«Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios.»
Queridos hermanos:
Estamos ante el Domingo XXVI del Tiempo Ordinario. ¿Qué Palabra nos da el Señor? La primera Palabra del profeta Ezequiel dice: “Cuando el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que cometió. Y cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida.” Esta es una Palabra que nos llama a conversión, hermanos, a quitar nuestro polvo, nuestra mentira, nuestra hipocresía.
Respondemos con el Salmo 24: “Recuerda, Señor, que tu misericordia es eterna. Enséñame tus caminos. Todo el día te estoy esperando, Señor, tú no te acuerdas de los pecados ni de las maldades de la juventud, acuérdate de mí con misericordia”. Nosotros, hermanos, sí nos acordamos de nuestras maldades, de nuestros pecados. Para el Señor pasó lo viejo, todo es nuevo, el Señor es bueno y enseña el camino a los pecadores, enseña su camino a los humildes. Por eso, hermanos, es importante trabajar en la Viña del señor con humildad, es decir, salir de nuestro individualismo.
La segunda palabra que nos da la Iglesia es de San Pablo a los Filipenses, dice: “Manteneos unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir. No obréis por rivalidad ni por ostentación, dejaos guiar por la humildad y considerad siempre superiores a los demás.” ¿Cómo nos redime el Señor? Nos redime de nuestra soberbia bajando al fondo de nuestro orgullo, de nuestra sexualidad, de nuestro afán de hacer dinero. No busques tus intereses, sino los del otro, eso es ser cristiano. El humilde es el que tiene los pies en la tierra y la cabeza en el cielo, toca el “humus” de dónde le ha salvado el señor, de sus pecados.
El Evangelio, hermanos, es de San Mateo, la parábola de este padre que ordena a sus hijos ir a trabajar a la viña. Dios, hermanos, habla en la historia, pero tantas veces no queremos ser cristianos auténticos y nos quedamos con nuestro cristianismo rutinario, nuestro ser religioso natural; como el hermano segundo, que dijo que iba a ir, pero luego no fue. El Señor nos invita a ser felices, termina el Evangelio diciendo: “Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis”. Tú y yo tenemos la oportunidad de convertirnos hoy, hermanos, pasó lo viejo, todo es nuevo, hagamos una vida nueva, empecemos de nuevo, Dios no tiene en cuenta nuestros pecados.
Qué alegría que Dios es padre y nos quiere introducir en el reino de Dios aquí en la tierra.
Que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo esté con todos vosotros. Que paséis buen domingo.
Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao