Ahora, ¿Tiene sentido hablar de las maravillas del Reino a quienes no lo desean o conspiran contra nosotros? El Señor nos hablo de eso en una breve sentencia incluida en el Evangelio de San Mateo:
"No deis lo santo a los perros, ni arrojéis vuestras perlas delante de los puercos, no sea que las huellen con sus pies y volviéndose contra vosotros los perros os despedacen" (Mt 7,6)
¿Qué sucede cuando utilizamos los medios para hablar de cosas que sólo los cristianos somos capaces de entender? En el mejor caso nos ignorarán, en le peor, utilizarán lo que no entienden para señalar nuestra fe como caduca, antigua e incluso contraria a las leyes actuales. San Agustín nos habla de ello:
En consecuencia, como los perros se lanzan a despedazar y no dejan íntegro aquello que desgarran, dice el Señor: no queráis dar las cosas santas a los perros; porque, aunque la verdad no puede ser corrompida ni adulterada o desmentida y permanece íntegra e inviolable, sin embargo, hace falta examinar los deseos de aquellos que la resisten con encarnizada enemistad y se esfuerzan cuanto pueden para aniquilarla, si ello fuera posible. Más en cuanto a los cerdos, aunque no muerden como los perros, sin embargo, ensucian pisando por todas partes, dice: no echéis, pues, vuestras perlas a los cerdos, no sea que las huellen con sus pies y se revuelvan contra vosotros y os despedacen. En consecuencia, sin violentar el sentido, puede aplicarse la palabra «perros» a los impugnadores de la verdad, y la palabra «cerdos», a los que la desprecian. (San Agustín, El Sermón de la Montaña, 2, 20, 70)
Pero no nos quedemos con la parte negativa, leamos el siguiente versículo de San Mateo:
“Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá: pues todo el que pide, recibe; y el que busca, halla y al que llama, se le abrirá” (Mt 7,7-8)
San Agustín nos describe cómo entender esta breve sentencia:
El pedir tiene por objeto obtener la salud y firmeza del alma a fin de poder cumplir los mandamientos; el buscar tiene por objeto descubrir la Verdad. Porque como la vida bienaventurada consiste en la acción y en el conocimiento, la acción necesita capacidad de las fuerzas, y la contemplación, una patente declaración de las cosas; hace falta, por consiguiente, pedir la una para obtenerla y buscar la otra para encontrarla; pero el conocimiento en esta vida es más bien del camino que se debe seguir, que del bien que se ha de poseer; mas, cuando uno hubiere encontrado el camino verdadero, llegará a la posesión del bien; la cual sin embargo, se abrirá sólo al que llama. (San Agustín, El Sermón de la Montaña, 2, 21, 71)
Pensemos en qué personas llaman todos los años a las puertas de nuestras parroquias y nos piden un servicio especialmente maravilloso: los padres que desean que sus hijos reciban catequesis pre-sacramentales. No pensemos en los niños por un momento, porque el utilitarismo nos ciega y nos impide ver quien llama, busca y pide: los padres. Si traen a sus hijos, aunque sea por motivos puramente costumbristas, es que saben que la Iglesia guarda algo que se debe buscar para recibirlo: la Buena Noticia.
La mayoría de estos padres no volverán a pisar los templos después de que sus hijos hayan hecho la primera comunión, por lo que sería necesario aprovechar la oportunidad de regar y abonar las extenuadas semillas de fe que traen consigo. ¿Cómo hacerlo? Hay un refrán que dice que “quien algo quiere, algo le cuesta” ¿Por qué no realizar una labor de revitalización paralela a la catequesis de sus hijos? ¿Qué escusa podemos poner para que no asusten?
No es una escusa sino una razón de peso: sus hijos tienen tener de ellos el ejemplo y el apoyo necesario para que lleguen a su primera comunión bien preparados. ¿Por qué no ayudarles a contestar las dudas que sus hijos les puedan plantear? De hecho lo que contestaremos serán sus propias dudas, ya que seguramente no habrán pasado del nivel de catequesis pre-sacramental que van a recibir sus hijos. Pero, mientras a que a sus hijos es complicado explicar como se lleva la fe en el día a día, para ellos es fácil darse cuenta de cuanto les puede ayudar dar vida a su fe.
Esto ya se hace en muchas parroquias, pero necesitaría que se diera más relevancia dentro de la Iglesia. Los formadores de padres deberían ser capaces de:
- Generar dinámicas que hicieran cómodas y entretenidas las sesiones formativas. ¿Qué tal adjuntar un café para facilitar la presencia?
- Saber preguntar para diagnosticar en cada padre: prejuicios, necesidades, dudas, temores, etc.
- Saber preparar las sesiones de forma que un mismo tema pueda ajustarse a las situaciones individuales de cada uno de ellos.
- Evaluar lo que se realiza para poder mejorar.
- Crear círculos de formación que sirvan para compartir experiencias con otros formadores
Normalmente las catequesis se centran en lo hijos y olvidamos que la gran oportunidad está en los padres, que serán los que harán posible que su hijos tengan referencia y apoyo para su vida de fe. Si los padres no se reencuentran con la fe, los hijos desaparecerán tarde o temprano de la Iglesia. Además habremos perdido una maravillosa oportunidad para deshacer los prejuicios y temores que les alejan de la Iglesia.
El Papa Francisco no llama a comprometernos con las periferias existenciales y salir a la calle. Los padres de estos niños son la periferia más cercana y necesitada. ¿A qué esperamos a tomar conciencia de ello y aceptar el reto?