Etimología
La palabra Biblia se origina, a través del latín, en la expresión griega ta biblia ta haguia; (los libros sagrados), acuñada por vez primera en 1º. Macabeos 12:9. Biblion es el plural y significa papiro o rollo, usado también para libro. Se cree que este nombre nació como diminutivo del nombre de la ciudad de Biblos, importante mercado de papiros de la antigüedad. Este término fue empleado por los hebreos helenizados (aquellos que habitaban en ciudades de habla griega) mucho tiempo antes del nacimiento de Jesús de Nazaret, para referirse al Tanaj o Antiguo Testamento. Muchos años después empezó a ser utilizado por los cristianos para referirse al conjunto de libros que forman el Antiguo Testamento, así como a los Evangelios y a las cartas apostólicas, es decir, el Nuevo Testamento. Ya como un título, se empezó a utilizar en latín biblia sacra (los libros sagrados) sin artículo, dado que éste no existía en latín. Sin embargo, al ser Biblia un cultismo en latín, acabó pasando de considerarse un plural neutro a un femenino singular (la sagrada Biblia), entendiendo ya Biblia como el nombre propio de todo el conjunto. A través del latín se derivó a la gran mayoría de las lenguas modernas.
Historia
La Biblia, es el conjunto de libros canónicos del judaísmo y del cristianismo. La canonicidad de cada libro varía dependiendo de la tradición adoptada. Según la religión judía y la cristiana, la Biblia transmite la palabra de Dios. La Biblia, o al menos parte de ella, se encuentra traducida a 2.303 idiomas.
La Biblia es considerada un libro sagrado por varias de las religiones de occidente, pero no todo el material que contiene es de carácter religioso (incluye genealogías, censos, leyes civiles, actos administrativos, etc.), sino que tiene valor histórico y literario. Es un conjunto de libros cuyo número varía según el canon.
La Biblia es una compilación de textos que en un principio eran documentos separados, llamados libros, escritos primero en hebreo, arameo y griego durante un dilatado período de tiempo y después reunidos para formar el Tanaj, que es el Antiguo Testamento de los cristianos, y luego el Nuevo Testamento. Ambos testamentos forman la Biblia cristiana. En sí la Biblia fue escrita a lo largo de aproximadamente 1000 años (900 a. C. - 100 d. C.). Los textos más antiguos se encuentran en el Libro de los Jueces (Canto de Deborah) y en las denominadas fuentes "E" y "J" de la Tora o Pentateuco, que son datadas en la época de los dos reinos (siglos X a VIII a. C.). El libro completo más antiguo, el de Oseas, es también de la misma época. El pueblo judío identifica la Biblia con el Tanaj, no consintiéndose bajo ningún concepto el término Antiguo Testamento, y no aceptan la validez del llamado Nuevo Testamento, reconociéndose como texto sagrado únicamente al Tanaj.
El canon católico romano de la Biblia que conocemos hoy fue sancionado definitivamente en el Concilio de Hipona en el año 393 de nuestra era, ratificado en el Concilio de Cartago en el año 397 y luego nuevamente confirmado por decreto en la cuarta sesión del Concilio de Trento del 8 de abril de 1546.
Ninguna de estas decisiones fue reconocida ni asumida entre los protestantes, surgidos a partir del Siglo XVI, ni por distintas denominaciones para-protestantes, surgidas a partir del Siglo XIX. El Canon de las Biblias Cristianas Ortodoxas es aun más amplio que el Canon de las Biblias Católicas Romanas, e incluye el Salmo 151, la Oración de Manasés, el Libro III de Esdras y el Libro III de los Macabeos.
El canon católico incluye 73 Libros, de los cuales 46 pertenecen al Antiguo Testamento y 27 al Nuevo Testamento. En el Antiguo Testamento están incluidos los llamados Libros Deuterocanónicos, que no son aceptados ni por el judaísmo ni por el protestantismo. Son los Libros de Tobías, Judit, 1º. Macabeos, 2º. Macabeos, Sabiduría, Eclesiástico y Baruc.
El Antiguo Testamento narra principalmente la historia de los hebreos; el Nuevo Testamento la vida, muerte y resurrección de Jesus, su mensaje y la historia de los primeros cristianos.
El Nuevo Testamento fue escrito en lengua griega koiné. En él se cita con frecuencia al Antiguo Testamento de la versión de los Setenta (o Septuaginta), traducción al griego del Antiguo Testamento realizada en Alejandría en el siglo III a. C.
La Biblia es para los creyentes la Palabra de Dios, por ser indudable para éstos su inspiración divina. Es un libro eminentemente espiritual y habla sobre la historia de la humanidad, su creación, su caída en el pecado y su salvación, y expone cómo el Dios creador se ha relacionado, se relaciona y se relacionará con el ser humano. De igual forma, la Biblia expone los atributos y el carácter de Dios.
Para los creyentes, la Biblia es la principal fuente de fe y doctrina en Cristo. En el Siglo XVI los diferentes movimientos de la Reforma Protestante comenzaron a experimentar un alto desgaste en discusiones filosóficas y a separarse unos de otros. Para menguar este problema se definió el principio llamado sola escritura, que significa que solamente la Biblia puede ser considerada fuente de doctrina cristiana. Para la Iglesia Católica Romana, además de la Biblia, también son fuente doctrinal la tradición, las enseñanzas de los Padres de la Iglesia y decisiones emanadas de Concilios. Esta divergencia entre cristianos se intensificó al asumir la Iglesia Católica Romana la idea de que el Papa, como único sucesor de Pedro y, consecuentemente, custodio y depositario de las llaves del Reino de los Cielos, debía ser infalible en asuntos de fe, moral y doctrina cristiana (Dogma de la Infalibilidad Papal). Los cristianos protestantes rechazan esta aseveración y consideran como cabeza única de la iglesia a Jesus de Nazaret. Para ambas partes esta gran diferencia ya no es considerada tan solo en términos filosóficos o religiosos, sino como designios divinos plasmados y asentados en la Biblia misma.
Para los Judíos Ortodoxos el Nuevo Testamento, por supuesto, no tiene validez. El rabínico considera como fuente de doctrina el Talmud, mientras los Caraítas defienden desde el siglo VIII el Tanaj como única fuente de fe.
Estructura
Un libro de la Biblia es un grupo establecido de escrituras. Por ejemplo, el libro de Salmos (en hebreo Tehilim o Canciones de alabanza) tiene 150 canciones (151 en la versión de los Setenta), mientras que la Epístola de Judas es una carta de media página.
La Biblia hebrea o Tanaj está dividida en tres secciones: los cinco libros de Moisés (la Ley o Torá), los libros escritos por los profetas hebreos (los Profetas o Nevi’m) y unos libros que no entran en ninguna de las dos categorías anteriores (las Escrituras o Ketuvim); éstos son conocidos como hagiógrafas o simplemente ‘las Escrituras’.
La Biblia judía fue escrita predominantemente en hebreo, pero tiene algunas pequeñas partes que fueron escritas en arameo. En la Biblia cristiana, la Biblia hebrea es llamada Antiguo Testamento, para distinguirla del Nuevo Testamento, que es la parte que narra la vida de Jesús y su predicación, entre otras cosas. El Nuevo Testamento está dividido en los cuatro Evangelios, Historia (Hechos de los Apóstoles), las Cartas a iglesias cristianas por Pablo y otros apóstoles, y el Apocalipsis.
Las Biblias cristianas contienen la totalidad del Tanaj o Antiguo Testamento, junto con un grupo de Escrituras posteriores conocidas como el Nuevo Testamento. Dentro del cristianismo no hay acuerdo completo sobre el número exacto de libros que debe tener (con igual reconocimiento) el Antiguo Testamento, es decir, sobre su canon.
Hasta el siglo XVI se mantuvo en Occidente la traducción latina de San Jerónimo conocida como la Vulgata (proveniente del latín vulgar), que incorporaba tanto el canon judío como escritos de la Septuaginta griega. Con la Reforma protestante, Martin Lutero cuestionó la necesidad de mantener los libros apócrifos junto a los del canon judío y los agrupó como un apéndice edificante al final de su traducción al alemán de la Biblia. La Iglesia Católica Romana confirmó, sin embargo, el canon de la Biblia de los Setenta y de la Vulgata en el Concilio de Trento (1545-1563), reconociendo y confirmando la canonicidad de algunas escrituras cuestionadas por Lutero, que desde ese mismo siglo comenzaron a ser llamados Deuterocanónicos, concepto introducido por Sixto de Siena, que significa literalmente segundo canon, a los cuales las iglesias orientales también reconocen plena canonicidad, agregando también otros libros que se encuentran en códices antiguos, como III y IV Macabeos y la Oración de Manasés. La Iglesia Ortodoxa Etíope acepta asimismo el Libro de Enoc como canónico. En cuanto al resto de los libros, no hay disputa alguna y todos los grupos cristianos tienen los mismos libros en el Nuevo Testamento de la Biblia.
Canon bíblico
Un canon es el conjunto de libros que integran la Biblia según una tradición religiosa concreta, que los considera así divinamente inspirados y los distingue de otros textos que no se consideran revelados. Estas diferencias entre las distintas ramas del cristianismo se dan únicamente para el Antiguo Testamento, ya que todas las Biblias tienen el mismo número de libros en el Nuevo Testamento.
La Biblia Cristiana Ortodoxa consta de 1347 capítulos, la Católica Romana de 1329, y la Protestante de 1189; 260 de los cuales constituyen el Nuevo Testamento.
El primer canon es el Pentateuco, el cual se compone de los libros del Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio y contiene la Ley de Dios, que es el conjunto de los 613 preceptos del Judaísmo.
Dentro del Judaísmo surge disputa sobre el canon correcto. Un grupo religioso, los saduceos, sostiene que solamente conforma el canon de las Escrituras la Toráh o Pentateuco (la Ley), mientras que otros grupos también consideran las Escrituras de los Nevi’m (Profetas) y los Ketuvim (los Escritos). Después de la destrucción de Jerusalén en el año 70 d. C., el grupo judío predominante fue el de los fariseos, que sí considera al canon como conformado por la Ley, los Profetas y los Escritos (Toráh, Nevi’m y Ketuvim).
Así, a finales del siglo I el Judaísmo estableció en Yamnia (Yavne) como canon de sus libros sagrados aquellos que cumplieran tres requisitos: que hubiera una copia del libro en cuestión que se supiera que fue escrito antes del año 300 a. C. (cuando la helenización llego a Judea, con los problemas culturales y religiosos subsecuentes, y que pueden leerse en libros como los de los Macabeos o el de Daniel), que dicha copia estuviera escrita en hebreo o cuando menos arameo (no griego, la lengua y cultura invasora) y que tuviera un mensaje considerado como inspirado o dirigido al pueblo de Dios (con lo que también algunos libros que cumplían las dos características anteriores tuvieron que salir del canon).
En tiempos de Jesús de Nazaret era predominante la segunda opinión, la cual fue sostenida y transmitida por muchos cristianos hasta tiempos de la Reforma Protestante con la controversia de los libros Deuterocanónicos. Esta controversia probablemente se originó precisamente por el hecho de que el Judaísmo había establecido su canon a fines del siglo I, con lo que para ellos ya no estaban presentes aquellos textos que sólo se encontrarían en griego (en la versión de la Biblia judía de los Setenta). Estos libros fueron precisamente los que se considerarían, posteriormente, como Deuterocanónicos y que fueron aceptados tanto por cristianos como por ortodoxos.
La versión judía de la Biblia consta de 24 libros, con ciertas diferencias respecto a las Biblias cristianas. Algunas de ellas son:
• Los nombres de varios libros: Éxodo para el original Shemot; Levítico para Vaikra.
• La subdivisión en tres secciones: Tora (la Ley, el Pentateuco); Nevi’m, los Profetas Anteriores (Josué, Jueces, Samuel y Reyes) y Posteriores (Isaías, Jeremías, Ezequiel y los 12 profetas menores); y Ketuvim, los Escritos (Salmos, Proverbios, Daniel y los demás libros).
Actualmente, los libros que no son considerados canónicos por católicos y ortodoxos, reciben el nombre de libros apócrifos. A su vez esos mismos libros suelen ser denominados pseudoepígrafos por los protestantes, que, habitualmente, respetan también el nombre de Deuterocanónicos (literalmente, ‘del segundo canon’) para aquellos que han recibido reconocimiento canónico de católicos y ortodoxos (en general, son libros escritos originalmente en griego, incluidos en la traducción al griego de la Biblia judía conocida como Septuaginta o de los LXX). No obstante algunas corrientes protestantes fundamentalistas insisten en conservar el nombre de apócrifos para los libros deuterocanónicos. Con todo, hay que señalar, que los primeros cristianos no usaban la Biblia hebrea, sino que usaban la Septuaginta o de los LXX por cuanto varios de los nuevos cristianos fueron judíos de cultura griega, como por ejemplo, Pablo de Tarso, San Esteban, y los evangelistas San Lucas y San Marcos.
Así pues, las versiones católicas de la Biblia constan de 73 escritos, en tanto que las versiones protestantes sólo contienen 66, debido a que ellos consideran que siete libros impresos en las versiones católicas (los Deuterocanónicos) solo son ‘lectura edificante’, pero no canoníca. Las versiones ortodoxas, por su parte, incluyen 76 libros en total. Además, la Iglesia Ortodoxa Etíope incluye como canónico en el Antiguo Testamento el Libro de Enoc, que no incluye ninguna de las otras corrientes cristianas ni el judaísmo.
Biblia Cristiana
La Biblia es un libro usado por todos los cristianos, aún cuando no todos los grupos de cristianos la lean asiduamente. Las Biblias Cristianas están constituidas por escritos hebreos, arameos y griegos, que han sido retomados de la Biblia griega, llamada Septuaginta, y del Tanaj hebreo-arameo, y luego reagrupados bajo el nombre de Antiguo Testamento. A estos se ha sumado una tercera serie de escritos griegos cristianos agrupados bajo el nombre de Nuevo Testamento. Distintos grupos cristianos han debatido largamente sobre la inclusión o exclusión de algunos de los libros de ambos Testamentos, surgiendo los conceptos de apócrifos y deuterocanónicos para hacer referencia a algunos de estos textos.
La comunidad judía actual reserva la expresión ‘Biblia Cristiana’ para identificar sólo a los libros que han sido añadidos al Tanaj hebreo-arameo por el judaísmo tardío helenizante alejandrino, y luego por el cristianismo, y evita referirse a su Tanaj en términos de ‘Biblia’, o de ‘Antiguo Testamento’. Varias denominaciones cristianas incorporan otros libros en el Canon.
Arqueología y coincidencias bíblicas
Las investigaciones arqueológicas en la zona donde se desarrollaron los hechos narrados en la Biblia tienen como un resultado añadido la comprobación de los hechos, lugares y personajes que aparecen citados en los diferentes libros que componen la Biblia. Incluso se ha llegado a crear el término arqueología bíblica para denominar la parte de la arqueología que se encarga de estudiar los lugares indicados en la Biblia.
Hay varios casos en que los descubrimientos arqueológicos han confirmado los hechos o personajes bíblicos. Entre esos descubrimientos se encuentran los siguientes:
• Destrucción de Jerusalén en el año 70. En 1970 un equipo de arqueólogos a las órdenes de Nahman Avigad descubrió en Jerusalén las ruinas de una casa quemada en la cual se hallaron unas monedas que situaban el escenario alrededor del año 70. La disposición de los objetos hallados, así como el hallazgo de los restos de un cuerpo en disposición de huída, dieron pie a la hipótesis que se debía a la destrucción de Jerusalén por las tropas romanas en el año 70, destrucción que figura como profecía realizada por Jesus en Lucas 19:43-44. Otra posible interpretación, dada por los partidarios de la datación tardía de este evangelio, sostiene que el mismo fue escrito con posterioridad a la destrucción y por tanto relata hechos ya sucedidos.
• El Rey Sargón II de Asiria. Este personaje que aparece en Isaías 20:1 no pudo ser confirmado hasta que en 1843 se descubrieron las ruinas de su palacio. Se hallaron escritos en los que se relatan las conquistas de las ciudades de Samaria y Asdod que aparecen también relatados en el libro de Isaías.
• Joaquín, rey de Judá. El descubrimiento de las tablillas de Babilonia permitió la confirmación de la existencia del rey Joaquín de Judá y sus cinco hijos, que aparecían nombrados en los libros de 2a de Reyes y 1a de Crónicas.
• El sello de Yehujal. En 2005 la arqueóloga Eilat Mazar descubrió un sello de arcilla en el cual se nombraba Yehujal (Jehucal o Jucal) que fue un funcionario judío que es nombrado en el libro de Jeremías.
• Hallazgos en Nínive. En las excavaciones realizadas en la antigua ciudad de Nínive, capital de Asiria, se han hallado varias piezas que confirman relatos bíblicos. En el palacio de Sanaquerib hay un bajorrelieve que muestra a las tropas asirias llevando cautivos a los israelitas tras la caída de Lakis, hecho relatado en el Segundo Libro de los Reyes. En las piezas conocidas como Anales de Sanaquerib se relatan los hechos realizados durante el reinado de Ezequías. También es curioso cómo en el listado de ciudades conquistadas por los asirios no aparece Jerusalén, lo cual concuerda con el relato bíblico de que fueron derrotados a sus puertas, al igual que se relata el asesinato de Sanaquerib, que están incluidos en el Libro de Isaías.
• El Cilindro de Ciro. Se encontró en Sippar cerca de Bagdad, Iraq. Narra la conquista de Babilonia por Ciro el Grande. Algunos ven en los relatos de Isaías la profecía de la destrucción de Babilonia por Ciro. También en el cilindro se expone la política de Ciro de dejar volver a los pueblos deportados a su tierra de origen, tal y como sucedió con los israelitas.
• Recientemente se encontró al sur de Siria una piedra con la Estrella de David grabada, en la zona que la Biblia indica que estuvo la ciudad hebrea de Dan antes de la conquista asiria, lo que puede indicar que fue territorio hebreo o tenía algún contacto con Israel.
Conservación e integridad de la Biblia
A pesar de las objeciones de algunos críticos, existen pruebas que avalan la afirmación de que gran parte de la Biblia se ha conservado sin cambios importantes hasta nuestros días. Quienes no están de acuerdo con estas afirmaciones apelan a circunstancias tales como traducciones de un idioma a otro, copiado de manuscritos, opiniones divergentes en dogmas y/o destrucción deliberada, por lo que según ellos la Biblia no ha llegado como un volumen completo. Hallazgos tales como los manuscritos del Mar Muerto han mostrado que, en gran parte, esto sucedió antes del Siglo I de nuestra era, aunque los textos encontrados allí y los conocidos hasta entonces, parecen presentar cambios menores.
Ha habido otros textos relevantes relacionados con la Biblia original, los escritos apócrifos hallados en Egipto (Nag Hammadi) y en Cisjordania (Qumrán, cerca del Mar Muerto), e incluso en países muy lejanos hacia el Sur y el Oriente. Estos han supuesto una nueva interrogante acerca de si yaestaría completo el canon bíblico, o habría que revisarlo de forma detallada.
Los defensores de la idea de que las escrituras bíblicas son fieles y están completas, se basan en la cantidad de copias idénticas que, desde tiempos remotos, se ha realizado de las mismas. Los copistas hebreos de las Escrituras fueron muy instruidos. Los masoretas, que copiaron las Escrituras Hebreas entre los siglos VI y X, solían contar las letras para evitar errores. El erudito en la materia W. H. Green dice sobre las comparaciones entre textos antiguos y modernos que ninguna otra obra de la antigüedad se ha transmitido con tanta exactitud.
Fuentes teológicas
Fuente teológica es el término usado en teología para nombrar las fuentes de la argumentación en que se fundamenta este tipo de saber.
Para cada religión tales fuentes son distintas, de modo que en teología no hay nada parecido al consenso científico que suele haber en las ciencias que se someten al método científico. En el caso más extremo (no compartido por todas las religiones ni dentro de estas por todos los creyentes), el argumento de autoridad de la Iglesia tendría preferencia sobre la lógica o la experiencia. Considerar sagrados los textos o fuentes documentales de su saber, convierte en problemático el estudio crítico de las mismas fuentes, que en algunas religiones se consideran verdad revelada.
Algunas religiones, y desde luego todas las religiones primitivas, son fundamentalmente ritos y creencias apoyadas en la tradición oral y la costumbre, y sólo los mitos cumplirían propiamente el papel de fuente teológica. La comunicación de los hombres con el mundo sobrenatural imaginado adquiere a veces formas de lo que se denomina profecía, que en algunas ocasiones da lugar a relatos que guían la actividad humana: es el caso de los oráculos del mundo griego clásico y de los libros sibilinos que la Sibila de Cumas vendió a los romanos. Muchas religiones (correspondientes a las zonas del mundo donde se alcanzó el desarrollo histórico ligado a la invención de la escritura) disponen de textos sagrados: el Libro de los muertos del Antiguo Egipto, la Epopeya de Gilgamesh en Sumeria (ambos precedentes de distintos relatos bíblicos), los Vedas del Hinduismo, o el Popol Vuh de los mayas, por ejemplo.
No obstante, existe una diferencia esencial entre las religiones monoteístas y las demás: consideran sus textos como revelación directa del único Dios y mecanismo para la salvación espiritual del hombre (aunque en grado diferente según la interpretación de cada variante). La expresión islámica gentes del libro, para denominar a cristianos y judíos, es suficientemente elocuente: Toráh, Biblia y Corán son literalmente Palabra de Dios para judíos, cristianos y musulmanes.
Fuentes teológicas en el cristianismo
El principio protestante es el Sola Scriptura de Lutero: la Biblia es la única fuente teológica; no hay otra verdad revelada fuera de la que se contiene en la Biblia. El Sola Fides que pone la salvación del creyente únicamente en su fe en Jesucristo, le obliga a acercarse sin intermediarios a la Biblia, única regla de fe, y resolver sólo a través de ella todos los problemas de fe. Tampoco hay una autoridad que le obligue: existe un sacerdocio universal.
En el otro extremo los católicos sostienen que hay algunas verdades reveladas aparte de aquellas que aparecen en la Biblia: la Sagrada Tradición. Jesucristo estableció una institución para, a través de su Magisterio, interpretar la verdad revelada (Sagradas Escritura y Tradición), ponerla al alcance de todos y en todas partes, que es la Iglesia Universal (católica, en griego). El acceso de los fieles no orientados a versiones que no sean la oficial y convenientemente anotada de la Biblia está desaconsejada. El Concilio de Trento fijó la Vulgata (traducción al latín de San Jerónimo) como la versión canónica, y se restringieron las traducciones a lenguas modernas, como la de Lutero al alemán. Fray Luis de León (que además de religioso era profesor universitario) fue procesado por traducir y comentar el Cantar de los Cantares. Hasta el siglo XX no se relajaron esas prevenciones.
Esos son los dos puntos principales de controversia entre los católicos y los protestantes tradicionales (los protestantes liberales se permiten cuestionar críticamente las fuentes teológicas, lo que para los otros es cuestionar la revelación). Las otras diferencias se conectan con esos dos puntos o se siguen de ellos, de modo diferente en las diferentes ramas del protestantismo (luteranismo, calvinismo, anglicanismo, etc.)
No existen diferencias tan radicales entre los católicos y el cristianismo oriental u ortodoxo, ya que ambas partes admiten la institución de la Iglesia por Jesucristo, su Magisterio, su autoridad, su infalibilidad e indefectibilidad (en mayor o menor grado). Las diferencias tocantes a las fuentes teológicas y su tratamiento son respecto a los sujetos de la autoridad (el Papa es Vicario de Cristo e infalible para los católicos, y sólo obispo de Roma para los ortodoxos) y la unidad orgánica del cuerpo docente, aparte de cuestiones dogmáticas.
Fuentes teológicas en el catolicismo
En la constitución del saber teológico pueden indicarse su objeto, sus fuentes y su lugar. El objeto de la teología es Dios -de manera directa-, y el mundo y el hombre a la luz de Dios. Las fuentes del conocimiento teológico y sus criterios de verdad son la razón humana y la revelación divina, de manera privilegiada. El lugar de la teología es la Iglesia como comunidad de fe.
De aquí se deriva que la Iglesia tiene que poder establecer de forma autorizada criterios para la reflexión teológica. Según la Iglesia Católica, la investigación y el trabajo teológico se inscriben dentro de un saber racional (y por eso reclaman para la teología el status de ciencia), cuyo objeto es dado por la revelación, es decir, la Palabra de Dios transmitida e interpretada por la Iglesia bajo la autoridad del Magisterio.
Fuentes teológicas en el anglicanismo y el episcopalismo
El Libro de Oración Común es la principal fuente teológica de los episcopales, la más tradicional de las iglesias protestantes de Estados Unidos. Deriva del ‘Book of Common Prayer’ anglicano que tuvo distintas redacciones desde mediados del siglo XVI. En Estados Unidos hubo un intento fallido de actualizarlo en 1786, y otros en vigor sucesivamente fueron publicados en 1789, 1892 y 1928. Fue actualizado por última vez en 1979. Aunque es de dominio público, las nuevas revisiones del mismo son controladas por el Custodio para la Normalización del Libro de Oración Común. Contiene los distintos servicios de adoración o servicios litúrgicos que usan los episcopales.
‘Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para argüir, para corregir y para educar en la justicia…’
(2ª. Timoteo 3:16)