El relieve de Aquileya
En el Museo Paleocristiano de Monastero, en las afueras de Aquileya, ciudad situada en el extremo norte de Italia, junto al Adriático, se conserva un bajorrelieve del siglo IV que representa el abrazo de los apóstoles Pedro y Pablo.
La pieza, esculpida en piedra, fue hallada en el año 1901 en una basílica paleocristiana del siglo IV dedicada a los mártires Félix y Fortunato, ubicada al sudeste de Aquileya. Esta ciudad fue una importante sede episcopal. Según las características fisiognómicas con que son representados los dos santos, el relieve, que se conserva incompleto, puede ser datado en los primeros decenios del siglo IV, poco después del Edicto de Milán.
La escena representa el abrazo de Pedro y Pablo, que se miran fijamente. Pedro a la izquierda y Pablo a la derecha, son representados conforme a los cánones propios de la época, que han permanecido prácticamente inalterados hasta nuestros días. ¿Cuál es el significado de esta imagen? ¿Por qué representaron los cristianos del siglo IV el abrazo de los dos santos?
La solemnidad de los apóstoles Pedro y Pablo
La respuesta la encontramos en primer lugar en el ámbito litúrgico. Desde muy antiguo la Iglesia celebró la solemnidad de los apóstoles Pedro y Pablo en un mismo día, el 29 de junio. La Iglesia los reconoce unidos en el mismo martirio, signo de fidelidad y amor a Cristo. Derramando su sangre -uno en la colina vaticana y el otro junto a la vía ostiense- se han hecho hermanos. Juntos han fundado la nueva Roma cristiana.
Así canta Paulino de Aquileya (+806):
“O Roma felix, Roma feliz, adornada de púrpura por la sangre preciosa de Príncipes tan grandes. Tú superas toda belleza del mundo, no por tu mérito, sino por el mérito de los santos que has matado con la espada sanguinaria”.
Los fundadores de la Nueva Roma, la Roma Cristiana
Así, en la iconografía cristiana Pedro y Pablo son los nuevos Rómulo y Remo, hermanos fundadores de la nueva Roma, la Roma cristiana que se eleva sobre el lugar de su doble martirio.
Unas palabras de Benedicto XVI, el 29 de junio de 2012, avalan esta interpretación:
“La tradición cristiana siempre ha considerado inseparables a san Pedro y a san Pablo: juntos, en efecto, representan todo el Evangelio de Cristo. En Roma, además, su vinculación como hermanos en la fe ha adquirido un significado particular. En efecto, la comunidad cristiana de esta ciudad los consideró una especie de contrapunto de los míticos Rómulo y Remo, la pareja de hermanos a los que se hace remontar la fundación de Roma”.
Un abrazo ecuménico
Pero hay más, y ésta es la riqueza de la tradición cristiana. Sigue diciendo Benedicto XVI:
“Se puede pensar también en otro paralelismo opuesto, siempre a propósito del tema de la hermandad: es decir, mientras que la primera pareja bíblica de hermanos nos muestra el efecto del pecado, por el cual Caín mata a Abel, Pedro y Pablo, aunque humanamente muy diferentes el uno del otro, y a pesar de que no faltaron conflictos en su relación, han constituido un modo nuevo de ser hermanos, vivido según el Evangelio, un modo auténtico hecho posible por la gracia del Evangelio de Cristo que actuaba en ellos. Sólo el seguimiento de Jesús conduce a la nueva fraternidad: aquí se encuentra el primer mensaje fundamental que la solemnidad de hoy nos ofrece a cada uno de nosotros, y cuya importancia se refleja también en la búsqueda de aquella plena comunión, que anhelan el Patriarca ecuménico y el Obispo de Roma, como también todos los cristianos”.
El icono de la comunión de la Iglesia
Dos hombres distintos en carácter, cultura y educación religiosa, pero unidos por el encuentro con Cristo, que cambió sus vidas y les dio una nueva identidad y una nueva visión. Así, este relieve se convierte en icono de la comunión en la Iglesia, del abrazo de los discípulos de Cristo. La Iglesia es una comunión. Roma se funda en un abrazo, en una concordia.
En la misma solemnidad de Pedro y Pablo, en el año 2008, el papa Benedicto XVI decía:
“En virtud de su martirio, Pedro y Pablo están en relación recíproca para siempre. Una imagen preferida por la iconografía cristiana es el abrazo de los dos Apóstoles de camino hacia el martirio. Podemos decir: su mismo martirio, en lo más profundo, es la realización de un abrazo fraterno. Ellos mueren por el único Cristo y, en el testimonio por el que dan la vida, son una cosa sola. En los escritos del Nuevo Testamento podemos, por así decirlo, seguir el desarrollo de su abrazo, este hacer unidad en el testimonio y en la misión. Todo comienza cuando Pablo, tres años después de su conversión, va a Jerusalén, ‘para consultar a Cefas’ (Ga 1,18). Catorce años después, sube de nuevo a Jerusalén, para exponer ‘a las personas más respetables’ el Evangelio que él predica, para no encontrarse en el riesgo ‘de correr o de haber corrido en vano’ (Ga 2,1s.). Al final de este encuentro, Santiago, Cefas y Juan le dan la mano derecha, confirmando así la comunión que les une en el mismo Evangelio de Jesucristo (Ga 2,9). Un bello signo de este abrazo interior creciente, que se desarrolla no obstante la diversidad de los temperamentos y de los cometidos, lo encuentro en el hecho de que los colaboradores mencionados al final de la Primera Carta de san Pedro -Silvano y Marcos- son colaboradores también estrechos de san Pablo. En la unión de los colaboradores se hace visible de forma muy concreta la comunión de la única Iglesia, el abrazo de los grandes Apóstoles”.
El abrazo de dos Papas
Sí, Roma se funda en un abrazo, en una concordia. ¿Quién no recuerda esta imagen?
La instantánea fue tomada el 5 de julio de 2013, con ocasión de la inauguración de una estatua de San Miguel Arcángel en los jardines vaticanos.
Había pasado tan sólo una semana desde la publicación de la encíclica Lumen fidei. El abrazo de los dos papas, uno emérito y el otro inaugurando aún ministerio, evoca el relieve que acabamos de comentar. Aunque en la imagen de Aquileya no se trata de dos papas, el valor iconográfico es el mismo: la comunión en la guía de la Iglesia. Frente a aquellos que quieren contraponer de manera radical los dos pontificados, la redacción “a cuatro manos” de Lumen fidei -como dijo el propio papa Francisco- habla de comunión y fraternidad.
El teólogo Olegario González de Cardedal escribía en “La Tercera” de ABC:
“¿A quién honra más este texto: a quien renuncia a su autoría y lo entrega a otro o a quien acepta el magisterio de su predecesor y lo hace suyo como punto de partida del propio pontificado? Así la piedra cumbrera de un edificio se convierte en piedra cimiento del siguiente, que no es otro edificio, porque lo que está aquí en juego no son dos arquitectos, sino la única Iglesia de Cristo para iluminación y salvación de los hombres”.
Nos parece un juicio muy acertado, y es lo que queríamos ilustrar con el relieve de Aquileya.
Helena Faccia
Juan Miguel Prim