¿Queremos a Francisco? Basta leer los diarios o recibir cada tanto el correo electrónico para encontrarse continuamente con un tsunami de noticias acerca del Papa Francisco. Algunas, a favor; otras, en contra. Y no puede ser de otro modo: o se lo quiere, o no se lo quiere. Delante del Papa -como delante de Nuestro Señor- nadie puede quedar indiferente y es necesario tomar partido.
P. Tomás Ravaioli, IVE
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Extracto de un discurso del Papa san Pío X a los sacerdotes de la Unión Apostólica. Año 1912. El texto original italiano se encuentra en www.vatican.va
Para amar al Papa, basta con pensar quién es el Papa:El Papa es el guardián del dogma y de la moral. Es el depositario de los principios que hacen honesta a la familia, grandes a las naciones y santas a las almas. Es el consejero de los príncipes y de los pueblos. Es la cabeza debajo de la cual nadie se siente tiranizado, porque representa a Dios mismo. Es el padre por excelencia que en sí mismo reúne todo lo que puede haber de amable, de tierno y de divino.
Parece increíble, y de hecho es doloroso, que haya sacerdotes a los cuales se les debe hacer esta recomendación, pero lamentablemente en estos días nos encontramos en esta dura e infeliz condición de tener que decirle a los sacerdotes: ¡Amad al Papa!¿Y cómo se debe amar al Papa? Non verbo neque lingua, sed opere et veritate (no con palabras, sino con obras y verdad).
Cuando se ama a una persona se busca de uniformarse en todo a sus pensamientos, de hacer su voluntad, de interpretar sus deseos. Y si Nuestro Señor Jesucristo decía de sí “el que me ama, guardará mis palabras”, así entonces para demostrarle amor al Papa es necesario obedecerle.
Por eso, cuando se ama al Papa no se discute sobre aquello que él dispone o exige, o hasta dónde llega la obediencia, o en cuáles casos se deba obedecer. Cuando se ama al Papa no se dice que no ha hablado demasiado claro, como si estuviese obligado a repetir al oído de cada uno su voluntad, claramente expresada tantas veces y no sólo con palabras, sino con escritos y otros documentos públicos. Cuando se ama al Papa no se ponen en duda sus órdenes, aduciendo al fácil pretexto de quien no quiere obedecer, de que no es el Papa quien manda, sino quienes lo rodean. No se limita el campo en el cual pueda o deba ejercer su autoridad. No se antepone a la autoridad del Papa aquella de otras personas que disientan de él, por cuando doctas sean. Las cuales, si son doctas, no son santas, porque quien es santo no puede disentir del Papa.
Este es el desahogo de un corazón dolorido, que con profunda amargura hago no por vosotros, queridos hermanos, sino con vosotros, para deplorar la conducta de tantos curas (nota: “preti” y no “sacerdoti” ha usado el Papa), que no sólo se permiten discutir la voluntad del Papa, sino que no se avergüenzan de llegar a imprudentes y descabelladas desobediencias, con tanto escándalo de los buenos y con tanta ruina de almas.
Institute of the Incarnate Word