He tenido la suerte de visitar Lourdes con mi familia recientemente. Más allá de todos los detalles que la rodean, mejores o peores, prevalece la intensa presencia de la Virgen que hace mucho más fácil el encuentro con su Hijo.
En esta ocasión aproveché para, en el viaje de regreso a Barcelona, visitar Toulouse y Lagrasse. Toulouse es una ciudad francamente agradable y con una serie de iglesias, como la de San Saturnino (Saint Sernin), que vale la pena visitar. Aprovechamos también para visitar la iglesia de los jacobinos, en la que está enterrado santo Tomás de Aquino. Una iglesia espléndida... pero sin culto. Preciosa arquitectura pero con toda la frialdad de un museo. Pobre santo Tomás. Nos arrodillamos, ante la mirada extrañada de quienes nos rodeaban, pero el puesto de venta de libros, a pocos metros de la entrada, donde se vende un tomo sobre las maravillas artísticas de los templos masónicos, nos acabó de enfriar la devoción.
Seguimos camino hasta Lagrasse, un pueblecito medieval precioso no muy lejos de Carcasona. Allí los Canónigos regulares de la Madre de Dios llevan una década restaurando la parte de la abadía que el Estado francés les ha cedido (la otra parte sigue siendo propiedad de la municipalidad). La abadía de Lagrasse, de origen carolingio, fue sencillamente espectacular. Basta ver su torre e imaginar que alcanzaba el doble de altura para comprender su majestuosidad. Los avatares de la historia, en especial la revolución francesa, la dejaron francamente deteriorada. Los canónigos han hecho una gran labor, devolviendo por ejemplo gran parte de su esplendor al claustro, aunque queda mucho por hacer y hay partes de la misma sencillamente irrecuperables. Allí pudimos asistir a las vísperas, cantadas en gregoriano por los casi 30 frailes que forman esa comunidad,casi todos jóvenes y con sus hábitos blancos.
Arquitectónicamente es muy superior la iglesia de los jacobinos de Toulouse, pero en Lagrasse vivimos el esplendor de la liturgia católica, una liturgia viva y joven (voces masculinas, jóvenes y bien afinadas) y un recogimiento que gritaba que allí se daba culto al Rey de reyes. Salimos contentos y edificados. Es la diferencia entre una iglesia y un museo.