No soy un entusiasta de las estadísticas cuando a práctica religiosa se refieren: los datos no son precisos, suelen ser difíciles de recoger con fiabilidad y no atienden a la calidad sino solo a la cantidad. Pero a pesar de estas prevenciones, reconozco que señalan tendencias, más allá de que el dato en sí sea más o menos preciso. Acostumbrados a que esas tendencias sean negativas, quiero destacar dos noticias de tendencias positivas que nos indican que el proceso de secularización no tiene porque no tener marcha atrás.
La primera viene desde Vietnam, donde monseñor Paul Bui Van Doc, arzobispo de Thành-Phô Hô Chí Minh, ha expresado su satisfacción ante el número de seminaristas que hay actualmente en su país, una cifra cercana a los 3.000. Y esto en un país que ha vivido uno de los más atroces regímenes comunistas y que, sin haber enterrado algunos de los más nocivos vicios de ese régimen (siguen siendo formal mente un estado socialista), ahora se lanza a promover un consumismo omnipresente. Explica el obispo que los seminaristas, repartidos en ocho seminarios, han visto florecer sus vocaciones gracias a la intensa vida de piedad que se vive en el seno de las familias cristianas vietnamitas. Son esas familias las que componen los 6 millones de católicos de entre los casi 92 millones de vietnamitas. Para hacernos una idea de lo que estas cifras significan, vale la pena compararlas con España, que tiene en la actualidad 1.321 seminaristas para una población católica de 33 millones de personas, el 71% de los 47 millones de españoles. O sea, que Vietnam tiene más del doble de seminaristas para una población católica seis veces menor que la de España. Vamos, que estamos a años luz y que esa piedad de la que nos habla el obispo vietnamita debe de ser realmente intensa.
La otra noticia nos lleva a Rusia, donde el número de personas que se declaran ortodoxas ha pasado del 52% en 1997 al 68% en la actualidad, un crecimiento que proclama el fracaso del comunismo ateo en su afán por erradicar la fe de tierras rusas. Evidentemente existe el riesgo de confundir la fe con la identidad nacional, un riesgo que siempre está muy presente en el ámbito de las iglesias ortodoxas orientales y su tradición cesaropapista, pero aún así me parece que expresa un cambio en aquel país y un retorno con fuerza de la religión en esa sociedad, algo que a los occidentales nos suena a ciencia ficción pero que es muy real en muchos lugares del mundo.