No es ningún sacrilegio reconocer el vicio cinéfilo que practica Juan Manuel de Prada. Una vez más lo demuestra en su última novela que he terminado de leer: Lucía en la noche. Tras cuyas páginas parece uno estar viendo una enorme pantalla de cine contemplando la cinta Vértigo, filmada por el maestro del suspense Alfred Hitchcock y considerada una de las mejores películas de todos los tiempos.
Juan Manuel de Prada juega, en su novela Lucía en la noche, entre el pasado y el presente, entre la investigación y la convivencia con la protagonista, quien aparentemente muere en un accidente de aviación.
Todo el meollo de la novela nos presenta un Prada nuevo, un autor convertido en policía por necesidad del enamoramiento que tiene por la protagonista, por Lucía, a quien descubre que le está dejando unas pistas para que la siga hasta el fin de la tierra.
Encontramos en toda la novela a un Juan Manuel de Prada sabio constructor de palabras, selecto narrador intrigante, amigo de un policía de investigación, fino observador del mundo hospitalario, y hondo conocedor del ignoto destino de muchas organizaciones no gubernamentales que esconden las más bajas pasiones humanas, tema dilecto de nuestro autor, tras las comisiones económicas y los fines filantrópicos de sus estatutos para chupar del erario público y montar tinglados para engañabobos e incautos.
Sinceramente felicito a mi amigo Juan Manuel por esta última novela suya. Nos presenta al autor con la madurez intelectual de siempre, pero con una fina crítica a hechos sociales actuales que no escapan a la lupa de la pluma pintora de la realidad circundante.
Recomiendo a los lectores de este post a la lectura de Lucía en la noche. Descubrirán lo mucho que Juan Manuel nos da y nos seguirá suministrando, dada su maestría en la difícil aventura de la novela en estos tiempos en que la gente lee poco, o solamente come la bazofia literaria que sirven los catering de literatura precocinada. Moda que tanto éxito da a los gafapasta o pagafantas, denostados en Lucía en la noche. La mayoría de ellos negros de otros que luego obtienen títulos académicos o manuales de resistencia, todos completamente falsos.
Tomás de la Torre Lendínez