Muchos estudios, de universidades alemanas especialmente, demuestran que estas observaciones no son afirmaciones gratuitas de los amigos de Santa Hildegarda ya sean médicos o pacientes.
Hoy quiero referirme de manera especial a un aspecto fundamental que, muchas veces en este mundo moderno sometido a un ritmo frenético, tenemos olvidado. Son realidades que, a pesar de parecer verdades de Perogrullo, no están siendo comprendidas por el gran público puesto que no llegan a convencer a la gente de la imperiosa necesidad de un cambio de formas de vida más saludables…
Estamos viviendo en la actualidad un momento en el que la presencia de Dios en la vida social, en el imaginario colectivo, en los medios de comunicación y en todos los aspectos de la sociedad en general, casi no se percibe.
Una persona que se sabe hijo de Dios y que experimenta lo que significa ser un hijo querido por su Creador, debería vivir sin miedo. Sin embargo vemos que el miedo está presente en la vida cotidiana en muchos ámbitos. El miedo desencadena en las personas muchos bloqueos y enfermedades, nos hace dependientes, manipulables e incapaces de tomar nuestras propias decisiones.
El miedo se manifiesta de muchas maneras: Miedo ante las otras personas, a Dios, ante la vida, miedo de los animales, miedo a las enfermedades como el cáncer, miedo a perder la cabeza, a la vejez, etc.
Si confiásemos en nuestro Señor y Salvador, Jesucristo, no tendríamos miedo. La fuente de todo poder, Dios Nuestro Señor, el Dueño del universo, es más fuerte que cualquier miedo. Jesús dijo : "En el mundo tendréis aflicción ; pero confiad, yo he vencido el mundo" (Jn. 16 , 33) y "Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida." (Jn. 5 , 12ss.)
Hoy quiero referirme a los miedos en el ámbito de la salud. Con los avances de la Genética se han vuelto rutinarios los análisis que nos indican si tenemos un riesgo elevado o no de contraer determinada enfermedad de acuerdo a nuestro material genético. Así vemos a muchas personas someterse a operaciones quirúrgicas muy agresivas, por miedo a padecer en el futuro tal o cual enfermedad, solo por el hecho de que en su familia se han dado varios casos.
Esta manera de ver las cosas adolece de un determinismo como si cada ser humano no fuese un hijo de Dios del cual Él se ocupa amorosamente en la medida en que nosotros le dejemos actuar.
Tampoco las investigaciones científicas recientes llevadas a cabo en los 5 continentes arrojan resultados que apoyen esa forma de pensar a la que me he referido.
En efecto, una dieta sana y un estilo de vida equilibrado y lleno de sentido que permitan la plena realización de la persona, afectan a nuestra salud en una proporción que alcanzaría el 80%, según confirman recientes estudios globales muy serios. La incidencia de las enfermedades autoinmunes, en particular la tasa de cáncer, podría verse drásticamente reducida si atendiésemos a estas dos condiciones aludidas.
Santa Hildegarda de Bingen ya hace casi 900 años nos decía que debemos considerar la salud en sus componentes físicos, mentales y espirituales y que, en realidad la salud, depende principalmente del estilo de vida que llevemos y de como nos alimentemos.
En el post siguiente hablaremos en detalle de las reglas de vida saludables que Santa Hildegarda nos regaló. (Continuará…)
Juan Antonio Timor.