DON JESÚS ARNAL, escribiente en la Columna de Durruti. 3. ¡EL CABRÓN DEL CURA DE AGUINALIU SE NOS HA ESCAPADO!
Martín Ibarra Benlloch
Después de estar con la familia de don Antonino Ferrando en Estada y de que le dieran unos bocadillos, mosén Jesús Arnal se marchó a Barbastro, al otro lado del río Cinca. El relato que sigue es de aquella noche del miércoles 29 de julio, por lo que dice recordar:
“A la hora de cenar nos reunimos en el comedor unos cuantos conductores y un grupo de los dedicados al asesinato.
Precisamente era el grupo que con tanto empeño como odio me estaba buscando.
-¡El cabrón de cura de Aguinaliu se nos ha escapado y no podemos dar con él! -decía uno de ellos.
¿Cómo pude conservar la serenidad? ¿Es que mis nervios en la adversidad se habían convertido en acero? No lo sé y aún hoy no lo comprendo, y mi atrevimiento llegó a más, tomando algo de parte en la conversación a fin de no traicionarme. Incluso llegué a ridiculizarles por su incompetencia, por no saber encontrar "al Curazo" de Aguinaliu. ¡Tan cerca que lo tenían!
Sentábase a mi derecha un escorpión con forma humana, cabellos rojo-panicera, lleno de pecas y picado de viruela. Si la cara es el espejo del alma, forzosamente la tenía muy fea y muy negra. Me pareció el peor de todos, si fuese posible un peor dentro de aquel grupo de alacranes. Cenaba con el mosquetón entre las piernas y siempre que hablaba lo acariciaba.
-¡Hoy -decía- te has cargado a tantos! ¡Hoy ha caído un pescado gordo! ¡Hoy ha caído Moncasi!
No sé si nuestro diputado fue asesinado ese día, pero las palabras sí que fueron pronunciadas; y continuando las palmaditas al mosquetón, añadía:
-¡Buen día hoy, amigo, y aún te espera más trabajo!
-¡Qué valiente!
Terminada la cena se levantaron primero los del grupo, y uno de ellos arrojó un puñado de billetes sobre la mesa, diciendo:
-¡Esto para los chóferes, para que se corran una juerga esta noche!”(p. 52).
No todo en aquella cena fue malo, pues hubo personas que le reconocieron y se callaron. Uno de ellos se le acercó y le dijo en un susurro: “Vade longe”, “huye, márchate lejos”. Era un antiguo seminarista, Prior Armengol, que más tarde fue Jefe de Policías de Fronteras en el Valle de Arán. Otro de los comensales se quedó al final un poco retrasado y le preguntó si realmente era de Candasnos. Después de una breve conversación, le reconoció y le recomendó que esa noche no saliera de Barbastro [bajo estas líneas] y que se quedara en su habitación, porque peligraba su vida.
Con este silencio le salvaron la vida. Y comprendió que debía huir lo antes posible de Barbastro, de madrugada, porque allí era demasiado conocido. Estaba viviendo una auténtica Pasión. El sentimiento de desesperación, al sentirse acorralado, le llevaba al suicidio pero al fin fue fuerte y decidió luchar. ¿Qué le depararía la Providencia?
Al cabo de pocas semanas, ser nombrado escribiente en una columna anarquista, por el mismo Buenaventura Durruti. ¿Acabaría en apostasía o sería fiel a Jesucristo?