La única jerarquía que prevalece es la del amor. Es el secreto del corazón de cada uno.
El hombre encarcelado puede ser más amoroso que el guardián o el juez; la persona con una deficiencia más que su educador; el inmigrante más que el ministro del interior. Al final de nuestra vida seremos juzgados según nuestro corazón, no según nuestros vestidos o las máscaras impuestas por la sociedad, ni según nuestros miedos; seremos juzgados por lo que somos y no por nuestras funciones.
Jesús recuerda con fuerza que lo que es importante no es el vestido sino el corazón.
Jean Vanier, Amar hasta el extremo