… a los que nos piden razones de la esperanza que está en nosotros (cf. 1 P. 3,15), señalemos al Cristo Resucitado (Papa Francisco)
Suele haber una especie de pacto de silencio en la prensa cuando ocurren tragedias como esta. Dicen los expertos que dar a conocer estas noticias puede provocar más suicidios. No lo sé, no soy ‘experto’, lo que sí sé es que llevo toda la tarde haciéndome una pregunta: ¿qué está pasando?
No conozco las razones, sin razones, que han llevado a tres chicas jóvenes a algo así. No soy capaz de imaginarme el dolor de los padres y el calvario por el que están pasando y pasarán, posiblemente preguntándose ‘¿por qué?’. Tampoco quiero ser alarmista, ni pesimista, y es probable que lo que voy a decir a continuación sea una obviedad.
Llevamos mucho tiempo hablando de crisis económica, pero cuándo nos vamos a dar cuenta de que hay otra crisis, mucho más profunda, vital, que ya está afectando a nuestros jóvenes. Es una crisis que tiene como consecuencia un vacío existencial, una gran infelicidad. Cada vez son más los jóvenes que, por unas razones o por otras, tienen graves heridas afectivas, y tapando el problema, escondiéndolo, no se soluciona.
No quiero terminar este post dejando un sabor amargo o de tristeza, aunque reconozco que es inevitable. No conocía a esas chicas, pero tengo un pesar, un dolor en el alma.
Es el momento de la esperanza. Cuando Jesús dice “Yo soy la puerta”, nos abre la posibilidad a una vida plenamente feliz. No es un mensaje cualquiera. No es una promesa incumplida. No es un sueño irrealizable. Es real, porque conocemos la vida de tantos y tantos, también muchos jóvenes, que se han encontrado con Él y han descubierto una vida plena. Una vida marcada con el signo de la cruz, no lo olvidemos. Una vida de entrega, pero una vida llena de esperanza.
El Señor resucitado es la esperanza que no falla, que no defrauda (cf. Rm. 5,5). La esperanza no defrauda. ¡Aquella del Señor! ¡Cuántas veces en nuestra vida las esperanzas se desvanecen, cuántas veces las expectativas que llevamos en nuestro corazón no se realizan! La esperanza de nosotros los cristianos es fuerte, segura y sólida en esta tierra, donde Dios nos ha llamado a caminar, y está abierta a la eternidad, porque está fundada en Dios, que es siempre fiel… Miremos a la Patria celeste, tendremos una nueva luz y fuerza aún en nuestras obligaciones y en el esfuerzo cotidiano. Es un valioso servicio que le debemos dar a nuestro mundo, que a menudo ya no puede mirar a lo alto, que no es capaz de elevar la mirada hacia Dios[1]
[1] Francisco, Audiencia miércoles (10 abril 2013)