Tal vez tendríamos que ir abordando en más catequesis el concepto de "sana laicidad" del papa Benedicto XVI, donde sitúa el diálogo fe-razón y el derecho (¡necesidad!) de buscar la Verdad y reconocerla.
 
En ese marco de sana laicidad, la objetividad en la mirada es importante. Europa nació cristiana, y la fe plasmó una civilización entera, un horizonte cultural desplegado en tantos ámbitos que sería imposible desgranarlos todos: arte, arquitectura, ciencia, educación, Universidad, trabajo, familia, literatura... ¡Cuántos y cuántos literatos o artistas o científicos lo fueron por ser católicos y movidos por su fe católica! Ahora la desmemoria histórica quiere oponerlo todo a la fe, como si el catolicismo se hubiera dedicado a frenar todas esas áreas en lugar de haberlas fomentado rectamente y haber entregado a sus hijos a esas nobles causas.
 
No. No olvidemos nuestras raíces. Los mejores logros y grandes avances (los verdaderos, no las revoluciones de la Modernidad que subyugan todo) los realizaron hombres movidos y transformados por su fe católica.
 
No. No olvidemos nuestras raíces. Desgajados de ellas, esta civilización hoy se rompe en mil pedazos, haciéndose añicos, en una crisis cultural, en un cambio de época y de civilización que no sabemos en qué desembocará, pero cuyos "éxitos" sonados ya padecemos (economía que lo supedita todo al interés y el beneficio, relaciones deshumanizadas, vitalismo, pobreza educativa, arte desfigurado en el feísmo, las lacras del aborto, de la eutanasia, del divorcio...).
 

No. No olvidemos nuestras raíces que fecundaron durante siglos una cultura, la europea, digna de tal nombre.
 
"La edificación de la casa común europea puede llegar a buen puerto sólo si este continente es consciente de sus propias raíces cristianas y si los valores del Evangelio además de la imagen cristiana del hombre son, también en el futuro, el fermento de la civilización europea. La fe vivida en Cristo y el amor activo por el prójimo, reflejando la palabra y la vida de Cristo y el ejemplo de los santos, deben pesar más en la cultura occidental cristiana... Estos santos, a través de distintos caminos de vida, se ofrecieron con la misma dedicación al servicio de Dios y de su mensaje de amor hacia el prójimo. Así nos dejan un ejemplo de guía en la fe y de su testimonio de comprensión entre los pueblos" (Benedicto XVI, Discurso ante al Embajador de Austria en la Santa Sede, 3-febrero-2011).
A esta breve catequesis, sugeriría la importancia de leer algunos libros de historia. Un pueblo sin memoria está condenado al fracaso. De entre ellos, uno me impactó a más no poder: Woods, Cómo la Iglesia construyó la civilización occidental, en la editorial Criteria. Leedlo. Leedlo, por favor.