“Intellige ut credas; crede ut intelligas”
“Comprende para creer; cree para comprender”
San Agustín de Hipona (Sermón 43)
LA INTERPRETACION BIBLICA: SU ORIGEN
La evidencia de la interpretación bíblica se remonta al Antiguo Testamento, en donde aparece una explicación clara en la figura de Esdrás, sacerdote y escriba que vivió en el siglo V a.C.: “Y Esdrás leyó en el libro de la Ley de Dios, aclarando e interpretando el sentido, para que comprendieran la lectura” (Nehemías 8:8).
Originalmente el idioma nativo judío era el arameo, pero los que regresaron de la deportación a Babilonia se encontraron con una lengua que ellos desconocían: el hebreo. Dado que la Ley de Moisés estaba escrita en hebreo, tuvieron que depender de los levitas para acceder a la traducción del hebreo al arameo, y los levitas lo hacían procurando conservar el correcto sentido de la Ley.
En los primeros siglos del cristianismo, tanto Clemente de Alejandría (150-217) como su discípulo Orígenes (182-254), consideraron que la interpretación alegórica de la Biblia era la más apropiada para descubrir el verdadero sentido del mensaje divino. Debemos indicar que el método alegórico de interpretación se basa en una profunda reverencia por las Escrituras y un deseo de exhibir sus múltiples profundidades de sabiduría.
Clemente de Alejandría fue el primero en utilizar el método alegórico al interpretar el Nuevo Testamento, proponiendo que toda Escritura debe ser entendida alegóricamente. Según él, la interpretación literal sólo podía conducir a una fe elemental, mientras que la alegoría conducía al sentido más profundo que, según el propio Clemente, era el verdadero.
Pero Orígenes fue indudablemente el más importante intérprete bíblico de su época. Su teoría era que “el significado del Espíritu Santo es siempre claro, simple y digno de Dios. Todo lo que parece oscuro, inmoral o intrascendente en la Biblia, sirve simplemente como incentivo para hacerlo trascendente” (Comentario en Juan, libro II, 10). Con ello Orígenes nos está diciendo que de esta forma sobrepasaremos el sentido literal del texto.
Platón (siglo V a.C.) dijo que el hombre se compone de tres partes: cuerpo, alma y espíritu. Por esto Orígenes aceptó un triple significado en el texto bíblico: el literal, el moral y el alegórico. El no tomaba en cuenta el sentido literal, y sólo ocasionalmente se refería al sentido moral, pero siempre empleaba el método alegórico, o sea, una profunda reverencia por las escrituras en un deseo de vivir las profundidades de la sabiduría, con el cual creía encontrar el verdadero conocimiento del texto de la Biblia.
Hacia finales del siglo III d.C. Diódoro de Antioquía, Obispo de Tarsis, escribió un verdadero tratado sobre la interpretación en la llamada Escuela de Antioquía. Los dos principales discípulos y maestros de dicha escuela fueron Teodoro de Mopsuestia y Juan Crisóstomo quienes, aún ambos de la misma escuela, se diferenciaron mucho en casi todos los aspectos: Teodoro tenía puntos de vista muy liberales sobre la Biblia; era intelectual y dogmático. Y Juan Crisóstomo consideraba que toda la Biblia era infalible Palabra de Dios; era espiritual y práctico al mismo tiempo. Teodoro era famoso interpretando la Biblia; Juan opacaba a todos sus contemporáneos como orador de púlpito, lo cual le valió el seudónimo de Crisóstomo, que significaba boca de oro. Ambos propusieron la necesidad de comprender el sentido original de la Escritura, a fin de obtener provecho espiritual de ella, repudiando con ello el método alegórico de interpretación.
En las iglesias de Occidente, aún partiendo de las bases mencionadas del método alegórico y de la Escuela de Alejandría, adoptaron otro método desconocido hasta entonces, pero que con el correr de los siglos tomará una fuerza decisiva: la autoridad de la tradición y de la Iglesia en la interpretación de la Biblia. Se le atribuyó un valor de Regla y Norma a la enseñanza de la Iglesia al interpretar un texto bíblico. Esta norma de interpretación fue desarrollada por San Jerónimo (347-420) y por San Agustín de Hipona (354-430).
La fama de San Jerónimo se basó en su traducción de los textos bíblicos del hebreo y del griego al latín, lo que ahora conocemos como la Vulgata. San Agustín tenía una gran habilidad para sistematizar las doctrinas de la Biblia, aunque no era un gran intérprete de ella aún cuando le gustaba profundizar e investigar en el texto bíblico para una mayor y mejor comprensión del mismo.
Agustín de Hipona se dejaba llevar en ocasiones por la interpretación libre alegórica, pero en los casos en que la interpretación fuera dudosa, aplicaba su regula fidei o regla de fe, es decir, la autoridad de fe de la Iglesia era prioritaria. San Agustín tenía cuatro enfoques: histórico, etiológico o estudio de las causas, analógico y alegórico. Esta fórmula de interpretación se desarrolló profundamente en toda la Edad Media occidental. Sin embargo, el enfoque más importante de Agustín de Hipona era el amor que se debe tener hacia el autor de la Biblia: Dios.
HERMENEUTICA Y EXEGESIS
La distinción entre ambos términos es muy sutil, por lo cual es motivo de confusión en muchas ocasiones, aunque en líneas generales se utiliza la hermenéutica para describir la interpretación de un determinado texto bíblico, mientras que la exégesis en un concepto que involucra la extracción del significado del texto bíblico. Por consiguiente las funciones de ambos términos no son las mismas, sino que se complementan.
Ambas palabras provienen etimológicamente del idioma griego y las dos se traducen por explicar o interpretar, si bien en la práctica se matiza más el significado de cada una de ellas, haciendo más claro el significado de uno y otro término.
A continuación se detallará la definición de cada una de dichos términos.
HERMENEUTICA
Esta palabra deriva de la voz griega hermenuo que etimológicamente significa explicar un texto, y que inicialmente se relacionaba con Hermes, quien era considerado como el dios del lenguaje por los griegos de la antigüedad.
La hermenéutica es el conocimiento y arte de la interpretación de los textos bíblicos con el fin de determinar el significado exacto de las palabras mediante las cuales se expresa un pensamiento. En otras palabras, hermenéutica es la ciencia de interpretar correctamente un texto, en este caso bíblico, usando el método gramático-histórico y tomando en cuenta el impacto directo del contexto en el cual se dio la Palabra de Dios.
Por consiguiente podemos definir la hermenéutica como la ciencia de la interpretación, de la significación y de la explicación, e intenta iluminar la relación en el triángulo entre el autor, el texto y el lector.
De estas acepciones dependen también los tres ámbitos principales de la hermenéutica bíblica:
La noemática, que consiste en el reconocimiento de uno o de varios significados del texto bíblico.
La eurística, que se propone explicar esta significación.
La proforística, que intenta establecer una relación interpelante entre el texto bíblico y el lector.
El proceso hermenéutico no puede reducirse y limitarse a la interpelación que un texto determinado suscita en el lector, sino que representa además la exigencia interpelante del lector respecto al texto, que es lo que se denomina exégesis, y que analizaremos seguidamente.
EXEGESIS
El término exégesis es de origen griego y etimológicamente significa explicación, comentario, interpretación. Hacer exégesis es interpretar el texto obteniendo de él su significado.
Para algunos autores la exégesis debe limitarse rigurosamente a comprender lo que el texto dice, y repetirlo después en términos actuales. Para otros el exégeta debe hacer ambas cosas: comprender el texto, y explicarlo en términos actuales. Las dos partes deben constituir un proceso único interpretativo. En concreto, el itinerario exegético debe consistir en ir del texto a su ambiente histórico y a su origen, para regresar luego al texto.
En efecto, la primera aproximación del exégeta debe consistir en colocar el texto en su ambiente general, lingüístico, histórico y religioso, lo cual nos convierte de algún modo en contemporáneos del texto bíblico, al tiempo que nos hace conscientes de la distancia que nos separa de ella. Además nos permite comprender que la Biblia no es un libro aislado dentro de un mundo extraño, sino un libro profundamente encarnado en su tiempo y en su ambiente.
La segunda aproximación se centra mas bien en la individualidad del texto, al preguntarse el exégeta cuándo, dónde y por qué autor fue escrito, así como para qué destinatarios lo escribió. Además es de gran importancia el hecho de comprender los motivos que tuvo el autor para escribir dicho texto.
El exégeta debe emplear diversas metodologías interpretativas, en especial éstas:
Crítica textual: Reconstruir un texto de manera confiable.
Crítica literaria: Estudiar los criterios lingüísticos, la forma, la composición, el género y la dependencia, así como el ambiente cultural y religioso de la época.
Crítica histórica: Valorar finalmente el texto, de acuerdo al marco histórico de la época a que se refiere el mismo.
EXEGESIS Y FE
Un asunto de gran importancia es el de la relación entre la exégesis científica y la fe. Esta relación, en lugar de ser un problema teórico que analizar, es una experiencia concreta que hay que vivir. Muchos exégetas son, al mismo tiempo, fieles a la ciencia y a su fe. Pero hay que tener cuidado con ello porque algunas conclusiones, después de rigurosas investigaciones, pueden estar influenciadas no por el resultado de una exégesis real, sino por presupuestos ideológicos. La exégesis científica puede ayudar a purificar algún contenido considerado como de fe, pero que en realidad es sólo cultural; y la fe puede ayudar a la exégesis a aceptar sus propios límites y a romper con presupuestos ideológicos indebidos, incluso a veces ocultos.
Debemos ser conscientes de que la investigación exegética en su globalidad no es neutral, pero debe ser responsablemente asumida en la fe. El exégeta creyente debe unir el rigor del trabajo científico con su vida de fe, que proyecta luz sobre su trabajo. La fe es una luz que ilumina el sentido de la Biblia en su globalidad, e ilumina al investigador.
Pensemos siempre que leer un texto en la fe no significa proyectar en el mismo algún significado que el propio texto no tiene, sino penetrar a fondo la experiencia que intenta comunicar. La luz de la fe es esencial porque la Biblia narra una experiencia de fe.
CONCLUSION
Las tres preguntas que debemos formular al texto bíblico para poderlo comprender son:
1. ¿Cuál es el significado del texto?
2. ¿Es cierto lo que en él se dice?
3. ¿Cuál es el mensaje que el texto me revela a mí?
La Biblia es Palabra de Dios inspirada por el Espíritu Santo, pero dictada y escrita por hombres. Esto permite comprender que su interpretación debe seguir un camino, en parte singular y en parte común, respecto a la interpretación de cualquier otro texto literario de la antigüedad. Sin embargo debemos tener muy en cuenta el horizonte cultural dentro del cual actúa como variante la lectura bíblica. Las primeras comunidades cristianas leyeron las Escrituras a la luz de su reciente fe en Jesús, pero también sirviéndose de las técnicas exegéticas y hermenéuticas de los predicadores de aquel entonces.
Para finalizar el presente estudio podemos aseverar que la exégesis es el complemento indispensable de la hermenéutica. En otras palabras, la hermenéutica no estará jamás completa sin la colaboración de la exégesis, ya que la aportación de ésta con sus investigaciones históricas y culturales permitirá que la hermenéutica, o sea, la interpretación del significado del texto, sea completa y confiable.
De manera ilustrativa podemos poner como ejemplo de ello el texto bíblico de Jesús y la samaritana contenido en Juan 4:1-30. Por un lado podemos explicar las necesidades de la samaritana al acudir al pozo a buscar agua, y por el otro lado podemos conocer el significado de lo que Jesús tenía para ofrecerle a ella para calmar su supuesta sed. Esta sería la hermenéutica del texto, pero faltaría la exégesis del mismo.
Si leemos atentamente el texto del diálogo entre Jesús y la samaritana observaremos la extrañeza de ella al decirle a Jesús que cómo era posible que él, siendo judío, le hable a ella que es de Samaria. Si no aplicamos la exégesis en este punto nunca comprenderemos la hermenéutica del todo. Nos quedaríamos con el mensaje de Jesús y con la experiencia de la samaritana, pero seguiríamos ignorando el significado y el motivo de aquella división entre judíos y samaritanos.
En cambio, al conocer aquel motivo de enfrentamiento y aplicarlo a la interpretación hermenéutica, se logrará que ésta sea del todo completa y, con ello, comprenderemos el mensaje del texto en sí mismo.
“Y como la Sagrada Escritura hay que leerla e interpretarla con el mismo Espíritu con que se escribió para sacar el sentido exacto de los textos sagrados, hay que atender no menos diligentemente al contenido y a la unidad de toda la Sagrada Escritura, teniendo en cuenta la Tradición viva de toda la Iglesia y la analogía de la fe. Es deber de los exégetas trabajar según estas reglas para entender y exponer totalmente el sentido de la Sagrada Escritura, para que, como en un estudio previo, vaya madurando el juicio de la Iglesia”.
Constitución “Dei Verbum” - Capítulo 3, número 12 - Concilio Vaticano II