He encontrado francamente interesante el debate que, a propósito de la intolerancia de los monoteísmos, han mantenido Alain de Benoist y el abbé de Tanoüarn. De Benoist, el padre de la nouvelle droite francesa, insiste en sus postulados "neopaganos" y reivindica la tolerancia y libertad de las sociedades politeístas, al tiempo que acusa a los monoteísmos (a la fe cristiana, básicamente) de introducir la intolerancia y la persecución en la historia. Hasta aquí nada nuevo.

La respuesta del abbé de Tanoüarn, quien por cierto cultiva la amistad de De Benoist desde hace años, me ha parecido certera. Empezando por desmontar el mito de la tolerancia de la religión griega: defiende De Benoist "la maravillosa libertad que permite al espíritu griego moverse espontáneamente en todas las direcciones, sin encontrar el límite de un texto revelado", a lo que de Tanouarn replica, "maravillosa libertad en cuyo nombre mataron a Sócrates como ateo porque no creía en los dioses de la Ciudad".

Y es que el exclusivismo de las religiones politeístas generó intolerancia y violencia en cantidades abrumadoras, sin necesidad de que el monoteísmo aportase nada. Escribe De Tanoüarn: "el problema del politeísmo es que, a través de su teomaquia, esa guerra entre dioses, se constata que no consigue fundamentar el valor universal del ser humano: si no tienes mis mismos dioses, no tienes el mismo valor, no eres nada". No es sólo Sócrates, son también los sacrificios humanos al Minotauro, en las pirámides aztecas o en Canaán. En cuanto a la tolerancia de los paganos, "los cristianos la han experimentado en sus propias carnes durante tres siglos de martirio".

Aquí Tanoüarn da un paso más y, tras negar que el origen de la intolerancia religiosa sea atribuible al monoteísmo, defiende que es precisamente un monoteísmo, el cristiano, el que inventó la tolerancia: "al contrario del politeísmo, el cristianismo es un universalismo. Concierne a todos los hombres, lo sepan ellos o no, por la Pasión de Cristo. No se les puede tratar, pues, como subhombres, incluso si uno lo desea, incluso si algunos cristianos han podido conservar algún rasgo del viejo exclusivismo pagano". Y aquí cita aquello de que Dios hace brillar el sol sobre buenos y malos y la parábola del trigo y la cizaña, fundamento de la tolerancia de base evangélica.

Y así llegamos al último punto del desarrollo del argumento de Tanoüarn. Entonces los católicos somos tolerantes, ¿no? Depende. Tolerantes en el sentido que empleaban Cayetano o Suárez, en el siglo XVI, por supuesto: el deber de soportar el error en nombre de la dignidad de quien está en el error. Un concepto radicalmente diferente de como se entiende mayoritariamente el concepto de tolerancia hoy en día. Las palabras de Tanoüarn al respecto son una magnífica disección de lo que hoy se suele entender por tolerancia: "el agnosticismo obligatorio y el no-pensamiento como apoteosis del espíritu. Quienquiera que afirme algo en el orden del destino humano se convierte, por ello mismo, en un intolerante". Ésta es la cuestión: la “tolerancia” en boga es falsa "ya que engendra la más terrible intolerancia, la que nos impide pensar".