de la vida del no nacido. Pero como digo, no voté a nadie.
El PSOE de ZP rompió aquel pacto no escrito y convirtió el delito de aborto en un derecho. El PP prometió entonces que si nos gobernaba de nuevo lo devolvería al Código Penal. Yo no me lo creí, desconfié. Por eso no les voté esta última vez. Pero no les hizo falta mi voto, ya que sacaron una mayoría apabullante, con el descalabro histórico del PSOE. Sin embargo, esa mayoría brutal no es "consenso" suficiente para que el actual PP, nos devuelva a una situación que ya de por sí era abortista, la de 1985.
Ahora, pasa lo que ha pasado, que no es otra cosa que la consecuencia lógica de todos estos hechos. El PP se ha quitado la careta y ha dejado ver que no es Provida. Yo me siento como ese personaje que hacía de borracho en la película Independence Day al que los marcianos habían abducido años atrás. Cuando los malos llegaron a La Tierra, este hombre no paraba de repetir: "Os lo dije".
A Gallardón le hacen la cama como en su día se la hicieron a Tocino y muchos votantes del PP se llevan las manos a la cabeza, se rasgan las vestiduras y juran en arameo contra el PP. Dicen que les ha chuleado. Maldigo no creer equivocarme al anticipar que muchos de estos, llegado el día, les volveréis a votar. Ante lo que ha pasado, solo añado una cosa. No os han chuleado el voto esta última vez. Te llevan chuleando el voto desde 1996. Ahí está lo bueno. Que tú ahora te hayas dado cuenta, no es una mala noticia, sino una buena. ¡Enhorabuena! Por fin algo empieza a cambiar.
Sí, es una decepción como una casa. Yo casi me deprimo la vez que en 2002 me di cuenta que el partido político de mi padre, de mi madre, el partido de mi casa y de la tradición que se vivía en mi familia, era, de hecho, abortista. Esta discusión llevó a algunos de mis hermanos a discutir conmigo hasta los límites del respeto. Pero os lo prometo. El berrinche se pasa cuando tienes la oportunidad de votarles de nuevo… y no lo haces. De repente te das cuenta de que no pasa nada, salvo que en tu conciencia algo sonríe.
Llegarán otros, llegarán peores, llegarán mejores, pero tú serás tú mismo, auténtico y entero, sin miedos ni engaños, y podrás decirle a tus hijos que en aquello que pudiste, en lo poco o mucho que pudiste, defendiste la vida sin condiciones, sin miedos, con esa libertad que te hace auténtico y verdadero. Podrás caminar por la vida con la autoridad para educar a tus hijos con una serie de valores que no se pliegan a miedos ni intereses. Ellos podrán ver en ti a alguien que tiene autoridad moral, a alguien que apostó por su equipo aun sabiendo que no ganaría ese combate.
Estos días leo a gente orgullosa de no haber votado al PP por este motivo, y me congratulo de haber sido de los primeros en dejar de votarles por este asunto. Lo que no sé es qué se pensaban todos los que ya le votaban cuando de facto un gobierno del PP ha sido siempre un negociazo para la industria del aborto. Cuando unos pocos pedíamos el voto para Familia y Vida u otro partido diminuto, no lo hacíamos porque nos molase perder las elecciones. Yo estuve en Genova en 1996, yo gritaba aquella consigna de los jóvenes de Aznar. En fin, éramos jóvenes...
Para terminar. Mucha gente me pregunta si entonces el PP es abortista. Veréis. En realidad uno ya no sabe qué es y qué no es el PP. Sí que sé que se parece en bastantes cosas al PSOE. De hecho da la sensación de que están encantados de haberse conocido, mientras nos tienen a todos tan hartos, que no pocos han optado por votar al coletas. Para flipar.
El PP es y ha sido ejemplar en materia antiterroristas hasta hace pocos años, y lo ha sido también, que ya no, en unidad de España y otras cosas que, siendo importantes, lo son menos que la propia Vida. En Economía, son unos zorros, hay que reconocerlo. También es cierto que después de que el PSOE tiró de decretazo y destrozó el Matrimonio pasandose por el forro aquello del consenso, el PP luego nunca lo cambió. Lo cual ya es una declaración de intenciones acojonante, con perdón.
Por tanto, sin saber muy bien qué es el PP, lo que está claro es lo que no es, y el PP no es un partido que defienda la vida del no nacido, un asunto en el que no vale ser ambiguo.
Hace años visité el campo de concentración nazi de Dachau, en Alemania. En mi viaje me enseñaron que los alemanes que vivían allí, en el viejo pueblo de Dachau, sabían lo que pasaba más allá de las alambradas. Me contaron que hubo quien se opuso y lo pagó con su vida, y hubo quien miró para otra parte, y lo pagó en su conciencia el resto de ella. Es una opción, es una actitud. Allá cada cual.
Por tanto, votar al PP es "legitimar la muerte de un inocente", algo que Juan Pablo II nos dijo en 1982 que nunca puede hacer un católico.
He leído mucho estos días sobre confabulaciones judeomasónicas, sobre diseño social, sobre lobbys ocultos antiiglesia. Yo creo que es mucho más sencillo que todo eso y es sencillamente que el hombre es hombre y está herido por el pecado. El PP lo forman hombres y, la verdad, sin una conciencia clara de que es Ser Cristiano, pasando todo por el filtro de la política en vez de todo por el filtro de la fe en Cristo, al final uno se hace un lío de pelotas y acaba siendo lo que nunca creyó que fue. En esta caso, por acción u omisión, muchos más pro aborto que provida. A los hechos me remito.
Yo creo que más allá de conspiraciones, sencillamente, a la mayoría de los afiliados y por supuesto de los ministros del PP, no les deja de molar del todo el tema del aborto. Si me equicovo, que lo desmientan. Tal vez les mola no directamente —aunque tampoco pondría la mano en el fuego— pero sí que no les gusta lo que oponerse a él supone. ¿Por qué? Más allá de temas vitales de cada uno, creo lo que subyace es algo tan viejo y actual a la vez que el gusto que te da el poder. Todo se traduce en votos, lo cual, en esta democracia que hemos ido construyendo todos nosotros, repito, todos nosotros, se traduce al final en euros. No entiendo cómo, por poner un ejemplo, de ese Consejo de Ministros del que tan dignamente se ha ido Gallardón, no se han ido ya otros dos ministros a los que hemos visto este fin de semana en una ceremonia religiosa de notable impacto mediático. No juzgo, no pregunto. Solo digo que se me hace difícil de entender e imposible de defender. Me da pena, porque ellos son imagen de esas dos realidades que ahora se contraponen: El Gobierno en materia de aborto, y la Iglesia de Jesucristo, que es mi Iglesia.
Llamadme simple, pero para mí es sencillo: o le pongo una vela a Dios, o se la pongo al otro. No doy para más.
Me cuentan que VOX ya se ha posicionado públicamente como defensor de la vida del no nacido. No estoy pidiendo el voto. Lo que digo es que podemos empezar a entendernos. Por lo demás, su presidente, Santi Abascal, es un tipo que los tiene bien puestos, no como la gaviota del PP, curiosa ave carente de huevos.
Pero hasta que VOX se gane mi voto, mientras seguimos aquí, tú leyendo y yo escribiendo, muchos niños* siguen siendo abortados, y demasiadas mujeres han pasado ya por esto. Ese es el auténtico drama de nuestro tiempo. Hagamos algo porcambiarlo. Lo que esté en nuestra mano, aunque sólo sea dar o quitar tu voto.
*Para feministas y feministos: no solo se abortan niños, también se aborta a las niñas. Entonces, ¿qué hacemos?