No sé si se han entendido bien mis sugerencias sobre un nuevo partido. Lo digo porque me han llegado algunos comentarios que decían que ese partido ya existe. No digo que no exista; pero me refería a la creación de un partido que tuviese audiencia nacional. Si, como me dicen, los hay, no estaría de más que se uniesen con esos criterios que apuntaba de la defensa del derecho natural.
Por ser Obispo, ni debo ni quiero entrar en cuestiones políticas como puede hacerlo cualquier seglar. Sólo quiero decir que un gobernante que da legalidad al aborto, o considera matrimonio una unión homosexual (que nunca puede ser equiparado al matrimonio), o que impida o dificulte la formación de los escolares en la religión o moral según los criterios de los padres, no me lo imagino dirigiendo, como gobierno, a una sociedad sea laica o cristiana si se precia de democrática. ¿Se imaginan ustedes a un gobernante que, por ejemplo, permita el aborto, cortando la cabeza de un feto o de un recién nacido? Por ahí iban mis reflexiones en mis tres últimos artículos.
También me decía alguien que la ley natural sólo hay una manera de tenerla garantizada, que es siguiendo la doctrina de la Iglesia Católica. Claro que estoy de acuerdo, pero tengan en cuenta que en nuestra sociedad ni todos somos católicos ni pensamos como católicos aunque lo seamos, ya que lo mismo hay católicos que ven lícito el aborto aunque sólo en algunos casos, que no católicos que no lo admiten de ninguna manera. Y aunque no todos los ciudadanos son católicos ni creyentes, sí tienen un sentido moral natural válido para la vida política aunque no coincida totalmente con el sentido moral del evangelio. Esta moral evangélica incluye, en plenitud e integridad, la Ley Natural y la Moral objetiva.
Yo también espero, como alguien me indicaba, que toda la gente de buena voluntad y con capacidad para actuar en política deje su “aletargamiento” espiritual y se involucre más en la política. Y, que tengan en cuenta el político no sólo legisla y defiende los derechos, sino también debe exigir el cumplimiento de los deberes, empezando por exigirse a sí mismo el cumplimiento de los suyos.
En otro comentario me dicen: “según el Sr. Obispo, las confesiones religiosas no son para dirigir la sociedad. D. José, se acaba Usted de cargar cientos de años de Historia de España, presididos social, cultural y políticamente por el Cristianismo”. Perdone, pero la Historia de España no la entiendo así. En la Historia de España en sus años gloriosos, prácticamente todos eran católicos y es lógico que lo fuesen también los políticos; lo cual no significa que, por serlo, fuesen acertadas todas las decisiones que tomaban.
En una España aconfesional, nuestros gobernantes, deben tener el suficiente sentido común para actuar según la ley natural, cuidando siempre esos valores inviolables de todo ser humano, el primero la vida y también la familia, y la educación, protegidos, por ser naturales, todos ellos en nuestra Constitución española, amén de otros en los que ahora no entro.
Creo estar en línea con el Concilio Vaticano II cuando dice: “A los laicos corresponde, por propia vocación, tratar de obtener el reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios. Viven en el siglo, es decir, en todos y cada uno de los deberes de ocupaciones del mundo, y en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social, con las que su existencia está como entretejida. (Gaud. et Spes. 31)
Por lo que la política no es tarea propia del clero sino de seglares con capacidad para ello, que estén en política buscando el bien común de la sociedad. La Iglesia orienta, enseña y anima, pero la acción política es propia de seglares.
Y acabo copiando el último comentario que me ha llegado y que suscribo, convencido de su verdad: “Cuando los católicos despierten y se involucren en la política de una forma seria y responsable, no gobernará partido alguno que vaya en contra de la Ley de Dios”.