El P. Jorge Loring Miró S.I. (+), nos dejó varias frases marcadas por su experiencia como orador y apologeta de gran calado en los medios de comunicación. Hoy recordamos una de ellas: “¿Qué el cristianismo no convence?... ¡claro que convence!...si lo estudias”. De aquí se desprenden dos rasgos que -después de fe y las buenas obras- no debemos pasar por alto: el estudio y la convicción al momento de dar a conocer el Evangelio. Si no estudiamos lo que creemos, nos volvemos ignorantes, personas sin “ton ni son” y, por ende, poco convincentes a la hora de evangelizar con el ejemplo y la palabra. Jesús no era aburrido, los aburridos somos muchos de nosotros que perdemos la “chispa”, la fuerza de la experiencia fundante por falta -como dirían los que saben de fútbol- de “amor a la camiseta”. ¿Qué hacer entonces? De entrada, recordar al buen Sto. Tomás de Aquino O.P., quien soñaba con “contemplar y dar a otros lo contemplado”. Como “nadie da lo que no tiene”, nos toca llenarnos de Dios, conocerlo diariamente y, desde ahí, lanzar una palabra convincente al mundo de hoy. ¿Cómo conseguirlo? Tres palabras claves: oración, estudio y apostolado. De otra manera, nos quedamos cortos ante los retos que tenemos justo enfrente de nosotros. Uno de los más urgentes, ser capaces de formar una nueva generación de políticos (seglares) inspirados en los valores del Evangelio.
Ciertamente, la vida intelectual, el estudio, incluye el riesgo de caer en la soberbia, pero no es el conocimiento el que hace daño, sino la falta de humildad y sencillez a la hora de aprender. Si yo abro un libro sintiéndome diez veces mejor que el autor, hecho a perder el contenido que podría ayudarme a ser una mejor persona. Dicho de otra manera, empiezo mal y tiro todo por la borda. En cambio, si investigo con la intención de crecer y ayudar a que otros crezcan, estoy en la verdad y hago bien en hacerlo. De hecho, esto ya estaba previsto por santos de la altura de Domingo de Guzmán. Orar, estudiar y aterrizar todo aquello con buenas obras. Entonces, solo entonces, el cristianismo atraerá, acercará, despegará y contribuirá a un cambio sustancial.
Ciertamente, la vida intelectual, el estudio, incluye el riesgo de caer en la soberbia, pero no es el conocimiento el que hace daño, sino la falta de humildad y sencillez a la hora de aprender. Si yo abro un libro sintiéndome diez veces mejor que el autor, hecho a perder el contenido que podría ayudarme a ser una mejor persona. Dicho de otra manera, empiezo mal y tiro todo por la borda. En cambio, si investigo con la intención de crecer y ayudar a que otros crezcan, estoy en la verdad y hago bien en hacerlo. De hecho, esto ya estaba previsto por santos de la altura de Domingo de Guzmán. Orar, estudiar y aterrizar todo aquello con buenas obras. Entonces, solo entonces, el cristianismo atraerá, acercará, despegará y contribuirá a un cambio sustancial.