Normalidad. Esa es la palabra que mejor define los cambios que se han anunciado para las Archidiócesis de Madrid y Valencia y que se llevarán a cabo en el próximo mes de octubre. Normalidad, porque lo que se va a producir es el lógico relevo en la dirección de las respectivas Diócesis. en una, por jubilación de su, hasta ahora, arzobispo; en otra, porque el que la ha regido en los últimos años pasa a la sede madrileña y queda vacante la valenciana.
No hay traumas, ni conspiraciones, ni venganzas, ni humillaciones, ni esos ingredientes que se suelen usar para adobar una buena novela de intriga. Rouco se va, después de veinte años de gobierno de la principal diócesis española, y le llega un sucesor. ¿Podía haber sido otro? Pues sí, naturalmente. El Papa podía haber elegido desde un cura raso a un cardenal, pasando por cualquier obispo o arzobispo de los que están en ejercicio en España. Si ha elegido a monseñor Osoro ha sido porque así lo ha creído conveniente. Él tiene el poder para hacerlo y cualquier decisión que hubiera tomado habría encontrado aplausos y críticas; eso es lo que lleva consigo tomar decisiones, así que también en eso completa normalidad.
En cuanto a la marcha del cardenal Cañizares a Valencia, también ha sido una decisión del Papa que, creo, ha tenido en cuenta que el, hasta ahora, prefecto del Culto Divino, deseaba volver a ejercer su trabajo pastoral de forma directa, en medio del pueblo, y que es originario de Valencia, a cuya sede es enviado ahora como pastor.
Monseñor Osoro es un gran obispo. Lo ha demostrado en las tres sedes episcopales por donde ha pasado. Madrid tendrá un digno sucesor del cardenal Rouco y estoy seguro de que lo hará muy bien. Entre otras cosas porque él ya tiene experiencia y Madrid no es una diócesis difícil, ni tiene un clero levantisco y complicado. En cuanto al cardenal Cañizares, los que le conocemos sabemos bien que se trata de un hombre excepcional en todos los sentidos; ha sido una buena decisión del Papa mandarle a España, pues así podrá poner ahora al servicio de la Iglesia en nuestro país, y no sólo en Valencia, toda la sabiduría acumulada en tantos años de trabajo -desde la Universidad de San Dámaso hasta ser "ministro" de dos Papas- y sus magníficas relaciones con políticos de todo tipo y líderes sociales y culturales.
La Iglesia en España queda enriquecida con estos nombramientos. Ante las convulsiones políticas y sociales que se viven y se esperan, la llegada de Osoro a Madrid y de Cañizares a Valencia -que, además, son muy buenos amigos entre sí-, es una gran noticia. Vendrán, lógicamente, otros cambios (por ejemplo, Barcelona). Lo normal en una Iglesia que está viva y que quiere servir continuamente a su pueblo, adaptándose a las circunstancias sin perder lo esencial de sí misma: la fidelidad plena a su fundador, Jesucristo, a su persona y a sus enseñanzas.
No hay traumas, ni conspiraciones, ni venganzas, ni humillaciones, ni esos ingredientes que se suelen usar para adobar una buena novela de intriga. Rouco se va, después de veinte años de gobierno de la principal diócesis española, y le llega un sucesor. ¿Podía haber sido otro? Pues sí, naturalmente. El Papa podía haber elegido desde un cura raso a un cardenal, pasando por cualquier obispo o arzobispo de los que están en ejercicio en España. Si ha elegido a monseñor Osoro ha sido porque así lo ha creído conveniente. Él tiene el poder para hacerlo y cualquier decisión que hubiera tomado habría encontrado aplausos y críticas; eso es lo que lleva consigo tomar decisiones, así que también en eso completa normalidad.
En cuanto a la marcha del cardenal Cañizares a Valencia, también ha sido una decisión del Papa que, creo, ha tenido en cuenta que el, hasta ahora, prefecto del Culto Divino, deseaba volver a ejercer su trabajo pastoral de forma directa, en medio del pueblo, y que es originario de Valencia, a cuya sede es enviado ahora como pastor.
Monseñor Osoro es un gran obispo. Lo ha demostrado en las tres sedes episcopales por donde ha pasado. Madrid tendrá un digno sucesor del cardenal Rouco y estoy seguro de que lo hará muy bien. Entre otras cosas porque él ya tiene experiencia y Madrid no es una diócesis difícil, ni tiene un clero levantisco y complicado. En cuanto al cardenal Cañizares, los que le conocemos sabemos bien que se trata de un hombre excepcional en todos los sentidos; ha sido una buena decisión del Papa mandarle a España, pues así podrá poner ahora al servicio de la Iglesia en nuestro país, y no sólo en Valencia, toda la sabiduría acumulada en tantos años de trabajo -desde la Universidad de San Dámaso hasta ser "ministro" de dos Papas- y sus magníficas relaciones con políticos de todo tipo y líderes sociales y culturales.
La Iglesia en España queda enriquecida con estos nombramientos. Ante las convulsiones políticas y sociales que se viven y se esperan, la llegada de Osoro a Madrid y de Cañizares a Valencia -que, además, son muy buenos amigos entre sí-, es una gran noticia. Vendrán, lógicamente, otros cambios (por ejemplo, Barcelona). Lo normal en una Iglesia que está viva y que quiere servir continuamente a su pueblo, adaptándose a las circunstancias sin perder lo esencial de sí misma: la fidelidad plena a su fundador, Jesucristo, a su persona y a sus enseñanzas.