49.
SANTO SUBITO

 
Aquel día, todos aprendimos una nueva palabra. Los italianos para decir ¡ya!, usaban ¡subito! En la mañana del viernes 7 de abril tuvo lugar la misa de exequias por el Papa Juan Pablo II en la que participaron más de un millón de personas.
 
«Santo subito», «Santo ya», fue la aclamación más repetida por los labios de los peregrinos, recogida por muchas de las pancartas que sobresalían a lo largo de la plaza de San Pedro del Vaticano, de la Vía de Conciliación, y de las calles aledañas.
 
El cardenal Joseph Ratzinger, que en calidad de decano del Colegio de los cardenales presidió las exequias, provocó muchas lágrimas entre los presentes cuando al concluir recordó el último domingo de Pascua en el que el Papa se asomó a su ventana para impartir su última bendición «Urbi et Orbi».
 
Podemos estar seguros de que nuestro querido Papa está ahora en la ventana de la casa del Padre, nos ve y nos bendice. Sí, bendíganos, Santo Padre”, afirmó.
 
Los aplausos más largos, se podía leer en las crónicas de los digitales, tuvieron lugar cuando, al concluir la celebración, los «sediarios» pontificios -quienes llevaban antes la Silla Gestatoria de los Papas- levantaron el ataúd para que cruzara entrara en la Basílica de San Pedro. Era la última vez que la televisión enfocó sus restos mortales.
 
“¡Santo, ya!”, volvieron a gritar muchos de los presentes con lágrimas en los ojos, mientras su cuerpo era llevado hacia las Grutas Vaticanas.
 
Poco después, sin que ni los fieles ni las cámaras de televisión estuvieran presentes, el ataúd con los restos mortales se ató con lazos rojos, sobre los que se imprimieron los sellos de la Cámara Apostólica, de la Prefectura de la Casa Pontificia, de la Oficina para las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice y del Capítulo Vaticano. El féretro de madera se introdujo en otro de zinc y se soldó y cerró. El notario del Capítulo de la Basílica Vaticana redactó el acta de la sepultura y lo leyó ante los presentes, un reducido grupo presidido por el cardenal Eduardo Martínez Somalo, camarlengo, y la «familia pontificia», sus secretarios, las religiosas que le cuidaron y su médico personal.


 
El arzobispo Stanislaw Dziwisz, su secretario de toda la vida, lloró en varias ocasiones durante las exequias.
 
Las celebraciones también habían comenzado en privado, alejadas de las cámaras, antes de la celebración eucarística. Bajo la presidencia del cardenal camarlengo, el arzobispo Piero Marini, maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias, leyó el “Rogito”, un pergamino en el que está escrita la vida y obras más importantes de Juan Pablo II.
 
Monseñor Marini y Dziwisz pusieron un velo de seda blanca sobre el rostro del pontífice fallecido y el cardenal camarlengo aspergió los restos mortales del Papa con agua bendita. El arzobispo Marini introdujo entonces en el ataúd una bolsa con algunas medallas acuñadas durante el pontificado y un tubo de plomo que contiene el original del “Rogito”.
 
Con el funeral, comenzaron los nueve días de misas en sufragio del Papa (los «novendiali») en Roma, que se prolongará hasta el 16 de abril, dos días antes de que comience el cónclave de cardenales que elegirá al sucesor número 264 del apóstol Pedro.
 
ACTA ("ROGITO") EN LA QUE SE RECUERDA LA VIDA Y LA OBRA DEL ROMANO PONTÍFICE DIFUNTO
 
En la luz de Cristo resucitado de entre los muertos, el 2 de abril del año del Señor 2005, a las 21.37, mientras concluía el sábado, y ya habíamos entrado en el día del Señor, octava de Pascua y domingo de la Misericordia divina, el amado Pastor de la Iglesia, Juan Pablo II, pasó de este mundo al Padre. Toda la Iglesia acompañó en oración su tránsito, especialmente los jóvenes.
 
Juan Pablo II fue el 264° Papa. Su recuerdo permanece en el corazón de la Iglesia entera y de toda la humanidad.
 
Karol Wojtyla, elegido Sumo Pontífice el 16 de octubre de 1978, nació en Wadowice, ciudad situada a 50 kilómetros de Cracovia, el 18 de mayo de 1920 y, dos días después, fue bautizado en la iglesia parroquial por el sacerdote Franciszek Zak. A los 9 años recibió la primera comunión, y a los 18 el sacramento de la confirmación.
 
Al interrumpir sus estudios a causa del cierre de la Universidad por parte de las fuerzas de ocupación nazis, trabajó en una cantera desde 1940 hasta 1944 y, después, en la fábrica química Solvay.
 
Desde 1942, sintiéndose llamado al sacerdocio, estudió en el seminario clandestino de Cracovia. El 1 de noviembre de 1946 recibió la ordenación sacerdotal de manos del cardenal Adam Sapieha. Después fue enviado a Roma, donde obtuvo primero la licenciatura y luego el doctorado en teología, con una tesis que llevaba por título "Doctrina de la fe en san Juan de la Cruz" (Doctrina de fide apud sanctum Ioannem a Cruce).
 
Regresó, luego, a Polonia, donde desempeñó diversas tareas pastorales y enseñó algunas disciplinas sagradas. El 4 de julio de 1958, el Papa Pío XII lo nombró obispo auxiliar de Cracovia. Y Pablo VI, en 1964, lo destinó a esa misma sede como arzobispo. Como arzobispo de Cracovia, intervino en el concilio Vaticano II. Pablo VI lo creó cardenal el 26 de junio de 1967.
 
En el Cónclave del 16 de octubre de 1978, fue elegido Sumo Pontífice por los cardenales, y tomó el nombre de Juan Pablo II. El 22 de octubre, día del Señor, comenzó solemnemente su ministerio petrino.
 
El pontificado de Juan Pablo II ha sido uno de los más largos de la historia de la Iglesia. Durante este período, bajo diversos aspectos, se han producido muchos cambios en el mundo, entre ellos, la caída de algunos regímenes, a la que él mismo contribuyó. Con la finalidad de anunciar el Evangelio, realizó innumerables viajes a diferentes países.
 
Ejerció el ministerio petrino con incansable espíritu misionero, dedicando todas sus energías movido por la "sollicitudo omnium Ecclesiarum" y por la caridad abierta a toda la humanidad. Más que todos sus predecesores se encontró con el pueblo de Dios y con los responsables de las naciones, en celebraciones, en audiencias generales y particulares, y en visitas pastorales.
 
Su amor a los jóvenes lo impulsó a iniciar las Jornadas mundiales de la juventud, convocando a millones de jóvenes de todo el mundo.
 
Promovió el diálogo con los judíos y con los representantes de las demás religiones, convocándolos en varias ocasiones a encuentros de oración por la paz, especialmente en Asís.
Amplió notablemente el Colegio cardenalicio, creando 231 cardenales (más uno "in pectore").
 
Convocó quince Asambleas del Sínodo de los obispos, siete generales ordinarias y ocho especiales. Erigió numerosas diócesis y circunscripciones eclesiásticas, especialmente en el este de Europa.
 
Reformó el Código de derecho canónico y el Código de cánones de las Iglesias orientales; y reorganizó la Curia romana.
 
Como "sacerdos magnus" ejerció el ministerio de la sagrada liturgia en la diócesis de Roma y en todo el orbe, en plena fidelidad al concilio Vaticano II. Promovió de manera ejemplar la vida y la espiritualidad litúrgica, y la oración contemplativa, especialmente la adoración eucarística y la plegaria del santo rosario (cf. carta apostólica Rosarium Virginis Mariae).
 
Bajo su guía, la Iglesia se acercó al tercer milenio y celebró el gran jubileo del año 2000, según las líneas indicadas por él en la carta apostólica Tertio millennio adveniente; y se asomó después a la nueva época, recibiendo sus indicaciones en la carta apostólica Novo millennio ineunte, en la que mostraba a los fieles el camino del tiempo futuro.
 
Con el Año de la Redención, el Año Mariano y el Año de la Eucaristía, promovió la renovación espiritual de la Iglesia. Realizó numerosas canonizaciones y beatificaciones para mostrar innumerables ejemplos de santidad de hoy, que sirvieran de estímulo a los hombres de nuestro tiempo.
 
Proclamó doctora de la Iglesia a santa Teresa del Niño Jesús.
El magisterio doctrinal de Juan Pablo II fue muy rico. Custodio del depósito de la fe, se dedicó con sabiduría y valentía a promover la doctrina católica, teológica, moral y espiritual, y a contrarrestar durante todo su pontificado las tendencias contrarias a la genuina tradición de la Iglesia.
 
Entre sus principales documentos, se encuentran 14 cartas encíclicas, 15 exhortaciones apostólicas, 11 constituciones apostólicas, 45 cartas apostólicas, además de las catequesis impartidas en las audiencias generales y los discursos pronunciados en todas las partes del mundo. Con su enseñanza, Juan Pablo II confirmó e iluminó al pueblo de Dios acerca de la doctrina teológica (sobre todo en las tres principales encíclicas:  Redemptor hominis, Dives in misericordia, Dominum et vivificantem), antropológica y social (encíclicas Laborem exercens, Sollicitudo rei socialis, Centesimus annus), moral (encíclicas Veritatis splendor, Evangelium vitae), ecuménica (encíclica Ut unum sint), misionológica (encíclica Redemptoris missio) y mariológica (encíclica Redemptoris Mater).
 
Promulgó el Catecismo de la Iglesia católica, a la luz de la Revelación, autorizadamente interpretada por el concilio Vaticano II. Publicó también algunos libros como doctor privado.
 
Su magisterio culminó con la encíclica Ecclesia de Eucharistia y la carta apostólica Mane nobiscum Domine, durante el Año de la Eucaristía.
 
Juan Pablo II ha dejado a todos los hombres un testimonio admirable de piedad, de santidad de vida y de paternidad universal.
 
(Firmas de los testigos de las celebraciones y de la sepultura)
 
CORPUS IOANNIS PAULI II P.M.
VIXIT ANNOS LXXXIV
MENSES X  DIES XV
ECCLESIAE UNIVERSAE PRAEFUIT
ANNOS XXVI  MENSES V  DIES XVII
Semper in Christo vivas, Pater Sancte!



50. EL IMPACTO EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN
 
La muerte del Beato Juan Pablo II fue un acontecimiento mediático sin precedentes. La organización Global Language Monitor ofreció los datos que prueban el gran interés de los medios.
 
Internet. Hasta el día del funeral del Papa, hubo 12 millones de citas en Internet, y 100.000 relaciones en los medios a lo largo del mundo. En comparación, durante todo el año anterior sólo hubo 28.000 reportajes y un millón y medio de citas en Internet sobre Juan Pablo II. La cobertura superó con creces la atención dada a otros eventos como el tsunami del sur de Asia, los ataques terroristas del 11 de septiembre, y las muertes de Ronald Reagan y la princesa Diana. En las primeras 72 horas tras la muerte del Papa hubo 10 veces más reportajes de noticias sobre Juan Pablo II que los publicados en el mismo periodo de tiempo sobre el presidente de Estados Unidos George Bush tras su reelección del pasado noviembre.
 
Un análisis de la cobertura muestra que la palabra «histórico» se asoció el Papa cerca de 3 millones de veces y «amado» o «querido» unas 600.000 veces. Entretanto, las páginas de internet católicas vieron un aumento de su uso. Los sitios católicos registraron un 118% de subida en cuota de mercado de las visitas online para la semana que terminó el 9 de abril, comparándola con una semana seleccionada al azar que terminó el 6 de noviembre del año pasado, según la compañía de seguimiento Hitwise USA Incorporated.
 
La muerte del Papa también cosechó una avalancha de búsquedas por internet. Para la semana que terminó el 2 de abril, las búsquedas de las palabras clave «Papa Juan Pablo» subieron un 3.161%, «Papa», un 2.801%, y «Papa Juan Pablo II», un 2.307%.
 
El más beneficiado de los buscadores de la palabra «papa», con un 11% de todas las búsquedas, fue la página web del Vaticano (www.vatican.va). Seguida por www.catholic.net y Google News, con un 10% cada una.
 
Periódicos y televisión. La cobertura dada por los periódicos también ha sido abundante. El periódico británico “Independent” presentaba algunos datos sobre la prensa en el Reino Unido. Según un artículo del 10 de abril, el domingo siguiente a la muerte del Papa el “Daily Mirror” dedicó 19 páginas al tema, el “Independent”, 13 páginas, y el “Times”, 11 páginas. Otros periódicos tuvieron un nivel de cobertura similar.
 
Es importante recordar que Gran Bretaña no es sólo un país muy secularizado, con poco espacio para la religión en los medios, sino que la religión tradicional es la anglicana. De hecho, el periodista del Guardian, Martín Kettle, comentaba en un artículo el 5 de abril: «El funeral del Papa, nos debe quedar claro, nunca había sido hasta ahora un acontecimiento que requiriera la atención del primer ministro británico o incluso del arzobispo de Canterbury».
 


También fue amplia la cobertura de la televisión. Associated Press informaba el 12 de abril de que más de 9 millones de personas en Estados Unidos o se levantaron pronto o se acostaron tarde para ver el funeral del Papa (comenzaba a las 4 a. m. en la Costa Este y a la 1 a. m. en la Oeste).
 
Los canales de televisión en el mundo árabe también dieron grandes espacio de emisión al Papa. Un reportaje de Agence France-Presse el 3 de abril informaba de que Al-Jazeera, con sede en Qatar, famosa por emitir los vídeos de Osama bin Laden, estuvo entre las primeras en anunciar la muerte de Juan Pablo II.
 
En el Líbano, la televisión vía satélite Al-Manar del movimiento fundamentalista Hezbollah interrumpió sus programas tras el anuncio de la muerte del Papa para conectar en directo con el Vaticano. Otras cuatro emisoras privadas libanesas y la pública Tele-Liban hicieron lo mismo.
 
El domingo siguiente a la muerte del Papa, Al-Jazeera siguió proporcionando una extensa cobertura, al igual que hizo Al-Arabiya, con sede en Dubai. Estas dos emisoras, junto con muchas otras del mundo árabe, también emitieron algunos documentales sobre Juan Pablo II.