¿Queremos cortar las vías de suministro de los tumores cancerígenos?
Santa Hildegarda nos dice cómo se puede hacer.
Después de lo que decíamos el último día quiero atraer la atención sobre algo que, a pesar de parecer sencillo, no está siendo comprendido por el gran público.
Estamos viviendo en la actualidad un momento en el que la presencia de Dios en la vida social, en el imaginario colectivo, en los medios de comunicación y en todos los aspectos de la sociedad en general, casi no se percibe. La sociedad actual trata de vivir como si Dios no existiera.
Una persona que se sabe hijo de Dios y que experimenta lo que significa ser un hijo querido por su Creador debería vivir sin miedo. Sin embargo vemos que el miedo está presente en la vida cotidiana en muchos ámbitos. El miedo desencadena en las personas muchos bloqueos y enfermedades, nos hace dependientes, manipulables e incapaces de tomar nuestras propias decisiones.
El miedo se manifiesta de muchas maneras: miedo ante las otras personas, a Dios, ante la vida, miedo de los animales, miedo a las enfermedades como el cáncer, miedo a perder la cabeza, a la vejez, etc.
Si confiásemos en nuestro Señor y Salvador, Jesucristo, no tendríamos miedo. La fuente de todo poder, Dios Nuestro Señor, el Dueño del universo, es más fuerte que cualquier miedo. Jesús dijo : "En el mundo tendréis aflicción ; pero confiad, yo he vencido el mundo" (Jn 16 , 33) y "Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida." (Jn 5 , 12ss.)
Hoy quiero referirme a los miedos en el ámbito de la salud. Con los avances de la genética, los análisis, que nos indican si tenemos un riesgo elevado o no de contraer determinada enfermedad de acuerdo a nuestro material genético, se han vuelto rutinarios. Así vemos a muchas personas someterse a operaciones quirúrgicas muy agresivas por miedo a padecer en el futuro tal o cual enfermedad solo por el hecho de que entre los miembros de su familia se han dado varios casos.
Esta manera de ver las cosas implica una sumisión a un pensamiento basado en el determinismo, como si cada ser humano no fuese un hijo de Dios del cual Él se ocupa amorosamente en la medida que nosotros le dejemos actuar.
Tampoco las investigaciones científicas recientes llevadas a cabo en los 5 continentes arrojan resultados que apoyen esa forma de pensar determinista a la que me he referido.
En efecto, una dieta sana y un estilo de vida equilibrado y lleno de sentido que permitan la plena realización de la persona, afectan a nuestra salud en una proporción que alcanzaría el 80%, según confirman recientes estudios globales muy serios. La incidencia de las enfermedades autoinmunes, en particular la tasa de cáncer, podría verse drásticamente reducida si atendiésemos a estas dos condiciones aludidas. Dieta sana y vida equilibrada y llena de sentido
Santa Hildegarda de Bingen hace ya casi 900 años nos decía que debemos considerar la salud en sus componentes físicos, mentales y espirituales y que, en realidad, la salud depende principalmente del estilo de vida que llevemos y de como nos alimentemos.
De acuerdo con esto todos estamos llamados a ser responsables de nuestra salud en una proporción del 80% y, en esa tarea, los recursos y consejos de la medicina Hildegardiana son muy útiles.
Recordemos las seis reglas de oro de la vida según Santa Hildegarda:
1 Que tu comida sea tu medicina.
2 Utiliza para conservar y recuperar tu salud los remedios que te proporciona la naturaleza.
3 Procúrate una alternancia natural del sueño reparador con el ejercicio adecuado.
4 Consigue un equilibrio razonable entre el trabajo y el descanso, en el sentido de "Ora et labora”. Que el Dr. Strehlow traduce así Ora, lee y trabaja.
5 Purifica tu cuerpo de sus toxinas mediante baños, sauna y otros procesos de desintoxicación.
6 Transforma tus rasgos psicosociales negativos en actos generosos y de amor que te llenen de alegría espiritual, vitalidad y humanidad.
Por lo tanto, el objetivo de cualquier verdadera medicina humanista debe ser la prevención de las enfermedades, incluso antes de que se manifiesten y, si caemos enfermos aprovechar en lo posible los métodos naturales para restaurar la salud.
Lo que te estoy diciendo querido lector es que abras tu corazón al poder curativo divino. Las causas reales de la mayoría de las enfermedades están en ti, se originan en tu esfera emocional y espiritual. Por lo tanto, un tratamiento físico puro con cirugía, radiación y quimioterapia sin eliminar bloqueos emocionales, a medio y largo plazo será muchas veces inútil e infructuoso.
Los seres humanos tenemos un profundo anhelo de tener una vida llena de sentido, nos sentimos creados para el amor y la inmortalidad, y tenemos un fuerte sentimiento de ser seres únicos y valiosos. Muchas personas, por desgracia, llevan una vida muy chata, vacía de sentido, sin trascendencia, sin Dios. Muchos sufren porque nunca han hecho algo significativo en su vida. Otras personas se quejan de que nadie se preocupa por ellas y del hecho que a nadie le importe si viven o si se mueren.
La sensación de ser inútil, prescindible y sin amor, debilita a las personas y las enferma. Algunos no pueden soportar el vacío de su vida e intentan llenarlo con sucedáneos : la adicción al trabajo, el alcohol, las drogas, la obsesión sexual etc.
Todos hemos experimentado alguna vez que sentirseamado y amar a los demás, tiene fuerza suficiente como para cambiar toda una vida.
Practicando los consejos de santa Hildegarda y cambiando nuestro estilo de vida podemos mantener o recuperar nuestra salud de manera muy eficaz.
Podemos descubrir en nosotros (todos los bautizados, que estamos en gracia de Dios, somos templos del Espíritu Santo) la fuerza que nos permite dejar atrás una vida chata y mirar el futuro con esperanza y experimentarque la vida vale la pena de ser vivida.
Me permito insistir, porque hoy en muchos ambientes está muy olvidado, en la importancia de la regla número cuatro ya que, de la misma forma que el alimento es necesario para mantener sano y en vida nuestro cuerpo físico, de manera semejante, la oración es imprescindible para mantener la vida y la salud de la parte espiritual del hombre.
Si seguimos este plan de vida, seremos capaces de amar sin límites, de relacionarnos con la gente de manera positiva y de vivir en armonía con nosotros mismos y con el mundo. Un foco de amor y armonía irradiará de esa forma a nuestro alrededor y contribuirá a crear una verdadera “ecología” en lo social, el universo y el mundo espiritual. Santa Hildegarda nos ilumina y nos brinda la oportunidad de vivir una vida digna y llena de sentido.
Juan Antonio Timor