Además de ser educados con las personas que nos rodean a lo largo del día, hay que subrayar la importancia de serlo con Dios; especialmente, durante la recepción de los sacramentos. Sin crear la idea de un Jesús exageradamente formal e inaccesible, debemos reconocer que entrar a la capilla con un chicle o goma de mascar, muestra falta de interés, además de incomodar a los demás. Lo mismo -salvo que se trate de un médico de urgencias- estar en plena Misa con el celular (móvil) en la mano. No es prejuzgar, sino pedir que las formas ayuden a entrar en contacto con el fondo. Hay que evitar la violencia al corregir. El buen modo es muy importante para ir moldeando actitudes y conductas. La disciplina no es exhibir al que está haciendo las cosas mal, sino saberle poner límites en privado. Esto aplica para la familia, el grupo juvenil y la escuela. ¿Qué ha caracterizado a las últimas Jornadas Mundiales de la Juventud? El orden a pesar de tratarse de millón y medio de jóvenes en las calles, lo que nos deja ver la importancia del binomio fe-educación. Podemos divertirnos y, al mismo tiempo, ser ordenados con nuestras cosas.
El problema es que para muchos la educación es portarse de una forma “friki”; sin embargo, esto no tiene nada que ver. Al contrario, una persona educada resulta natural, equilibrada, alegre, cercana, agradable, etcétera. En otras palabras, sabe distinguir el momento y caminar hacia la madurez. Sin andar etiquetando, ayudémonos mutuamente para que podamos ser una buena carta de presentación de nuestra fe delante de la sociedad que -secularizada o no- espera mucho de nosotros.
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