Así termina la profesora Anne Barbeau Gardiner su comentario sobre la obra de Reynald Secher.
El General Westermann, el carnicero de la Vendée, informó al Comité De Seguridad Pública después de la batalla de Savenay en diciembre de 1793: “Siguiendo las órdenes que me dieron, aplasté a los niños bajo las patas de los caballos, masacré mujeres… No tomé ni un sólo prisionero… los exterminé a todos…”.
Noten sus palabras: siguiendo las órdenes que ustedes me dieron. El genocidio de los católicos vandeanos no puede ser registrado como hecho por un ejército que se volvió loco. Fue un programa de aniquilación ordenado por los líderes del ateísmo dogmático. La Convención Nacional tomó la fría decisión de que los católicos vandeanos “deben ser exterminados de la faz de la tierra”. Ordenaron a las tropas nacionales dividirse en columnas y marchar a través de la región oeste de Francia destruyendo a todos y a todo -ancianos, mujeres y niños, incluso a los “patriotas” (así denominaron los revolucionarios gubernamentales a aquellos que en la Vendée se les opusieron) quienes incluso imaginaban que estarían a salvo mostrando sus certificados de lealtad otorgados por el gobierno. La región se transformó en un cementerio nacional que sirve como lección para todos los católicos en Francia. Ninguna persona, ninguna propiedad fue perdonada. Incluso los bosques intentaron incendiarlos, cosa que no ocurrió debido a la incesante lluvia.
Nadie que haya leído las horribles descripciones detalladas por Secher sobre el genocidio de la Vendée puede atreverse a negar la existencia del Pecado Original. Aquí nos enfrentamos al corazón de lo más obscuro en el hombre.
Un oficial de policía llamado Gannet escribió cómo vio cómo eran arrojados mujeres y niños dentro de hornos y cómo sus llantos eran “causa de entretenimiento" para los soldados de Turreau que quería “continuar con sus placeres” incluso corriendo detrás de las victimas católicas para atraparlas.
Entonces procedieron a arrojar a 23 esposas de “patriotas verdaderos” dentro del fuego. Otro entretenimiento monstruoso consistía en lanzar a las mujeres por las ventanas para que cayeran sobre las bayonetas. En Angers las pieles de 32 víctimas fueron utilizadas para fabricar monturas para los oficiales, y en Meudon, se hizo la comparación entre la elasticidad de la piel de los hombres y de las mujeres.
La historia de la Vendée debiera ser una advertencia para los católicos de hoy. Esos heroicos campesinos se levantaron en resistencia para proteger a la Santa Madre Iglesia de aquellos que querían destruirla bajo el amparo de la ley. La gloria de la Vendée es la gloria del sacrificio personal de entregar la vida por amor a la Iglesia.
Os ofrezco este pequeño reportaje, en francés, sobre el Museo de las Guerras de La Vendée en Cholet.
Dedico toda esta serie de los mártires de la Revolución Francesa a doña Caroline Hanotte que, desde Cherbourg, me tiene al día de la Iglesia en Francia. Ella me regaló este DVD, con el que me he podido poner al día sobre la salvajada que supuso La Vendée. Os pongo el enlace de la propaganda del DVD que también es del profesor Reynald Secher, por si a alguien le interesa
El General Westermann, el carnicero de la Vendée, informó al Comité De Seguridad Pública después de la batalla de Savenay en diciembre de 1793: “Siguiendo las órdenes que me dieron, aplasté a los niños bajo las patas de los caballos, masacré mujeres… No tomé ni un sólo prisionero… los exterminé a todos…”.
Noten sus palabras: siguiendo las órdenes que ustedes me dieron. El genocidio de los católicos vandeanos no puede ser registrado como hecho por un ejército que se volvió loco. Fue un programa de aniquilación ordenado por los líderes del ateísmo dogmático. La Convención Nacional tomó la fría decisión de que los católicos vandeanos “deben ser exterminados de la faz de la tierra”. Ordenaron a las tropas nacionales dividirse en columnas y marchar a través de la región oeste de Francia destruyendo a todos y a todo -ancianos, mujeres y niños, incluso a los “patriotas” (así denominaron los revolucionarios gubernamentales a aquellos que en la Vendée se les opusieron) quienes incluso imaginaban que estarían a salvo mostrando sus certificados de lealtad otorgados por el gobierno. La región se transformó en un cementerio nacional que sirve como lección para todos los católicos en Francia. Ninguna persona, ninguna propiedad fue perdonada. Incluso los bosques intentaron incendiarlos, cosa que no ocurrió debido a la incesante lluvia.
Un oficial de policía llamado Gannet escribió cómo vio cómo eran arrojados mujeres y niños dentro de hornos y cómo sus llantos eran “causa de entretenimiento" para los soldados de Turreau que quería “continuar con sus placeres” incluso corriendo detrás de las victimas católicas para atraparlas.
Entonces procedieron a arrojar a 23 esposas de “patriotas verdaderos” dentro del fuego. Otro entretenimiento monstruoso consistía en lanzar a las mujeres por las ventanas para que cayeran sobre las bayonetas. En Angers las pieles de 32 víctimas fueron utilizadas para fabricar monturas para los oficiales, y en Meudon, se hizo la comparación entre la elasticidad de la piel de los hombres y de las mujeres.
La historia de la Vendée debiera ser una advertencia para los católicos de hoy. Esos heroicos campesinos se levantaron en resistencia para proteger a la Santa Madre Iglesia de aquellos que querían destruirla bajo el amparo de la ley. La gloria de la Vendée es la gloria del sacrificio personal de entregar la vida por amor a la Iglesia.
Os ofrezco este pequeño reportaje, en francés, sobre el Museo de las Guerras de La Vendée en Cholet.
Dedico toda esta serie de los mártires de la Revolución Francesa a doña Caroline Hanotte que, desde Cherbourg, me tiene al día de la Iglesia en Francia. Ella me regaló este DVD, con el que me he podido poner al día sobre la salvajada que supuso La Vendée. Os pongo el enlace de la propaganda del DVD que también es del profesor Reynald Secher, por si a alguien le interesa