Sí señores, una Academia de Artillería por la que éste servidor de Vds. pasó en su día -si bien por su sede de Fuencarral, no por la segoviana- para formarse como alférez de las gloriosas escalas de complemento, la cual ha cumplido ayer 250 añitos, es decir dos siglos y medio, es decir, un cuarto de milenio, y que acontece ser la primera academia militar del mundo, fundada el 16 de mayo del año 1764. Pues bien, como gracias a Dios los medios españoles han acogido la noticia con un despliegue que podemos definir al menos como mediano, yo voy a dedicar mi columna de hoy a la glosa de su fundador, D. Félix Gazola, Conde de Gazola, de Sparavia, de Cereio, de Landi y de Mazineso, que no he visto hacer a otros.
Felice Gazzola nace en Piacenza, el 25 de octubre de 1699, en una acaudalada y aristocrática familia italiana, hijo de Giovanni Angelo Gazzola, General Gobernador de las Armas de la ciudad de Piacenza y embajador de los Duques de Parma y Piacenza. Un empleo que le lleva a viajar por las distintas cortes europeas y con él a nuestro Felice, que acumula así una notable cultura y absorbe de esta manera los conceptos de la Ilustración que germinan en Europa, convirtiéndole a la postre en uno de los grandes representantes del movimiento ilustrado.
Entre los años 1745 y 1750, ya madurito, Felice dirige un interesante proyecto de la que por entonces se ha de denominar incipiente ciencia de la arqueología: el de las recién descubiertas ruinas de Paestum, con un equipo en el que militan personas de la talla de Francesco Sabatini.
Se produce en éstas, tras una carambola dinástica bastante imprevisible, la muerte sin descendencia de sus dos hermanos mayores Luis I y Fernando VI, la llegada al trono de España de Carlos III, hijo de Felipe V con su segunda esposa Isabel de Farnesio, el cual venía reinando en Nápoles. Y un Gazzola que a la sazón tiene ya 61 años de edad y que goza de la aureola de hombre ilustrado al que el rey español conoce bien tras pasar por Parma primero y por Nápoles después, es llamado a la corte española.
El proyecto que el Rey quiere encargarle es uno de los más importantes de los que trae en su cartera de gobernante ilustrado: la reforma del arma de artillería de su ejército. Y para que D. Félix goce de todo el predicamento que semejante reforma requiere, es nombrado inmediatamente teniente general de los Reales Ejércitos, y poco después, Inspector General de Artillería.
El proyecto de Gazzola se publica en 1762 bajo el título de “Reglamento del nuevo pie en que Su Majestad manda se establezca el Real Cuerpo de Artillería”, e incluye la fundación de un Real Colegio de Artillería, cosa que acontece, como hemos dicho arriba, el 16 de mayo del año 1764, hizo ayer 250 años. Su sede queda establecida en Segovia, y más concretamente en su magnífico Alcázar, aunque en 1862, con motivo del incendio del mismo, será trasladado al Convento de San Francisco, también en Segovia. En 1867 recibe el nombre de Academia de Artillería con el que hoy día la conocemos.
Para la dirección de estudios del colegio, elegirá Gazola, curiosamente, a un jesuita, el Padre Antonio Eximeno. Y decimos “curiosamente” porque como se sabe, apenas siete años después, el 2 de abril de 1767, la Compañía cae en desgracia y es expulsada de todos los reinos españoles, un evento que afectará también a la suerte de nuestro eximio Eximeno, hombre polifacético y sabio donde los haya, al que tendremos que dar también entrada un día en nuestros Sabios.
El Real Colegio de Artillería se convierte así en la primera academia militar existente en el mundo, alcanzando un gran prestigio no sólo por los conocimientos militares que en ella se imparten, sino por el gran nivel científico que exhiben profesores y alumnos. En sus aulas, junto a los conocimientos empíricos propios del arma, se imparten lecciones de matemáticas, cálculo, geometría, trigonometría, física, química, etc., que colocará a los artilleros españoles entre los mejores ingenieros del mundo.
Félix Gazola, como será conocido entre los españoles, aún recibirá otros encargos del rey ilustrado, entre los cuales, notablemente, uno tan diferente al ya citado como el de decorar el Salón del Trono del Palacio Real de Madrid, cuyo techo acaba de pintar el gran pintor italiano Giovanni Battista Tiépolo. Pero el motín de Esquilache, ocurrido en Aranjuez el 24 de marzo de 1766, acabará no sólo con el exilio del hombre fuerte del momento, el siciliano Leopoldo de Gregorio, marqués de Esquilache, sino que para nuestro Félix Gazola, como para tantos de los hombres que procedentes de Italia gobernaban nuestro país, representará el ocaso de su poder, dando paso a una nueva generación de gobernantes preferentemente españoles, en un proceso que no era nuevo para los españoles y que se antoja tan parecido al ocurrido en nuestro país dos siglos y medio antes, con la llegada a su trono, precisamente, de otro Carlos, el primero del nombre en la corona española.
Félix Gazola muere en Madrid el 5 de mayo del año 1780, a la generosa edad de ochenta años. Es enterrado en la Iglesia de San Martín, en Madrid, al lado del pintor Tiépolo, pero su cuerpo será posteriormente trasladado al Museo del Ejército. Hoy, una base Militar en Ferral del Bernesga en León lleva el nombre de Conde de Gazola, si bien hoy pocos se acuerdan del polifacético e ilustrado D. Félix, aquel italiano que llevará a cabo sus realizaciones más importantes en España, fundador de la primera academia militar del mundo, un hecho con el que no sólo ponía a la artillería española a la cabeza de las artillerías del mundo, sino que contribuía a asentar las bases de la educación superior en España.
Que hagan mucho bien y que no reciban menos.
©L.A.
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