Tuvimos ocasión de ver ayer, en la reseña histórica que sobre su figura hicimos (pinche aquí si desea refrescarla) como finalmente son muchas las cosas que vinculan al que dábamos en llamar el santo del verano, San Lorenzo, con España. El primero que escribe sobre su figura dedicándole nada menos que un epitafio en su tumba es el gran papa español San Dámaso (pinche aquí para conocer mejor a esta figura fundamental de la iglesia primitiva); uno de sus primeros biógrafos, Prudencio, que le dedica su “Himno de San Lorenzo”, también lo es… Según alguna tradición… ¡el propio San Lorenzo, aunque diácono de Roma, provenía de España!, para unos de Huesca, para otros de Valencia.
Pero es que más allá de todo ello, y aún a pesar de las dos basílicas que en Roma le son dedicadas desde bien pronto como veíamos ayer, si algún monumento contribuye con especial intensidad a divulgar e internacionalizar el culto del diácono Lorenzo, ese monumento no es otro, qué duda cabe, que el monasterio de San Lorenzo de El Escorial que muchos dan en llamar, y no sin razón, la octava maravilla del mundo, obra, como se sabe, de ese gran rey español, de una altura moral e intelectual insuficientemente valorada, y víctima como pocos otros de la labor pertinaz e infatigable de su propia leyenda negra, que fue nuestro nunca bien ponderado Felipe II.
Y bien, ¿sabe Vd. por qué el rey de Lepanto, de la colección de El Prado y de la Biblioteca de El Escorial optó a la hora de construir su magna obra arquitectónica por San Lorenzo y no por cualquier otro dignísimo representante del santoral? Muchos de Vds. sí conocen la respuesta, pero para aquéllos que no, o hasta para cuantos conociéndola la han olvidado ya, que también los hay, se lo recordamos aquí: porque en un 10 de agosto, es decir, en un día de San Lorenzo, del año 1557, muy poco tiempo después de haber sido hecho rey de España por su padre que se retiraba a Yuste del mundanal ruido, se producía una de las grandes gestas de las armas españolas en suelo europeo, la famosa victoria de San Quintín frente a los franceses, con un desarrollo y unas consecuencias dignas de glosa y cantar. Aunque no será aquí ni ahora, que la cosa tiene enjundia suficiente para no compartir columna con otra ninguna… Así que por hoy, y como siempre, me despido ya deseándoles lo mejor que puedo desear a Vds.: que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos… ¿a que sí?
©L.A.
Si desea suscribirse a esta columna y recibirla en su correo cada día, o bien ponerse en contacto con su autor, puede hacerlo en encuerpoyalma@movistar.es
Otros artículos del autor relacionados con el tema
(haga click en el título si desea leerlos)
De San Lorenzo, el santo del verano
De San Lorenzo, la luna y las perseidas
De los papas españoles: San Dámaso I
De San Ambrosio de Milán, doctor de la Iglesia, en el día de su festividad
De San Valentín, santo patrón de los enamorados, que celebramos mañana 14 de febrero