En lo que constituyen los extremos por antonomasia de la historiografía, el tratamiento que dispensa España a sus héroes y el que, por el contrario, dispensa el Reino Unido a los suyos, nos presenta la Historia a Nelson como el marino invicto por excelencia. Y sin embargo, Horacio Nelson, lejos de ser invicto, conoce bien pronto, y no pocas veces, lo que es morder el polvo contra los aguerridos soldados y marinos españoles.
La primera de ellas, muy poco conocida, tiene lugar en Nicaragua, un territorio que los ingleses intentaron persistentemente arrebatar a España, una de ellas por cierto, y como bien conoce el fiel lector de esta columna, en 1762, donde tuvo que ser una niña de diecinueve años, Rafaela Ibarra, la que les diera pal pelo (pinche aquí si desea conocer el glorioso episodio).
No sería la única porque a finales de 1779, en el marco de la participación de España en la Guerra de la Independencia norteamericana, el gobernador inglés de la isla de Jamaica, John Dailling, envía un ejército de más de tres mil hombres dirigidos por el Brigadier General Stephen Kemble hacia Nicaragua. Y en él, ¡oh sorpresa!, un joven coronel apenas 22 años de edad que responde al nombre de Horacio Nelson.
El 11 de abril de 1780, dieciocho años después de que tuvieran que salir pitando ante los embates de la niña de 19 años de la que hablamos arriba, los ingleses se plantan de nuevo ante el castillo de la Concepción, en la ciudad de Granada, en el Departamento de Río San Juan, gobernado esta vez por Juan de Ayssa, el cual toman el 29 de abril, tras una heroica resistencia de diecinueve días por parte de sus defensores españoles, que consiguen honrosos términos de rendición.
Los españoles, dirigidos por Ayssa, se parapetan entonces en el fuerte San Carlos, en el lago en el que nace el río San Juan, más al interior del país, desde donde acometen la reconquista del castillo de la Concepción, la cual consumarán finalmente el 26 de noviembre, ni seis meses después.
La aventura nicaragüense apenas la pueden contar setecientos ingleses de los tres mil que la habían iniciado, entre ellos el joven Horacio. Como vemos, pronto se estrena Don Horacio en la hiel española.
Nicaragua no será sin embargo, como decimos arriba, la única vez que la deguste. Ya se había tomado el buen marino cumplida revancha del infierno nicaragüense en el cabo San Vicente, cuando en un subidón de adrenalina se le ocurre que para disfrutar del maravilloso clima canario, mejor que pagarse una cara estancia en un hotel que seguramente todavía no existía, era conquistar las islas a cañonazos, que para eso tenía los barcos frescos, y a la guarnición en un estado de euforia semejante al suyo. Pero lo que ocurre en ellas se lo cuento en una próxima entrada, que por hoy creo yo que ya hemos tenido para pasar un ratito.
Que hagan mucho bien y que no reciban menos.
Así que como tantas veces les digo, por aquí les veo, esta vez para contarles otra derrota ante los aguerridos militares españoles de un verdadero especialista en el tema, ni más ni menos que Nelson.
©L.A.
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