En un orden cronológico…, el misterio de la redención es lógicamente anterior al de nuestra salvación. La obra de la divina redención de la humanidad, es lo que nos abrió las puertas de nuestra salvación y subsiguiente eterna felicidad. Pero más importante que nuestra eterna felicidad es nuestra deificación como hijos de Dios y todo esto tiene su razón de ser, en que esto se inicia gracias al amor, porque Dios es amor y solo amor, tal como dice San Juan (1Jn 4,16) y en prueba de la existencia de ese amor divino a la humanidad el mismo San Juan nos dice: “Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en Él no perezca, sino que tenga vida eterna”. (Jn 3,16).
Dentro del misterio de la Santísima Trinidad, al Padre le corresponde, o es lo propio de Él, la obra de la Creación; al Hijo la obra de nuestra Redención; y al Espíritu Santo la obra de nuestra Santificación”. He aquí pues, las tres columnas fundamentales, sin las cuales no hubiese sido posible nuestra salvación y posterior glorificación en los cielos.
Dios Padre, es el Creador por antonomasia. La Creación por nosotros conocida se extiende a todo lo visible por los ojos materiales de nuestra cara, pero es mucho más lo invisible, lo que solo en este mudo pueden captar los ojos de nuestra alma de aquellas pocas personas, que dado su grado de espiritualidad puedan ver algo, con los ojos de su alma, aunque no todo, ni con la claridad que cuando llegue al cielo lo verán. La totalidad de la obra de Dios es invisible, solo podrán verla aquellos que se salven. Lo que es visible, a la vista está, es el universo, el conjunto de todo lo que es conocido por el ser humano. Lo que es invisible ahora para nosotros, si podemos detectar algo, por sus efectos y por sus acciones, realizadas a nuestro favor o en contra nuestra,
Estos son fundamentalmente los espíritus puros que llamamos ángeles, incluidos los caídos en pecado y denominados demonios. Nosotros somos una mezcla de lo visible y de lo invisible. Nuestro cuerpo que es materia pura, es visible, pero dentro de él, anida un alma invisible que si ella está y vive en la gracia de Dios, forma parte de la vid, de la que nos habla el Señor, es un sarmiento injertado en la vid que es Cristo, y este sarmiento da frutos espirituales: “5 Yo soy la vid. Vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada. 6 El que no permanece en mí es echado fuera, como el sarmiento, y se seca, y los amontonan y los arrojan al fuego para que ardan. 7 Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que quisiereis y se os dará. 8 En esto será glorificado mi Padre, en que deis mucho fruto, y así seréis discípulos míos”. (Jn 15,5-8).
Tras la caída en pecado y subsiguientemente en desgracia. Adán y Eva, esta caída arrastró al género humano. A Cristo, le correspondió la labor central y a nuestro ojos más dura, la de redimirnos de la esclavitud en que habíamos caído, y esto lo realizó por medio de su propio sacrificio personal. Porque: “Nadie tiene amor mayor que este de dar uno la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os digo amigos, porque todo lo que oí de mi Padre os lo he dado a conocer. No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca, para que cuanto pidierais al Padre en mi nombre os lo dé”. (Jn 15,1316).
Y es a la tercera persona, en orden cronológico de aparición, el Espíritu Santo, a quien corresponde la labor de encauzarnos y dirigirnos al Amor, a fin de que lleguemos a ser amigos de Cristo e hijos de Dios por adopción. Esta tercera labor que realiza en nosotros el Espíritu Santo, es la de santificación, la de preparación de nuestra alma para que ella sea morada inmaculada de la Santísima Trinidad. Sin la ayuda del Espíritu Santo, esta labor para nosotros solos sin ayuda alguna, sería irrealizable. Sin la gracia de Dios nada podemos. Nosotros necesitamos las gracias divina y los dones del Espíritu Santo, porque es la tercera persona de la Santísima Trinidad la que ha de santificarnos, y para alcanzar esa santificación, hemos de ser siempre dóciles a las mociones e inspiraciones del Espíritu Santo, ya que estas mociones e inspiraciones son los vehículos que Él emplea, para llevarnos a la santificación. Las inspiraciones del Espíritu Santo, nos incitan a la virtud, al igual que la tentación nos incita al pecado.
La presencia del Espíritu Santo en nuestras almas, se entiende que Él está solo, en las almas que están en gracia de Dios, esta presencia es siempre misteriosa, y su acción sobre nosotros también lo es. No existe un procedimiento genérico de actuación del Espíritu Santo en nuestras almas, tengamos en cuenta que nosotros somos criaturas distintas unas de otras, en cada caso su actuación es distinta, y su forma de inspirarnos y presentarnos sus mociones para que las atendamos, también varía de una persona a otra. El Espíritu Santo, por medio de sus mociones e inspiraciones en el alma humana y con absoluto respeto a nuestra libertad, mueve a las personas a que estas deseen, lo que Él quiere para ellas. Y esto lo realiza teniendo en cuenta, la singularidad y originalidad de cada ser humano.
Los santos lógicamente han sido fieles cumplidores de las mociones e inspiraciones del Espíritu Santo, y como hombres y mujeres espirituales que eran, estaban siempre inclinados a la acción, no por un movimiento espontáneo de su voluntad, sino por impulso del Espíritu Santo. Para aquellos que se dejan llevar por razonamientos naturales y, sobre todo, egoístas, en la determinación de su conducta, ellos se hacen incapaces de recibir a este guía interior y divino, del Espíritu Santo. Para ser dirigidos por el Espíritu Santo, debemos de estar dispuestos a ser dóciles para con Él y a prestar atención a sus incitaciones.
Nadie en este mundo, puede encontrar mejor Maestro espiritual para ser guiado en el amor a la Santísima Trinidad, que el Espíritu Santo, que siempre está a su lado.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.
- Libro. CONOCIMIENTO DE DIOS.- www.readontime.com/isbn=9788461179107
- Libro. RELACIONARSE CON DIOS.- www.readontime.com/isbn=v
- Libro. LA SED DE DIOS.- www.readontime.com/isbn=9788461316281
- Libro. CONVERSACIONES CON MI DEMONIO.- http://www.readontime.com/ISBN=9788461650880
- Libro. ASEVERACIONES DEL SEÑOR.- http://www.readontime.com/ROT/dagosola/aseveraciones-del-senor_9788461557097.html
- Libro. VIDA DE NUESTRA ALMA.- http://www.readontime.com/ISBN=9788461266364
- 366v.- Nuestra coronación 1610-09
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La fecha que figura a continuación de cada glosa, es la de su publicación en la revista ReL, en la cual se puede leer la glosa de que se trate.
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