Cuando se le propone a una persona ser cristiano, aunque no lo diga, en muchas ocasiones lo que está pensando es: "Si me hago cristiano, adiós a la diversión, adiós a los ligues, a la píldora, a los amigos, a las costumbres divertidas, en resumen, adiós a disfrutar de la vida…”, porque lo que tiene en su cabeza es el aburridísimo, sombrío y desalentador cristianismo que conoce, en el que todo es sacrificio, renuncia, tristeza...
La realidad es que no conoce:
- de una parte, cómo son realmente esas diversiones, esos ligues, esos amigos... que tiene;
- y, de otra, ignora que el cristianismo es brillante, divertido, felicísimo..., mucho mejor que el aburrido y necio no cristianismo. Y esto hay que entenderlo no “espiritualmente”, o metafóricamente..., sino real y mundanamente, en la tierra (en diversiones, viajes, vacaciones, amigos…). Y esto no son fantasías sino que nosotros lo hemos visto y vivido.
¿Quiere todo esto decir que ser cristiano no cuesta? En absoluto. Ser cristiano es costoso pero, y esta es la realidad, mucho más costoso es no serlo.
Veamos dos columnas comparativas:
Y esto es sólo un esbozo. Solamente el que decida estudiarlo seria y adecuadamente podrá darse totalmente cuenta de que:
- Ser cristiano es costoso...
- Pero mucho más costoso, y además tonto, es no serlo.
Naturalmente nadie, salvo un necio, se haría cristiano porque es menos costoso, sino porque es verdad. Pero, además de verdad, es menos costoso.
Los Tres Mosqueteros
Próximo artículo: 30 de junio