Acercarse a la vida y obra de Antoni Gaudí, nos lleva irremediablemente a detenernos en uno de los mejores paisajes artificiales de la multifacética ciudad de Barcelona: la basílica de la Sagrada Familia. El célebre arquitecto quiso que fuera un libro al aire libre para dar a conocer la historia del cristianismo en medio de los transeúntes. La genialidad de Gaudí fue combinar la excelencia con la humildad de un hombre que nunca perdió el suelo. Su estilo arquitectónico dio rostro a la fe que practicaba día a día. En medio de una metrópoli que ofrece distintos modos de pensar, Gaudí supo hacer presente la opción que dio sentido a su vida.
La fe, como experiencia vital que amplía los horizontes de la mente, es una fuente de inspiración invaluable. El arquitecto que la pone en práctica, alcanza mirar más allá de lo aparente y superficial, porque se vuelve más sensible a los anhelos de una o varias generaciones. A partir de la originalidad planteada y edificada, consigue comunicar, conmover y despertar a la humanidad que permanece cansada e indiferente ante los desafíos actuales. Detrás de cada piedra, figura, columna, vitral o torre está el reflejo; es decir, la esencia del pensamiento de su autor. En este caso, el cristianismo de Gaudí. Muchas veces, el arte es capaz de comunicar sin articular palabra. Todo visitante -especialmente, si se trata de un peregrino- podrá notarlo con tan solo vislumbrar en el horizonte urbano aquella basílica emblemática que se ha convertido en un ícono de la arquitectura modernista catalana. La fe, a lo largo de la historia, ha dado contenido y dinamismo a la arquitectura, proporcionándole una temática que tiene la cualidad de atraer a los hombres y mujeres de todos los tiempos.
Así entendía su tarea como heredero de un mensaje que había que predicar a los cuatro vientos:
“La creación continúa incesantemente a través de los medios de comunicación del hombre. Pero el hombre no crea... Descubre. Los que buscan las leyes de la Naturaleza como un apoyo para sus nuevas obras colaboran con el creador. Copiadores no colaboran. Debido a esto, la originalidad consiste en regresar al origen”.
Sin duda, él colaboró con el creador para dejar la impronta de un profesional que combinaba la genialidad con la humildad de quien se sabe un pequeño gigante. Buscaba la calidad y no los aplausos baratos. Era común que en su estudio tuviera de un lado los planos y del otro algún libro vinculado con la Iglesia Católica. Cuando la situación se ponía algo tensa, solía decir: “Dios lo quiere así; su Divina Providencia sabe lo que hace”. En otras palabras, supo ponerse en las manos del experto por excelencia. El que hoy esté en marcha su proceso de beatificación no se debe a su obra material, sino a la congruencia con la que vivió. Pudiendo haberse dejado llevar por la corriente, supo mantener esa necesaria combinación entre un alto nivel profesional y una fe sólida, sincera y decidida. No es casualidad que se le conozca como “El arquitecto de Dios”.