Si en su día veíamos cómo era el
Emperador Constantino el que establecía el domingo como día oficial de descanso en el Imperio en el año 321 (
pinche aquí si desea conocer los detalles), toca hoy conocer algunas pistas que nos ayuden vislumbrar como vivieron los cristianos de las primeras comunidades este día de descanso semanal a caballo entre el sabat judío y el "primer día de la semana" en que resucitó Jesús.
Que
Santiago, el líder de la comunidad cristiana de Jerusalén, sigue participando cuando
Jesús ya no está en esta tierra en la celebración del sábado, es algo que, por un lado, se extrae con toda lógica de lo que dice cuando dentro del marco de lo que se da en llamar
Concilio de Jerusalén establece su sentencia y nos cuenta
Lucas en los
Hechos:
“Por esto juzgo yo que no se debe molestar a los gentiles que se conviertan a Dios, sino escribirles que se abstengan de lo que ha sido contaminado por los ídolos, de la impureza, de los animales estrangulados y de la sangre. Porque desde tiempos antiguos Moisés tiene en cada ciudad sus predicadores cuando se lee cada sábado en las sinagogas” (Hch. 15, 19-21).
Pero que por otro, tampoco extraña a ningún atento lector de los textos canónicos, que conoce perfectamente que
Santiago es, de los líderes protocristianos, el más próximo al judaísmo, y el más reacio a cortar las ataduras que vinculan a los cristianos con el
Templo.
Más extraño resulta verle coincidir en la celebración del sábado con el que constituye, por el contrario, el gran rupturista de la primera comunidad cristiana, el “apóstol de los gentiles”
Pablo. Una participación, la de Pablo en el sabat, que se extrae con claridad de este episodio narrado por el mismo
Lucas en los
Hechos de los Apóstoles cuando nos cuenta lo acontecido a él y a
Bernabé en Antioquía de Pisidia:
“El sábado entraron en la sinagoga y tomaron asiento. Después de la lectura de la Ley y los Profetas, los jefes de la sinagoga les mandaron a decir: «Hermanos, si tenéis alguna palabra de exhortación para el pueblo, hablad.» Pablo se levantó, hizo señal con la mano” (Hch. 13, 1416)
De todos modos, de los propios textos canónicos cabe extraer que ya muy pronto se cuestionó dicha celebración del sábado entre los cristianos. Nos lo cuenta
Pablo en persona:
“Por tanto, que nadie os critique por cuestiones de comida o bebida, o a propósito de fiestas, de novilunios o sábados” (Col. 2, 16).
De la
Epístola de Bernabé, de incierta datación, pero muy probablemente de los inicios del s. II, cabe extraer que durante una época, la celebración del sábado se simultanea con la incipiente celebración del domingo, el que los judíos llaman primer día de la semana y los romanos lunes, aquél en el que se produjo la resurrección de
Jesús:
“[Los cristianos]
también [debe entenderse “además del sabat”]
, observamos el octavo día [el domingo]
con regocijo, el día también en el cual Jesucristo resucitó de entre los muertos”.
Pero es un proceso que se halla completado con relativa prontitud muy poco después. Con toda claridad nos lo dice
San Ignacio, un autor de finales del s.I, ordenado por el mismísimo
apóstol Juan en su
“Carta a los magnesios”:
“[Los cristianos]
ya no observan el sabbath, sino que viven en la observancia del Día del Señor, en el cual nuestra vida resucitó de nuevo”.
Que hagan mucho bien y que no reciban menos.
©L.A.
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