Porque nos urge compartir nuestra pasión por el arte y la belleza de la fe. Si bien sólo uno de los tres autores de este blog se dedica profesionalmente a una manifestación artística –la música–, la relación entre arte y fe es uno de los vínculos más fuertes que nos une. El primero y principal es Cristo.
Creemos en la “via pulchritudinis”, el camino de la belleza como vía privilegiada de acceso a Dios, pues sabemos que a través del “exceso” del arte el ser humano ha expresado, y sigue expresando, su asombro, su anhelo de infinito y su gratitud ante el Misterio.
Y la fe cristiana ha moldeado, conformado y dado alma a la creatividad del hombre, permitiendo poner rostro al Misterio, al Dios que nos ha creado a su imagen y semejanza.
Pero este blog no acogerá sólo a artistas o autores cristianos. Porque todo arte verdadero es, en cierto sentido, profecía de Cristo. Cierto, en el arte que nace de la fe la urgencia de la pregunta humana encuentra respuesta y un inicio de cumplimiento –pensemos en Tomás Luis de Victoria, Paul Claudel o Gaudí, por ejemplo–, pero lo que queremos gritar interesa a todo ser humano, a cualquier hombre o mujer, sean cuales sean su posición en la vida o sus creencias. La única condición es que desee ser plenamente hombre, que es lo que nosotros deseamos para nosotros mismos. Ahí es donde nos podremos encontrar y sorprender mutuamente. Porque la fe es un don, gratuito e inmerecido, que salva y cumple el sentido religioso que impulsa al ser humano a buscar incansablemente, aunque a tientas, a Dios.
La belleza, con sus innumerables reflejos, quiebra la cárcel a la que nuestra sociedad tantas veces nos recluye –haciéndonos olvidar lo que significa ser hombres–, abriéndonos al infinito para el que estamos hechos. Por eso nos interesa el arte como expresión de la humanidad de quienes custodian esa mirada atenta a lo que les rodea y a sí mismos; fijándonos en ellos y en sus obras podremos aprender también nosotros a ser más humanos, más conscientes de quiénes somos.
Porque la Resurrección es el inicio de un espacio y un tiempo liberados, transfigurados, en los que el Rostro del Misterio –encarnado en el seno de María, la doncella de Nazaret–, ha comenzado a desvelar el enigma del hombre y del mundo. Y traspasando las barreras de la muerte, quebrando los cerrojos que nos oprimen, nos llama ahora por nuestro nombre para instaurar en nosotros la alegría y asociarnos a su obra de renovación del universo. El Verbo habita entre nosotros y estamos llamados a contemplar cada día su Gloria.
Porque el Beato Angélico, patrono de los artistas, supo plasmar de manera genial en el encuentro de María Magdalena con Cristo resucitado en la mañana de Pascua el permanente renacer de la Vida, de la Esperanza, del Amor. Una mujer, recreada por el perdón de Cristo, es la primera en ver el Rostro del Resucitado, al que reconoce sólo cuando Él la llama por su nombre con un acento inconfundible. ¡Es el Señor! ¡Ha resucitado! ¡Nosotros lo hemos visto y os lo anunciamos!
Maurice Zundel, poeta, teólogo y místico francés, nos habla de este Rostro que dilata el mundo sensible hasta la medida de Dios. Este es nuestro primer regalo a través de este blog:
“Nada alcanza nuestra medida
e incluso la inmensidad de los espacios materiales
no es más que una imagen de nuestra necesidad.
Toda barrera nos rebela
y todo límite exaspera nuestros deseos.
Ésta es también la fuente de nuestra miseria.
Una capacidad no es más que una aptitud para recibir.
Una capacidad de infinito
es una indigencia infinita,
que exige ser colmada con una urgencia
proporcional a sus abismos (…)
El arte ha sentido constantemente
que la materia supera infinitamente a la materia,
y se ha servido de la misma materia
para expresar este sobrepasamiento.
Las dimensiones del mundo sensible
se han dilatado sin medida,
sus contornos se han flexibilizado
en la fluidez de una atmósfera transparente
y, bajo rasgos innumerables,
ha surgido un rostro único:
un rostro cuyo dibujo jamás ha dejado de percibir
una intensidad enervante y desgarradora”.