Tres son los aspectos que conviene subrayar acerca de la tarea -muy significativa- que desempeñan los responsables del oratorio:
Primero: Ofrecer un espacio para la vida espiritual y sacramental en medio de una realidad secularizada, encarando de buena manera los desafíos en cuestión; es decir, sin integrismo o progresismo.
Segundo: Hacer presente a la Iglesia en las grandes ciudades del mundo, pues Dios también hace falta en los países más desarrollados.
Tercero: Contar con un buen entorno pastoral, litúrgico, arquitectónico y natural para las personas de Montreal y los peregrinos de otras partes.
Hoy día, los templos, parroquias, centros comunitarios, colegios, universidades, capillas, etcétera, ubicados en las principales avenidas tienen que abrir sus puertas para la nueva evangelización. Como el oratorio de San José, urge hacerse presentes y ofrecer espacios en medio del ir y venir metropolitano. Insertarse en la ciudad para que las diferentes actividades -sociales, políticas, deportivas, económicas, culturales, etc.- tan importantes que en ella se realicen, tengan un sentido cada vez más profundo y enriquecido por los valores del Evangeli0. Las claves: congruencia, disponibilidad y, por ende, amabilidad en el trato. Solamente así podremos hacer algo que valga la pena.
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