Muchos dirán que solamente se trata de una imagen y que les da pereza pensar si lo publicado merece o no un “like” de su parte; sin embargo, no es tan simple como parece, porque si la mitad más uno de la población piensa exactamente lo mismo, estamos hablando de millones de usuarios promoviendo -virtualmente- el deterioro de la humanidad. ¿Quitar la opción de “me gusta”? ¡No! De hecho, nadie está pidiendo eso, pero sí que haya una mayor conciencia social para evitar fabricar nuevos ídolos que terminen por complicar el contexto humano y de valores que estamos viviendo; especialmente, en el marco familiar y laboral. Si vamos a formar una cadena publicitaria que sea para sacar lo mejor del ser humano, despertando a los que viven estacionados en la cómoda y escandalosa indiferencia.
No deja de ser sorprendente que una fotografía en la que aparece alguien derrochando champagne sobre el suelo -en lugar de disfrutarla con los suyos- alcance más de cien “likes” en pocos minutos. Eso es un termómetro muy interesante de los retos educativos que tenemos hoy día, ya que una sociedad que exalta el desperdicio, favorece la anestesia colectiva ante los grandes temas antropológicos y sociales que nos aquejan. Aplaudir un hecho destructivo, significa complicidad. Por lo tanto, hay que saber disfrutar las redes sociales desde una postura equilibrada, abierta a la fe y a la razón. Trabajar el sentido común aunque sea el menos común de los sentidos. Esto implica relanzar el binomio casa-escuela, pues son los dos grandes espacios en los que se forman las nuevas generaciones, quienes son el presente del futuro.
Compartir pensamientos y fotografías, intercambiando “likes”, favorece la comunicación entre personas y eso está bien, porque acorta las distancias geográficas; sin embargo, trabajemos para que tal interacción contribuya a la construcción de una sociedad más justa y pensante. Aplaudamos lo que construye, aquello que mejora la situación y reduce los alcances de la superficialidad. El momento es ahora.