Por desgracia para ellos, se han aupado a la cabecera de todos los diarios del mundo a causa de la masacre que entre ellos practica el grupo terrorista islamista
Califato de Irak y Levante. Y eso que masacre tal no es, ni mucho menos, la primera de las múltiples practicadas contra ellos.
Los yasidíes son un grupo religioso de etnia, lengua y cultura mayoritariamente kurdas, aunque algunos hablen árabe, cuyo incierto origen les vincula a las antiguas religiones persas entre las cuales notablemente el zoroastrismo, a las que se unen elementos islámicos, -y dentro del islam, sobre todo, del sufismo-, cristianos y judíos.
Su nombre deriva del que ellos otorgan a Dios,
“Yezdan” o
“Ezid”, si bien algunos lo vinculan al segundo califa omeya, el detestado
Tazid I, que mandó asesinar a
Husayn ben Ali en el 680, lo que podría representar una de las razones de la impopularidad yasidí entre los musulmanes.
En términos demográficos hablamos de una comunidad muy pequeña que apenas alcanza hoy unos 50.000 fieles y que en su mejor momento habrá alcanzado el medio millón, concentrados en Irak, Armenia, Georgia, Turquía y Siria, con comunidades en países occidentales procedentes del exilio, notablemente en Alemania, unos 40.000, donde uno de ellos,
Feleknas Uca ha llegado a ser miembro del Parlamento Europeo. Los principales concentraciones se hallan en Shekhan, y en Sinjar, recientemente capturada por ISIS, ambas en la provincia de Nínive, cercanas a Mosul, en Irak; y también en Al-Jazira y en Kurd-Dagh, en Siria.
El fundador de su religión es
Adi ibn Musafir (m. 1162), un supuesto miembro de la familia de los Omeya, primera en acaparar el califato islámico (
pinche aquí para conocer algo más sobre los omeyas), cuya tumba se halla en Lalish, la ciudad santa de los yasidíes. Están gobernados por un emir secular, que actualmente es el
Príncipe Tahseen Said, y por un jefe religioso, el
Baba Sheikh o
Axtîyarê Mergê Bavê Şêx, que actualmente es
Khurto Hajji Ismail.
Los yasidíes son monoteístas. Creen en un dios creador, y en un mundo bajo la protección de los llamados
“siete ángeles del santo misterio”, cuyo jefe es el
Arcángel Tawûsê Melek, el ángel pavo real, primera criatura, creado de la luz de Dios, que lo crea el primer miércoles de nisán, fecha del año nuevo yasidí. Después de
Tawûsê Melek son creados los seis arcángeles, que construyen el cuerpo de
Adán al que Dios da vida, ordenando a los ángeles postrarse ante él, algo ante lo que
Tawûsê Melek se rebela, y enviado al infierno, apaga sus llamas con sus lágrimas, lo que propicia la reconciliación. Un mito que remite con facilidad a la historia islámica del
Iblis coránico, el diablo en definitiva, como demuestran estas aleyas del Corán:
“Y os creamos. Luego os formamos. Luego dijimos a los ángeles: “¡Prosternaos ante Adán!”. Se prosternaron excepto Iblis. No fue de los que se prosternaron. Dijo: “¿Qué es lo que te ha impedido prosternarte cuando Yo te lo he ordenado?”. Dijo: “Es que yo soy mejor que él. A mí me creaste de fuego, mientras que a él lo creaste de arcilla”. Dijo: “Desciende pues de aquí. ¡No vas a echártela de soberbio en este lugar! […] ¡Sal de aquí, despreciable, vil! ¡He de llenar la gehena [el infierno]
de tus secuaces, de todos vosotros!” (Co. 7, 1118).
Donde se halla la base de su identificación, sobre todo entre los musulmanes, con los “adoradores del diablo”, y la intensa persecución que han sufrido a lo largo de casi toda su historia, las peores en los años 1847 y 1872 durante el Imperio otomano.
La mitología yasidí sostiene que al inicio de la creación
Eva y
Adán se disputan la procreación del género humano, para lo cual cada uno depositará su semilla en una vasija que es sellada. Al abrirlas, la vasija de
Eva estaba llena de insectos, mientras que en la de
Adán había un precioso niño,
Shehid, el “hijo de la vasija”, que se casa con una hurí de donde nacen los yasidíes. Pero sólo ellos, porque el resto de los mortales sí que nace de la unión de
Adán y
Eva. Este particular origen de los yasidíes hace absurdo el proselitismo, ya que un yasidí sólo puede provenir de la unión entre yasidíes, y sólo se puede ser yasidí por nacimiento. Razón por la cual, están obligados a casarse y procrear entre ellos, penándose el no hacerlo con la muerte. Suelen ser monógamos, pero no tienen prohibida la poligamia.
Practican como los musulmanes cinco oraciones al día, la primera de ellas mirando al santuario de su fundador
Adi ibn Musafir en Lalish, al nordeste de Mosul, y las otras cuatro mirando al sol. Como los musulmanes, todo yasidí debe realizar al menos una vez en la vida una peregrinación, que en este caso es a Lalish. El miércoles es su día santo, y el sábado el de descanso. Practican un ayuno en diciembre. Y tienen una semana santa del 23 de septiembre al 1 de octubre, el
Cejna Cemaiya o fiesta de la Asamblea, en Lalish, en la que sacrifican un toro y en la que, según su creencia, se reúnen los siete arcángeles. Tienen un calendario propio. El contacto excesivo con no yasidíes es considerado contaminante. Mantienen prohibiciones alimentarias que afectan a verduras como las coles o las lechugas. Los niños reciben un bautizo y a menudo son circuncidados, pero no siempre. Se entierran en tumbas cónicas con las manos cruzadas.
De manera parecida a como ocurre entre los cátaros, los yasidíes creen en la
metempsicosis o sucesivas reencarnaciones que sirven a su progresivo perfeccionamiento. La expulsión del grupo, la pena más grave que un yasidí puede recibir, paraliza la reencarnación, y la readmisión al grupo es imposible.
Sus libros sagrados son el
“Libro de la Revelación” o
“Kitêba Cilwe”, con las revelaciones de
Tawûsê Melek, y el
“Libro Negro de Yazidi” o
“Mishefa Reş”, que en realidad, fueron escritos a principios del s. XX por no yasidíes, aunque según parece con estricta fidelidad a su creencia, en la intención de dejar por escrito los dogmas y creencias yasidíes a partir de las tradiciones orales y de los himnos llamados
“qawls”.
Y sin más (ni menos) por hoy y como siempre, que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos.
©L.A.
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