El nacimiento de
Fernando III de Castilla es muy incierto, barajándose distintas localidades como Peleas de Arriba, en Zamora, y Bolaños de Calatrava, en Ciudad Real, e incluso diversas fechas, 1190 o 1201. En todo caso, es hijo de
Alfonso IX de León y de la segunda esposa de éste,
Berenguela de Castilla. Son sus abuelos paternos
Fernando II de León y la reina
Urraca de Portugal, y sus abuelos maternos
Alfonso VIII de Castilla y
Leonor de Plantagenet.
Fernando tiene dos medio hermanas de padre:
Sancha y
Dulce, hijas de la primera esposa de su padre,
Teresa de Portugal, cuyo matrimonio es anulado por consanguinidad. Y cuatro hermanos de padre y madre,
Leonor, Constanza, Berenguela, que casará con el Emperador de Constantinopla, y
Alfonso de Molina, padre de
María de Molina. Una descendencia que no es obstáculo para que en 1204, el
Papa Inocencio III vuelva a declarar nulo el matrimonio de
Alfonso por la misma razón que fuera anulado el primero, esto es, consanguinidad. Cuando esto ocurre,
Berenguela vuelve a la corte de su padre con todos sus hijos excepto
Fernando, que permanece con su padre.
A la muerte de
Alfonso VIII de Castilla, padre de
Berenguela, en 1214, ésta queda regente de su hermano
Enrique, y atacada por
Álvaro Núñez de Lara, pide ayuda a Fernando, que acude al auxilio de la madre y hacer huir a
Lara. Muerto el niño
Enrique unos meses más tarde,
Berenguela pasa a ceñir la corona, que traspasa a
Fernando.
Esto irrita al padre de
Fernando y exmarido de
Berenguela que, aliado con
Lara, ataca las posesiones castellanas, hasta que el 26 de agosto de 1218 el
Pacto de Toro pone fin a la guerra entre padre e hijo. En 1219,
Fernando casa en la catedral de Burgos con
Beatriz de Suabia, que le dará a su heredero
Alfonso X el Sabio, y morirá en 1235, casando
Fernando por segunda vez, ahora con la francesa
Juana de Ponthieu. Entre una y otra, Fernando tiene trece hijos.
En 1230 se produce la muerte de
Alfonso IX de León, que deja herederas a las hijas de su primer matrimonio,
Sancha y
Dulce. Reunidas las dos consortes, aunque anuladas, de
Alfonso IX,
Teresa de Portugal y
Berenguela de Castilla, acuerdan mediante la
Concordia de Benavente o
Tratado de las Tercerías de 1230 el traspaso de la corona de León a
Fernando a cambio de una compensación a sus hermanas
Dulce y
Sancha. El
Papa Gregorio IX avala el tratado. Un nuevo tratado, el
Acuerdo de Sabugal, esta vez entre
Fernando III y
Fernando II de Portugal, delimita las fronteras de ambos reinos.
Fernando dota a la Reconquista de un impulso sin precedentes. Ciudades como Cazorla, Palma del Río, Trujillo, Montiel, Baza, Medellín, Hornachuelos, Almodóvar, Lucena, Santaella, Montoro, Aguilar, Baena, Écija, Marchena, Morón, Osuna, Estepa, Nebrija, Arcos de la Frontera y muchas más deben su liberación del yugo islámico a
Fernando. Pero sus principales conquistas serán Murcia, Jaén, Córdoba y sobre todo Sevilla, que toma en una batalla a la vez naval y terrestre el 23 de noviembre de 1248.
Su labor no va a ser sólo conquistadora, y
Fernando va a ser un gran gobernante. Unificará y racionalizará la administración de los reinos castellano y leonés, con tanto acierto que ambas coronas no volverán a separarse. Promueve la traducción del
Fuero Juzgo, impone el castellano como idioma oficial en sustitución del latín, repuebla las tierras conquistadas con la ayuda de la nobleza, la Iglesia y las órdenes militares. Manda escribir el
“Libro de la Nobleza y Lealtad”, obra de derecho político con las normas del buen gobierno que derivan de la escolástica y de la doctrina isidoriana, e instituye el
Consejo de los Doce Sabios, órgano consultivo de gobierno.
En su reinado se inician o se mejoran muchas de las grandes catedrales españolas: Burgos, León, Toledo, Valladolid así como innumerables iglesias, conventos y hospitales para las que tanto él como su madre efectuaban importantes donaciones.
En el campo del saber, manda hacer el
“Libro del Septenario”, libro de los siete ramos de las escuelas liberales con conceptos de derecho común. Convierte la Universidad de Salamanca, fundada por su padre en 1215, en una de las mejores de Europa. Apoya de su propio pecunio artes como la música y la literatura.
Fernando vendrá a morir en el Alcázar sevillano el 30 de mayo de 1252, recibiendo sepultura en la Catedral de Sevilla, al pie de la imagen de la
Virgen de los Reyes que le regala su primo, el también santo rey
Luis IX de Francia (
cuya figura puede Vd. conocer, si lo desea, pinchando aquí), hijo de
Blanca de Castilla, hermana de la madre de
Fernando.
Su hijo
Alfonso, Alfonso X el Sabio, le levanta en la catedral junto a su madre un mausoleo revestido de plata, oro y piedras preciosas. Tras la muerte de
Alfonso, la efigie de éste es colocada a su lado. En 1671, la imagen sedente del rey es sustituida por otra del escultor
Pedro Roldán. En la actualidad, la urna de plata con sus restos, obra de
Juan Laureano de Pina, reposa sobre un basamento de mampostería colocado ante el altar en que se halla la imagen de la Virgen de los Reyes. La urna se abre para mostrar el cuerpo de San Fernando cada 30 de mayo, fecha de la muerte y en la que quedará fijada su festividad.
A la muerte de
Fernando, empieza a crecer inexorablemente su fama de santidad. En 1590, el papa
Sixto V confirma que
Fernando III posee el halo de santidad. En 1649 se impulsa el proceso:
Francisco López de Caro y el gran pintor
Bartolomé Esteban Murillo realizan un inventario de cuantas imágenes del rey se veneran en Sevilla. A partir de 1652 la veneración trasciende las fronteras sevillanas e incluso las peninsulares, y así las cosas, el 7 de febrero de 1671, el
Papa Clemente X lo canoniza. Es patrón de Sevilla, Aranjuez, San Fernando de Henares, Maspalomas en Gran Canaria y muchas otras localidades, así como del
Arma de Ingenieros del Ejército de Tierra de España.
Que hagan mucho bien y que no reciban menos.
©L.A.
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