En bastantes casos existe confusión acerca del significado del don de lenguas, ya que el mismo se suele identificar como tal únicamente en las oraciones pronunciadas con sonidos desconocidos y no identificables. Pero en realidad, si bien se trata de un verdadero don de lenguas, no es el único existente puesto que existen distintas formas de expresión en lenguas, así como terminologías que muchas personas desconocen.
Por ello, el motivo principal de este estudio es el de identificar y explicar los distintos términos y su significado, para así hacer mas clara la comprensión de los diferentes aspectos de lo que hoy en día conocemos como don de lenguas.
Pero antes de proseguir, debemos recordar que el don de lenguas y su interpretación, sea cual sea su modalidad, es mencionado por San Pablo como el menor de los dones que podamos recibir por mediación del Espíritu Santo. Esto nos lo recuerda Pablo de Tarso al decirles a los Corintios: “Porque a uno se le da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe, en el mismo Espíritu; a otro, carisma de curaciones, en el único Espíritu; a otro, poder de milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro diversidad de lenguas; a otro, don de interpretarlas” (1ª. Corintios 12:810).
DEFINICION Y ETIMOLOGIA
Teológicamente podemos definir como don de lenguas a la facultad milagrosa o carisma concedido por Dios por medio del Espíritu Santo a algunas personas, para orar, profetizar o hablar en idiomas que no conocen.
Existen dos términos para describir y diferenciar dos aspectos generales de lo que conocemos como don de lenguas, los cuales describiremos más adelante con mayor detenimiento. Sin embargo, detallamos a continuación la etimología de ambos términos.
Glosolalia: Esta palabra proviene del griego ‘glossa’, que significa idioma o lengua, y de la palabra ‘lalein’, que en el griego de entonces quería decir hablar. Es la vocalización de palabras en un lenguaje místico desconocido, o la pronunciación de sílabas sin un sentido aparente.
Xenoglasia: Es la habilidad de poder hablar un lenguaje ya existente, pero desconocido para la persona receptora del don o carisma. La palabra xenoglasia proviene del griego ‘xenos’, que significa extranjero o extraño, y de la palabra ‘glossa’, que significa idioma o lengua. Mediante la xenoglasia la persona puede llevar a cabo una conversación en un idioma nunca antes aprendido o conocido, aún cuando el mismo ya existía en algún otro país.
Por lo descrito aquí, lo que en algunas iglesias cristianas, principalmente en la Pentecostal o en el Movimiento Carismático Católico, se conoce como don de lenguas, se trata del fenómeno de la glosolalia, totalmente distinto del de la xenoglasia. Por ello vamos a analizar seguidamente ambos términos.
XENOGLASIA
Como anteriormente se menciono, la xenoglasia es el don milagroso de hablar uno o varios idiomas distintos al propio, los cuales no han sido aprendidos por medios naturales.
Este don es el que se manifestó en Pentecostés entre los apóstoles del Señor, quienes quedaron llenos del Espíritu Santo y hablaron en otras lenguas o idiomas: “Se llenaron todos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en diversas lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse” (Hechos 2:4). Y después Lucas nos confirma la reacción de los oyentes: “Al producirse aquel ruido la gente se congregó y se llenó de estupor, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua” (Hechos 2:6).
Se trata de un don milagroso, el cual en aquel entonces era necesario para que el Evangelio se propagara de forma rápida y comprensible a todas las naciones y, además, daba testimonio del origen divino de la doctrina de Cristo. Pero cuando en el transcurso del tiempo la Iglesia ya se había extendido por todo el mundo entonces conocido y se hablaba en cada lugar la lengua autóctona del mismo, este don fue haciéndose menos necesario y frecuente.
San Agustín de Hipona escribió en el siglo IV: “Hoy día, cuando el Espíritu Santo ha sido recibido, nadie habla en las lenguas de todas las naciones, pues la Iglesia ya habla la lengua de todas las naciones, y si uno no está en ella, éste no recibe el Espíritu Santo” (Tratado 32 sobre el Evangelio de Juan).
Santo Tomas de Aquino, en su Summa Teológica confirma que este don milagroso de lenguas no era tan común como antes, aunque el don nunca llegó a desaparecer por completo. Personajes de la Iglesia Católica, como San Pacomio (siglo IV), San Norberto (siglo XII), San Antonio de Padua (siglo XIII), San Vicente Ferrer (siglo XIV), San Bernardino de Siena (siglo XV) y San Francisco Javier (siglo XVI), ejercieron la xenoglasia en el transcurso de su vida religiosa.
El don de lenguas de la xenoglasia es un milagro divino en que, en el ejercicio de la voluntad y sabiduría divina, el Espíritu Santo concede a algunos creyentes el poder de hablar en idiomas que no aprendieron por procesos naturales, y esto con el fin de testimoniar sobre Jesucristo ante los que no creen en El.
GLOSOLALIA
Lo que conocemos comúnmente como don de lenguas es un don por medio del cual se expresa, con sonidos ininteligibles, la devoción que una persona no puede poner en palabras.
Este tipo de lenguas pueden ejercerlo una o varias personas de manera simultánea en una comunidad. Mientras unos alaban en lenguas, otros pueden alabar con palabras vernáculas o cantar. Es un don muy sencillo, por el cual el Espíritu Santo nos asiste en la oración y muchas veces viene en ayuda de nuestra flaqueza, ya que no sabemos orar como nos conviene más, pero el Espíritu Santo intercede por nosotros con gemidos inefables ante Dios, ya sea orando en lenguas en voz alta si ello no provoca distracción entre los demás miembros de la comunidad, en cuyo caso es preferible orar en lenguas pero en silencio. En la oración en lenguas no se utiliza el intelecto para formular el lenguaje, ya que éste se absorbe en adoración.
La glosolalia o don de lenguas no debe circunscribirse solamente a la oración personal, sino que en ocasiones puede también estar presente en los cantos de alabanza, tal como nos enseña San Agustin:
“Mas he aquí que Dios te sugiere la manera en que has de orar y cantarle. No te preocupes por las palabras, como si estas fuesen capaces de expresar lo que deleita a Dios. Ora y canta con júbilo; esto es lo que agrada a Dios, lo que se hace con júbilo. Es darse cuenta de que no podemos expresar con palabras lo que siente el corazón. En efecto, los que cantan, ya sea en la siega, ya en la vendimia o en algún otro trabajo intenso, empiezan a cantar con palabras que manifiestan su alegría, pero luego es tan grande la alegría que les invade que, al no poder expresarla con palabras, prescinden de ellas y acaban en un simple sonido de júbilo. Y el júbilo es un sonido que indica la incapacidad de expresar lo que siente el corazón. Y este modo de orar y de cantar es el más adecuado cuando se trata del Dios inefable. Porque, si es inefable, no puede ser traducido en palabras. Y si no puedes traducirlo en palabras y, por otra parte no te es lícito callar, lo único que puedes hacer es orar o cantar con júbilo. De este modo el corazón se alegra sin palabras y la inmensidad del gozo no se ve limitada por unos vocablos” (Salmo 32, Sermón 1, 7-8).
REGLAS PARA HABLAR EN LENGUAS
Para que reinara el orden en las reuniones cristianas, el Apóstol Pablo se vio en la necesidad de establecer unas normas que regularan el procedimiento de hablar en lenguas. Por ejemplo, no todos los cristianos reunidos en un mismo lugar debían hablar en lenguas, ya que podían entrar incrédulos y, al no entenderles, decir que los cristianos estaban locos. La norma que se estableció era que solo se limitaran a hacerlo dos o tres personas al mismo tiempo, y por turnos. Aparte de ello debía estar presente una persona que tuviera el don de interpretación de lenguas, o de lo contrario se debía guardar silencio. Esto, lógicamente, no incluía a las personas que oraban en lenguas en completo silencio, sino a las que lo hacían en voz alta.
De esta forma nos lo confirma San Pablo:
“Si se habla en lenguas, que hablen dos o a lo más tres, y por turno; y que haya un intérprete. Si no hay quien interprete, guárdese silencio en la asamblea; hable cada cual consigo mismo y con Dios” (1ª. Corintios 14:27-28).
“Así pues, las lenguas sirven de signo, no para los creyentes, sino para los infieles; en cambio la profecía, no para los infieles, sino para los creyentes. Por ejemplo, si se reúne toda la asamblea y todos hablan en lenguas, y entran en ella simples fieles o infieles, ¿no dirán que estáis locos?” (1ª. Corintios 14:22-23).
En la actualidad, generalmente las manifestaciones del don de lenguas que ocurren en la mayoría de grupos religiosos, se llevan a cabo dentro del edificio de la iglesia y, aunque las personas con este don suelen articular sonidos totalmente incomprensibles para los humanos, casi nunca cumplen las normas establecidas por San Pablo en el capitulo 14 de la primera carta a los Corintios.
Sin embargo, algunos grupos cristianos dicen que tanto el don de lenguas como otros dones, cesaron después de la muerte de los apóstoles en los siglos I y II d.C. Para ello se basan en el texto de 1ª. de Corintios, en donde San Pablo predijo que los dones milagrosos acabarían: “La caridad no acaba nunca. Desaparecerán las profecías. Cesarán las lenguas. Desaparecerá la ciencia” (1ª. Corintios 13:8). Estos mismos grupos cristianos dicen que en la actualidad el Espíritu Santo se manifiesta mediante las virtudes mencionadas por San Pablo en Gálatas 5:22-23, a saber: amor, gozo, paz, gran paciencia, benignidad, bondad, fe, apacibilidad y autocontrol. Pero por otra parte, el Evangelio de Marcos menciona lo siguiente: “Estos son los signos que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsaran demonios, hablarán lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y, aunque beban veneno, no les hará daño. Impondrán las manos sobre los enfermos y éstos sanarán” (Marcos 16:1718).
Personas con estos dones siguen presentes en la actualidad, lo cual quiere decir que los dones del Espíritu Santo siguen y seguirán existiendo siempre, hasta que Dios decida lo contrario.
LA CORRECTA UTILIZACION DEL DON DE LENGUAS
No debemos exagerar ni minimizar la importancia de ningún don. Cada uno tiene su lugar en el plan de Dios y cada don debe usarse únicamente para su servicio. Recordemos siempre que ningún don es prueba de santidad, como nos recuerda el Apóstol Pablo: “Aunque hable las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad soy como bronce que suena o címbalo que retiñe” (1ª. Corintios 13:1).
San Pablo agradeció ante los corintios el hecho de que Dios le haya concedido el don de lenguas: “Doy gracias a Dios porque hablo en lenguas más que todos vosotros; pero en la asamblea prefiero decir cinco palabras con sentido para instruir a los demás, que diez mil en lenguas” (1ª. Corintios 14:18).
Poseer el don de lenguas no es una señal de que hayamos sido elegidos, ni tampoco significa que si no hay don de lenguas no esté actuando el Espíritu Santo en un determinado grupo. Estos errores no deben existir. San Pablo nos exhorta a la madurez, a valernos con gratitud de todos los dones, pero sin llegar a fascinarnos con los dones más visibles; al contrario, debemos reconocer el lugar y la función de cada uno de ellos, y utilizarlos siempre al servicio de Dios y en el beneficio de nuestros hermanos en la fe.
El don de lenguas, siendo para el bien de la Iglesia, debe ayudarnos a abrirnos a otros dones. Pero esto solo ocurrirá si tenemos el corazón dispuesto para el servicio al Señor en base a las enseñanzas que Él nos dejó.
LA PROFECIA EN LENGUAS
Como hemos visto en 1ª. Corintios 12:10, Dios ha otorgado a algunas personas el don de la profecía, y algunos fieles la transmiten en lenguas, lo cual significa pronunciar profecías en un lenguaje ininteligible o desconocido para los que estén presentes.
Es necesario y conveniente que en aquel momento esté presente en aquel grupo una persona que posea el don de interpretación, ya que entonces el mensaje edificará a los allí reunidos y a toda la Iglesia. Si no hay una persona con ese don, es preferible no pronunciar la profecía ya que ello generaría con toda seguridad confusión entre los asistentes.
EL DON DE LENGUAS EN LA PALABRA DE DIOS
En el libro de Hechos (2:113) se nos menciona el relato de Pentecostés, en donde los apóstoles fueron milagrosamente capacitados para hablar en distintas lenguas, a fin de que los ahí presentes, provenientes de 16 regiones lingüísticas distintas, los oyesen hablar en sus respectivos idiomas.
El carisma de la xenoglasia o don de lenguas que Dios concedió a los apóstoles por medio de la efusión del Espíritu Santo era una señal, tanto para los judíos como para los de otras naciones, de que Jesús era verdaderamente el Mesías y también de que el mensaje apostólico era verdadero.
Jesús encomendó a sus discípulos propagar el Evangelio por todos los confines de la tierra. Por ello, la falta de conocimiento de lenguas extranjeras hubiera dificultado dicha propagación, pero Dios suplió la deficiencia lingüística de los apóstoles al concederles el don de la xenoglasia, lo cual les capacitó para poder hablar con toda fluidez lenguas con las que nunca antes habían entrado en contacto. Ahora podían proclamar las verdades del Evangelio por todo el mundo conocido en aquel entonces.
Pero en donde mayor énfasis puso San Pablo sobre el don de lenguas en general fue en la primera carta a los Corintios, más concretamente a lo largo del capítulo 14.
Debemos conocer que la ciudad de Corinto en aquella época era un importante puerto marítimo, a donde llegaban multitud de navíos procedentes de muchos países y, por ello, la afluencia de personas de diversas lenguas era considerable. La ciudad era un centro de paganismo, vanidades, lujuria e inmoralidad. Y Pablo fundo valientemente una comunidad cristiana en Corinto, la cual estaba rodeada por el influjo de esa vida pagana llena de vicios. De ahí que San Pablo tuviera que normar el uso de los dones del Espíritu Santo, para uso exclusivo de las personas convertidas y de fe sincera.
Y de esa normativa podemos resaltar los dos aspectos siguientes:
Tener orden y decencia: “Pero hágase todo con decoro y orden” (1ª. Corintios 14:40).
Apelar a la reverencia: “… ofrecer a Dios un culto que le sea grato, con respeto y reverencia” (Hebreos 12:28).
En base a dichas normas, debemos evitar el griterío en los cultos y vivirlos con toda reverencia y con gran espiritualidad, pensando siempre que estamos ante la presencia de Dios.
CONCLUSION
Dios puede conceder a cualquier creyente el don de hablar en lenguas para así testificar en su favor ante los demás. Pero debemos aclarar que por el solo hecho de haber sido bautizado con el Espíritu Santo, no indica que alguien pueda recibir dicho don. Un cristiano que no hable en lenguas, no por ello es una persona espiritualmente débil. El don de lenguas, en cualquiera de sus formas, se adquiere únicamente por la gracia de Dios mediante la efusión del Espíritu Santo.
Una persona poseedora del don de lenguas no es en ningún caso superior a otra, pero sí que adquiere el compromiso de utilizar dicho don adecuadamente en su comunión con Dios y en favor de otros hermanos.
“Pues, ¿quién es el que te distingue? ¿Qué tienes que no lo hayas recibido? Y, si lo has recibido, ¿a que gloriarte cual si no lo hayas recibido?” (1ª Corintios 4:7)