Amplísimo discurso del papa Benedicto XVI, recién elegido, a un grupo de obispos polacos en visita ad limina (3-diciembre-2005); la nueva evangelización es su objeto. Posee el estilo personal de Benedicto XVI, sus claves de fondo, sus orientaciones siempre claras.
1) El obispo es el primer impulsor de la evangelización y ése ha de ser el centro de su interés al ejercer el ministerio episcopal, siempre contando -escuchando, acompañando- a sus inmediatos colaboradores, los presbíteros.
"Hoy, junto con vosotros, queridos hermanos, quisiera reflexionar sobre este tema. Sabemos bien que el primer responsable de la obra de evangelización es el obispo, que ejerce los tria munera: profético, sacerdotal y pastoral. En su libro ¡Levantaos, vamos!, especialmente en los capítulos "Pastor", "Conozco mis ovejas" y "La administración de los sacramentos", Juan Pablo II, basándose en su propia experiencia, trazó el proyecto del camino del ministerio episcopal para que dé buenos frutos. No es necesario mencionar ahora los pasos de sus reflexiones. Todos podemos recurrir al patrimonio que nos ha dejado, y aprovechar abundantemente su testimonio. Que su sentido de responsabilidad por la Iglesia y por los creyentes encomendados a la solicitud del obispo sea para nosotros modelo y estímulo. Los primeros colaboradores del obispo en la realización de sus tareas son los presbíteros; a ellos, antes que a todos los demás, debería dirigirse la solicitud del obispo. Juan Pablo II escribió: "Con su manera de vivir el obispo muestra que "el modelo Cristo" no está superado; también en las actuales condiciones sigue siendo muy actual. Se puede decir que una diócesis refleja el modo de ser de su obispo. Sus virtudes —la castidad, la práctica de la pobreza, el espíritu de oración, la sencillez, la finura de conciencia— se graban en cierto sentido en los corazones de los sacerdotes. Estos, a su vez, transmiten esos valores a sus fieles y así los jóvenes se sienten atraídos a responder generosamente a la llamada de Cristo" (¡Levantaos, vamos!, p. 118)".
2) Los religiosos en el orden de la evangelización: por su carisma y por su propia identidad religiosa, los religiosos son activos colaboradores de la nueva evangelización, siempre que posean un grandísimo sentido eclesial, amplitud de miras, y no identifiquen en ningún caso la actual secularización interna de la Iglesia como un "método" de encarnarse.
"La diversidad de carismas y de servicios que realizan los religiosos y las religiosas, o los miembros de los institutos laicos de vida consagrada, es una gran riqueza de la Iglesia. El obispo puede y debe impulsarlos a insertarse en el programa diocesano de evangelización y a asumir las tareas pastorales, de acuerdo con su carisma, en colaboración con los sacerdotes y con las comunidades de laicos. Las comunidades religiosas y los consagrados, aunque por derecho estén sometidos a sus propios superiores, "en aquello que se refiere a la cura de almas, al ejercicio público del culto divino y a otras obras de apostolado", están "sujetos a la potestad del obispo" como afirma el Código de derecho canónico (can. 678, 1). Además, el Código invita a los obispos diocesanos y a los superiores religiosos a que "procedan de común acuerdo al dirigir las obras de apostolado de los religiosos" (can. 678, 3)".
3) El mundo del laicado es un mundo activo, y no pasivo, en virtud de su bautismo y vocación apostólica. Posee su propio ámbito, recibe su propia misión, pero el laicado católico o es evangelizador o la evangelización jamás se llevará a cabo. ¿De qué manera, en dónde deben estar, qué hacer?
"En nuestra reflexión sobre el papel de los laicos en la obra de evangelización nos introducen las palabras de mi gran predecesor: "Los laicos pueden realizar su vocación en el mundo y alcanzar la santidad no sólo comprometiéndose activamente a favor de los pobres y los necesitados, sino también animando con espíritu cristiano la sociedad mediante el cumplimiento de sus deberes profesionales y con el testimonio de una vida familiar ejemplar" (¡Levantaos, vamos!, p. 107).
En tiempos en que —como escribió Juan Pablo II— "la cultura europea da la impresión de ser una "apostasía silenciosa" por parte del hombre autosuficiente, que vive como si Dios no existiera" (Ecclesia in Europa, 9), la Iglesia no cesa de anunciar al mundo que Jesucristo es su esperanza.
En esta obra el papel de los laicos es insustituible. Su testimonio de fe es particularmente elocuente y eficaz, porque se da en la realidad diaria y en los ámbitos a los que un sacerdote accede con dificultad.
Uno de los principales objetivos de la actividad del laicado es la renovación moral de la sociedad, que no puede ser superficial, parcial e inmediata. Debería caracterizarse por una profunda transformación en el ethos de los hombres, es decir, por la aceptación de una oportuna jerarquía de valores, según la cual se formen las actitudes.
Tarea específica del laicado es la participación en la vida pública y en la política. En la exhortación apostólica Christifideles laici, Juan Pablo II recordó que "todos y cada uno tienen el derecho y el deber de participar en la política" (n. 42). La Iglesia no se identifica con ningún partido, con ninguna comunidad política ni con ningún sistema político; en cambio, recuerda siempre que los laicos comprometidos en la vida política deben dar un testimonio valiente y visible de los valores cristianos, que hay que reafirmar y defender en el caso de que sean amenazados. Lo harán públicamente, tanto en los debates de carácter político como en los medios de comunicación social.
Una de las tareas importantes, derivadas del proceso de integración europea, es la valiente solicitud por conservar la identidad católica y nacional de los polacos. El diálogo mantenido por el laicado católico sobre cuestiones políticas será eficaz y servirá al bien común si en su base hay: amor a la verdad, espíritu de servicio y solidaridad en el compromiso en favor del bien común. Queridos hermanos, os exhorto a sostener este servicio del laicado, respetando una justa autonomía política.
Sólo he enumerado algunas de las formas de compromiso del laicado en la obra de evangelización. Las otras, como la pastoral familiar, la pastoral juvenil o la actividad caritativa serán tema de una reflexión ulterior durante el encuentro con el tercer grupo de obispos polacos. Ahora os deseo que una armoniosa colaboración de todos los estados de vida en la Iglesia, bajo vuestra guía iluminada, produzca frutos de transformación del mundo según el espíritu del Evangelio de Cristo".
Ante este amplio panorama, cada cual según su estado de vida, debe concienciarse de esta evangelización, saberse llamado e implicarse. No hay tiempo que perder.