Andamos buscando dentro y fuera de la Iglesia la piedra filosofal que nos permita solucionar los problemas sociales y eclesiales. Todos tienen la misma raíz y la misma solución. La familia. Algunos dirán que no hemos descubierto nada, y es verdad. Pero eso no quita para que abordemos en serio el problema y la solución. No le demos mas vueltas, no se trata de elaborar bonitos programas pastorales, y aumentar las reuniones. En la familia está la solución. Y esta solución no es nada fácil, ni se consigue a corto plazo, pero hay que remangarse y ponerse a trabajar en serio.
Son los padres quienes preparan, o deben preparar, a los hijos para la entrega a Dios o para crear un hogar serio. Los padres son los verdaderos educadores de sus hijos, y no pueden hacer dejación de su responsabilidad. Como decía San Josemaría Escrivá, son los principales educadores de sus hijos, tanto en lo humano como en lo sobrenatural, y han de sentir la responsabilidad de esa misión, que exige de ellos comprensión, prudencia, saber enseñar y, sobre todo, saber querer; y poner empeño en dar buen ejemplo (Es Cristo que pasa, n.27).
Un casado vive bien su matrimonio cristiano en la medida en que luche para que su hogar sea un lugar donde los hijos descubran la grandeza del amor de Dios. Hoy los niños y los jóvenes necesitan una fuerte protección que le viene de su familia, de su colegio y de otros centros de formación que le puedan brindar instituciones católicas. Los chicos deben contar con un lugar de encuentro con sus amigos lejos de los ambientes frívolos de la litrona, el porro y el sexo fácil.
Para conseguir este ambiente educativo hay que contar con los siguientes requisitos:
1. Preparación de los padres para esta tarea. Nada fácil, y que no se improvisa. Hay todo un complot para atrapar a la juventud con ofertas atractivas, facilonas. Y los padres tienen el deber de prepararse a defender lo que más quieren, que son sus hijos. Hoy proliferan las alarmas domesticas para ahuyentar ladrones. Se defiende el hogar de intrusos que buscan los objetos de valor. Pero, ¿Qué defensas estamos poniendo para defender lo más valioso, que son los hijos? Te los roban delante de tus narices, y después solo queda el lamento.
Hay que crear un ambiente familiar en donde los hijos estén felices, y cuenten con las defensas que precisan cada día. La educación es uno de los fines esenciales del matrimonio. ¡Qué golpe más duro reciben cuando los esposos no se aman, se separan, se divorcian, se agreden...! No nos extrañe que los hijos caigan en manos de quienes le ofrecen algo más acogedor, aunque sea falso. El elemento esencial para un buen programa educativo es el ejemplo, y después la formación. Hacen más un padre y una madre que no dicen nada, pero que saben dar ejemplo a los hijos, que los saben comprender… Y después con la doctrina (San Josemaría Escrivá).
2. Fomentar la vida de piedad, de relación con Dios. Hay que rezar juntos. Y se reza cuando hay fe y amor a Dios. Decía Juan Pablo II que, lo que más le conmovía de su padre era verlo de rodillas haciendo oración. Que los hijos vean a sus padres ir a Misa y confesarse.
3. Enseñarles a valorar el trabajo bien hecho. Amor al quehacer de cada día. No empañar la belleza del trabajo realizado con vocación con la queja fácil y la crítica mordaz a los que trabajan a tu lado. Eso hace ingrato el esfuerzo por conseguir el puesto que pretenden.
4. Virtudes humanas y sobrenaturales. Está claro que hemos pegado un bajón en valores humanos. Hay muy poca educación en las relaciones sociales porque nos fallan las virtudes humanas. Y una persona sin una base humana no puede pretender construir su vida cristiana. No está de moda la buena educación, pero es imprescindible si queremos ser algo en la vida.
5. La virtud de la templanza en todo: comida, bebida, uso de medios de comunicación, gasto de dinero… Hay que dominar nuestras pasiones y tener siempre cerca el freno para no lanzarnos a una carrera hacia ninguna parte. Para ello hay que educar la voluntad. Saber decir SI y NO cuando sea necesario. Y esto es ir contracorriente.
6. Educar a los chicos para el noviazgo. No es una licencia para ir con alguien del otro sexo sin principios ni control. El noviazgo es como el noviciado del matrimonio. No se puede prescindir de la dignidad que tiene la otra persona. El noviazgo no es la licencia para dar rienda suelta a la sexualidad. Muchos matrimonios fracasan porque no supieron vivir bien su noviazgo. Se pretende dar un SI para siempre a alguien a quien amor de verdad.
7. La familia cristiana es como la levadura mezclada en la sociedad que hace posible la fermentación, la evangelización, la cristianización de un ambiente que parece condenado al paganismo, pero por el que Jesucristo dio la vida. Hay que aprender a querer, a servir, a tener misericordia, a pasarlo bien y divertirse sanamente.
Las familias deben colaborar a crear ambientes y lugares donde sea posible que los hijos los pasen bien sin perder la dignidad. Es difícil porque la competencia es fuerte, pero hay que buscar la complicidad de los mismos jóvenes para que sea posible iniciar un mundo nuevo en donde el hombre, la mujer, puedan vivir su condición con el orgullo de estar sacando adelante el plan de Dios.
Una propuesta: ¿No sería factible que grupos de padres monten discotecas 0 en donde esté garantizado el ambiente adecuado para sus hijos? Si se hacen colegios, ¿por qué no lugares de diversión apropiados para sus hijos?
Juan García Inza
juan.garciainza@gmail.com