Se han dicho siempre cosas muy bonitas de la mujer. Se lo merece. Pero no sé si las mujeres habían pensado alguna vez que en ellas es donde se realiza más el ser personal del Espíritu Santo. Parece fuerte, pero Antoni Carol y Enric Cases, lo razonan en uno de sus libros, del que ofrecemos un avance de su tesis:

 
 

Después de sentar bien la igualdad esencial de varón y mujer, sin subordinaciones (que son más producto de situaciones pecaminosas que de la armonía original) podemos pasar a lo diferencial de la mujer en sí misma. Partimos de la intuición de que en la mujer se realiza más el ser personal del Espíritu Santo. Luego, para conocer a la mujer es necesario descubrir mejor quién es el Espíritu Santo. El Concilio de Constantinopla nos lo presenta como "Señor y dador de vida". El Espíritu Santo es Aquél que abre el mundo de Dios al mundo de los hombres, santifica, da la vida de la gracia al que cree y da la vida a todo hombre apto para recibirla. Este papel está testimoniado por la Sagrada Escritura al atribuirle la Encarnación del Verbo y también, de modo especial, la donación de vida de la Resurrección, así como la transmisión de la nueva vida en Pentecostés y en la vida de la Iglesia. Observando a la mujer, vemos que es característica suya el ser claramente dadora de vida.

El segundo aspecto de la personalidad del Espíritu Santo es el de ser vínculo personal de la unidad entre el Padre y el Hijo: es el Amor dado por el Amante, que es el Padre, y acogido por el Amado, que es el Hijo. Este aspecto de persona que realiza la unión interpersonal descubre al ser humano, especialmente a la mujer. La persona humana está llamada a la comunión porque Dios es comunión personal del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Por eso produce tanta satisfacción la comunión de personas en todos los ámbitos, no sólo en el matrimonio, sino con los hijos y la gran familia, en los amigos y en toda la sociedad. El Espíritu Santo es el vínculo de unión, la mujer también. 

El tercer aspecto del Espíritu Santo es ser don de amor. Lo propio de la Tercera Persona divina es la apertura al otro, ser un tercero en el amor, amado por el Padre y el Hijo en el movimiento de infinita "oblatividad" (donación) del amor divino. Dios derrama el Espíritu sobre el Hijo, que, a su vez, lo entrega al Padre y lo derrama sobre los hombres. El Espíritu es así el éxtasis de Dios, pura sobreabundancia y donación, fuente viva, emanación de amor y de gracia, absoluta gratuidad, viento de libertad.

Si nuestra tesis es que en la mujer se realiza más el ser personal del Espíritu Santo podemos decir que su identidad fundamental hay que encontrarla en que es dadora de vida, vínculo personal y don. Las diversas manifestaciones fenomenológicas (visibles) de la mujer como son la fisiología, la intuición, la afectividad, las tendencias y actitudes ante la vida, la sociedad y la familia, o su papel en la Iglesia, podemos referirlas a estos tres aspectos de la vida divina del Espíritu Santo.

Fuente: M&M Euroeditors 

Si deseas comprar el libro:
El encanto original de la mujer y la dignidad del hombre, M&M Euroeditors