En la reciente entrevista concedida por el Papa Francisco a Henrique Cymerman, encontramos la siguiente respuesta a una pregunta del entrevistador en referencia al antisemitismo:
“¿Cómo ve el antisemitismo?
No sabría explicar por qué se da, pero creo que está muy unido, en general, y sin que sea una regla fija, a las derechas. El antisemitismo suele anidar mejor en las corrientes políticas de derecha que de izquierda, ¿no? Y aún continúa. Incluso tenemos quien niega el holocausto, una locura.”
Lo primero que uno advierte al leerla es que resulta evidente que el Papa no domina la cuestión: él mismo lo reconoce al advertir que no sabe explicar por qué se da el antisemitismo. Luego va dejando matizaciones en cada frase: “creo que”, “en general”, “sin que sea una regla fija”, “suele anidar mejor” y ese interrogante final, “¿no?”, que revela la inseguridad de Francisco ante una pregunta que quizás no esperaba y un tema que definitivamente no domina. Por cierto, a ese “¿no?” del Papa hay que responder: pues no.
El tema es complejo, muy complejo, y está lleno de matices. La distinción entre antisemitismo, antisionismo, antijudaísmo, judeofobia, racismo, no es siempre clara. Dar una respuesta a esta cuestión en tres líneas, como lo exige el formato entrevista, es sencillamente imposible.
Como nosotros podemos escribir un poco más, señalaremos que en el país en el que más se ha estudiado, y se sigue estudiando este tema, Francia (no es casualidad, desde el affaire Dreyfus nuestro vecino del norte ha sido laboratorio de antisemitismo), el debate en torno a los orígenes e historia del antisemitismo se inclina cada vez más hacia lo contrario de lo afirmado por Francisco: el antisemitismo siempre cuajó y prosperó más en ambientes de izquierdas.
Empezando por el ilustrado y anticlerical Voltaire, que llegó a calificar a los judíos como “el pueblo más abominable de la Tierra”, pasando por los socialistas utópicos Fourier y Proudhon y llegando al patriarca de la izquierda, el “socialista científico” Carlos Marx.
Marx, en su obra Sobre la cuestión judía, afirma que el judaísmo le “repugnaba” y le “pesaba como un mal sueño”. Allí escribe que “el fundamento secular del judaísmo es la necesidad práctica, el interés egoísta. El culto practicado por el judío es la usura y su Dios, el dinero”. Y concluye que “la emancipación de la usura y del dinero, es decir, del judaísmo práctico, es la autoemancipación de nuestra época”. Más adelante encontramos el siguiente juicio: “Los judíos son los culpables, ya que se han aferrado a su nacionalidad y se han resistido a los movimientos y cambios de la historia. [...] Son oprimidos porque en primer lugar ellos mismos presionan colocándose en contra del sentido de la historia”.
Sin abandonar el ámbito comunista podemos citar a Bruno Bauer, líder antisemita de la izquierda hegeliana y al mismo Lenin, quien dejaría escrito que “Quien quiera que directa o indirectamente proponga el lema de una cultura nacional judía es un enemigo del proletariado, un partidario de lo antiguo y de la posición de casta de los judíos, un cómplice de los rabinos y de los burgueses”.
Además de las aportaciones de Alain Finkielkraut, dos obras relativamente recientes han abordado a fondo estos temas: "La judéophobie des modernes", de Pierre-André Taguieff, y “L’antisémitisme à gauche : Histoire d’un paradoxe, de 1830 à nos jours”, de Michel Dreyfus. Ambos autores discrepan en múltiples aspectos y detalles, pero coinciden en lo esencial: lo enraizado que ha estado siempre el antisemitismo en la izquierda. Taguieff escribe que el judío es odiado por la izquierda debido a su supuesta conexión con el dinero, la usura, los bancos: “En Francia, recuerda Taguieff, la extrema izquierda revolucionaria ha sido explícitamente antijudía a lo largo de todo el siglo XIX”. Por su parte, Dreyfus reconoce que “desde los inicios de la revolución industrial hasta nuestros días, todos los componentes de izquierdas han sostenido declaraciones antisemitas. Al antisemitismo económico que asocia a los judíos al capitalismo, expresado por numerosos socialistas durante el siglo XIX, se ha unido un antisemitismo racial y xenófobo a partir de 1880.[…] Lo vemos insidiosamente actuando en el periodo de entreguerras en el siglo XX, en la SFIO (el partido de los socialistas franceses desde su fundación en 1905 hasta 1969) y entre los pacifistas, a veces en el seno del Partido Comunista, después, tras la guerra, en la extrema izquierda, bajo la forma del negacionismo”.
Y es que en lo relativo a la negación del Holocausto hoy en día, el último punto que señala el Papa en su breve respuesta, una mirada rápida a internet (escriban antisemitismo e izquierdas en google y verán) demuestra que los negacionistas son hoy, o bien izquierdistas, o bien islamistas. La figura de Roger Garaduy es significativa de esta nueva afinidad y encarna el paso del comunismo al islamismo radical, sin abandonar nunca su antisemitismo. Y sí, el Papa Francisco tiene razón en que es una auténtica locura.