Falta ya poco para que se cumpla el tiempo del Año Jubilar que los Franciscanos de María estamos celebrando con motivo de nuestro XXV aniversario. Está siendo un año de gracias extraordinarias, incluidas dentro de ellas las dificultades que también estamos teniendo y que son, quizá, las gracias mayores.
El próximo lunes celebraremos una etapa más de este Año Jubilar, un nuevo día en el que se podrá ganar la indulgencia plenaria, para nosotros mismos o para algún difunto. Ese día se celebra la fiesta de la Natividad de María y fue, por eso, uno de los escogidos para ganar la indulgencia. Quisiera, a propósito de ello, contestar de nuevo a una pregunta: ¿Por qué es tan importante la Virgen para nosotros?
Lo primero que hay que responder es "porque somos católicos". Efectivamente, no se puede ser católico sin amar a la Virgen y sin amarla apasionadamente. Si ser católico significa ser seguidor de Cristo, ser su imitador, entonces necesariamente tenemos que amar a María, pues el Señor, como buen hijo que era -¿podría haber sido perfecto y no haber sido un buen hijo?- quería a su Madre y la quería con todo su corazón. Por eso, por mucho que amemos a María nunca la amaremos tanto como Ella merece, tanto como la amó Jesús.
Además, para nosotros, que tenemos el carisma y la misión del agradecimiento, María se nos presenta como el modelo perfecto para llevar a cabo esta misión. Ella es la Purísima, es aquella que en su corazón tiene sólo y únicamente amor puro, un amor sin intereses y sin miedo, un amor eucarístico, un amor de agradecimiento. Para ser agradecidos para con Dios, por lo tanto, nada como parecernos a María, como imitar a María.
Celebramos, pues, esta fiesta del nacimiento de la Virgen, de su cumpleaños, dándole gracias al Señor por el regalo que nos hizo de su Madre. El día en que Ella nació empezó ya, de algún modo, la obra de la redención llevada a cabo por Cristo, pues sin ella no hubiera podido nacer Jesús.
Agradezcamos, por lo tanto, a Dios el nacimiento de María y démosle gracias porque nos otorga la posibilidad, una vez más en este Año Jubilar, de ganar la indulgencia plenaria para nosotros o para los nuestros. Y, sobre todo, en el cumpleaños de la Virgen, no dudemos en felicitarla y en hacerle un buen regalo, ese regalo que sabemos que Ella espera y necesita de nosotros.
El próximo lunes celebraremos una etapa más de este Año Jubilar, un nuevo día en el que se podrá ganar la indulgencia plenaria, para nosotros mismos o para algún difunto. Ese día se celebra la fiesta de la Natividad de María y fue, por eso, uno de los escogidos para ganar la indulgencia. Quisiera, a propósito de ello, contestar de nuevo a una pregunta: ¿Por qué es tan importante la Virgen para nosotros?
Lo primero que hay que responder es "porque somos católicos". Efectivamente, no se puede ser católico sin amar a la Virgen y sin amarla apasionadamente. Si ser católico significa ser seguidor de Cristo, ser su imitador, entonces necesariamente tenemos que amar a María, pues el Señor, como buen hijo que era -¿podría haber sido perfecto y no haber sido un buen hijo?- quería a su Madre y la quería con todo su corazón. Por eso, por mucho que amemos a María nunca la amaremos tanto como Ella merece, tanto como la amó Jesús.
Además, para nosotros, que tenemos el carisma y la misión del agradecimiento, María se nos presenta como el modelo perfecto para llevar a cabo esta misión. Ella es la Purísima, es aquella que en su corazón tiene sólo y únicamente amor puro, un amor sin intereses y sin miedo, un amor eucarístico, un amor de agradecimiento. Para ser agradecidos para con Dios, por lo tanto, nada como parecernos a María, como imitar a María.
Celebramos, pues, esta fiesta del nacimiento de la Virgen, de su cumpleaños, dándole gracias al Señor por el regalo que nos hizo de su Madre. El día en que Ella nació empezó ya, de algún modo, la obra de la redención llevada a cabo por Cristo, pues sin ella no hubiera podido nacer Jesús.
Agradezcamos, por lo tanto, a Dios el nacimiento de María y démosle gracias porque nos otorga la posibilidad, una vez más en este Año Jubilar, de ganar la indulgencia plenaria para nosotros o para los nuestros. Y, sobre todo, en el cumpleaños de la Virgen, no dudemos en felicitarla y en hacerle un buen regalo, ese regalo que sabemos que Ella espera y necesita de nosotros.